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Lo que pasa es que la culpa la tienen las rockolas, nos mintieron …

Cierto que casi no existen ya, pero re contra ametrallaban con aquello de “Dicen que los hombres no deben llorar, por una mujer que ha tratado mal …” que cantaba un tal King Clave y aparte de diez mil paradigmas herencia de las sociedades patriarcales machistas del siglo pasado … nos vendieron una realidad cambiada.

 

 

Recientes estudios fisiológicos acaban de revelar algo que a muchos les causará sorpresa y a otros, indignación: los hombres contemporáneos lloran mucho más que los de antes. Eso asegura una investigación del profesor William Frey, quien, tras examinar numerosos casos, concluyó que los varones del siglo XXI somos bastantes llorones.

 

Los hombres lloran más, las mujeres cada vez …. menos

Aun así, chillamos cuatro veces menos que las mujeres. Pero ojo ! La estadística es demoledora.

En tiempos de conquistadores, piratas y vaqueros, la cosa era muy sencilla: los hombres no lloraban nunca. Los torturaban, y primero se dejaban sacar los ojos que escupir una lágrima por ellos. Si tenían que cortarles una pierna, solo pedían una botella de whisky para que el serrucho los encontrara medio borrachos, y dos pedazos de madera: uno, para morder mientras les amputaban la pierna, y el otro para fabricarse la nueva extremidad.

Los más machos tallaban la pata en la misma madera que habían mordido. Las mujeres, entre tanto, chillaban por la pierna cortada, por los ojos sacados y hasta por el pedazo de palo convertido en pata.

Cuatro veces más no es nada. Se imaginan? En una familia promedio, la mamá llora de lunes a jueves, y el papá, los viernes. El dato del doctor Frey quiere decir dos cosas. Primero, que los hombres lloran más que antes, como queda dicho. Y, segundo, que las mujeres lloran menos.

Pero ojo ! En el siglo XIX, la proporción de llanto femenino era de doscientos a uno, como en tiempos de El Cid y de Robín Hood. Se acerca el día en que lloraremos de igual a igual, y antes de poco tiempo la mamá estará diciendo a la niña:

-          Deje de llorar como un macho, hija, que un brazo se le parte a cualquiera…

Repito que algunos considerarán está nueva situación como un indicio más de los menguados tiempos que corren. A mí, en cambio, me encanta. Y es porque me confieso llorón.

Pero llorón-llorón, de los que sollozaban en el cine cuando ET regresaba a su planeta, damos alaridos cuando Firpo pierde, más cuando desciende.

Y es que el buen llorón, no establece diferencias entre las ocasiones felices y tristes, las alegrías y dolores. Llora siempre y por cualquier razón. Porque gana. Porque pierde. Porque el hijo reprueba el año. O porque lo pasa con excelentes notas. Porque la hija disfrazada de hadita bailó bien en la fiesta de clausura, o porque bailó mal, o –muchísimo más- porque fue de las que rechazaron para bailar disfrazada de hada…

No es cuestión, pues, de que falten hormonas al hombre contemporáneo. Sino de que nos sobran lágrimas; las lágrimas acumuladas en el ADN masculino a lo largo de milenios.

Gracias a Dios ya podemos chillarlas con desahogo propio de quinceañera. Y que ningún otro hombre se atreva a criticarnos por ello!

Porque les advierto de manera tajante que aquel que ose hacerlo se arrepentirá de sus palabras, porque una de dos:

  • O les reventamos la cara a trompadas y los dejamos llorando a cántaros.
  • O sus burlas nos harán chillar tanto, al extremo que el mismo burlón se conmueva hasta las lágrimas.

© Daniel Rucks 2024