El penal más largo del mundo se tiró en 1976-77 (año de la canción de Al Stewart y las glorias basquetboleras del García Flamenco ,en una cancha perdida de La Unión. Fue en un partido entre dos equipos de pueblos vecinos: el Zaprivas, un club humilde, y el Balboa, que tenía el presupuesto más grande de la región.
El Zaprivas no tenía un gran equipo, pero tenía un arquerazo. Se llamaba Herminio Díaz, le decían el Gato por su agilidad, y era la razón por la que su equipo iba primero, seguido a un punto por su histórico rival.
Quién iba a pensar que esos dos clubes, que se odiaban, iban a definir el regional en la última fecha? Nadie. Pero cuando ese histórico domingo llegó, ya nadie se hacía esa pregunta. Ahora solamente había que ganar.
El humilde Zaprivas tenía una ventaja: jugaba de local y un empate le alcanzaba. Pero el Balboa había logrado recuperar de una lesión al Chino Gauna, su goleador, que le había jurado a sus hinchas que esa tarde volvería a la cabecera departamental con la Copa.
El partido fue trabado y aburrido, y se mantuvo el cero hasta el minuto ochenta y ocho. Pero ahí todo cambió: el Chino Gauna se sacó de encima a dos defensores y, cuando estaba a punto de patear, un volante del Zaprivas lo serruchó desde atrás. Penal.
Fue un escándalo, en las tribunas y en la cancha. Los locales empezaron a increpar al árbitro con puteadas, los visitantes saltaron a defenderlo y en segundos se armó una batalla campal.
Tuvo que entrar la policía, y cuando las cosas se calmaron, el tribunal de disciplina (en reunión de urgencia) resolvió postergar los dos minutos restantes hasta el domingo siguiente, sin público. Se reiniciaría el partido con el penal.
El lunes no se habló de otra cosa en todo el pueblo. El martes los equipos volvieron a los entrenamientos. El Gato atajó penales todo el día. Y a la tarde fue a tomar unas cervezas al bar. En el bar lo recibieron con aplausos. Pero el Gato estuvo callado, hasta que en un momento dijo:
«El Chino Gauna tira todos los penales a la derecha». Los demás asintieron. «Pero él sabe que yo sé». Todos en la cantina se miraron. «Pero yo sé que él sabe que yo sé».
«Entonces tiráte a la izquierda, Gato», dijo el cantinero.
«No... Él sabe que yo sé que él sabe que yo sé», dijo el Gato. Y se fue a dormir.
El miércoles el Gato no fue a entrenar y el jueves el cartero lo encontró caminando por las vías del ferrocarril . Hablaba solo. El cartero le preguntó: «¿Lo vas a atajar, Gato?».
Y el Gato dijo: «Qué sé yo... Qué gano con atajarlo?».
«¡La gloria, Gato! », dijo el cartero. Y el Gato dijo: «La gloria va a ser cuando la Nubia Fernández me quiera besar», y se fue cabizbajo.
El viernes, la Nubia Fernández estaba atendiendo la farmacia del padre cuando el alcalde, en persona, entró con bombones y le dijo: «Esto te lo manda el Gato Díaz... Hasta el lunes, el Gato es tu novio. ¿Estamos?».
El sábado la Nubia y el Gato fueron al cine. Él quiso besarla pero ella lo frenó suavemente y le dijo que el domingo a la noche, quizás, después de que atajara el penal, en el baile, lo besaba... Entonces el Gato sonrió.
El domingo los dos equipos salieron a la cancha vestidos y concentrados como para disputar un partido entero, aunque solo tuvieran que jugar dos minutos.
El Gato se paró abajo de los tres palos sonriendo. El Chino Gauna lo miraba fijo desde el punto penal. Cuando el referí dio la orden, el Chino golpeó la pelota con fuerza y el Gato voló, decidido, al palo derecho. Rozó la pelota con la punta de los dedos y la sacó al córner.
El pueblo estalló en festejos. Y el Gato estaba en la gloria. Vio su foto en la tapa del diario. Vio las caras de felicidad de sus vecinos desde el balcón de la intendencia: él con la Copa en la mano.
Vio las luces del baile y sintió el beso de la Nubia Fernández en sus labios. Vio el altar iluminado de una iglesia, la vio a ella, de blanco con un ramo de flores.
Vio a la Nubia Fernández desnuda en el lecho nupcial, vio el rostro del primer hijo de los dos. Lo único que no vio el Gato, porque estaba distraído pensando en todo esto, fue que Balboa sacó rápido el córner. No vio el centro entrando al área, no vio al Chino Gauna cabeceando de sobrepique.
No vio que la pelota se metía en el arco.
Después del partido, el Gato Díaz colgó los botines y desapareció del pueblo. Tres días después lo encontraron muerto, en las vías del tren. Dijeron que se había matado porque no pudo soportar la humillación de la derrota.
Solamente unos pocos supieron la verdad: se había matado por amor ….
Grave la situación en el Reino de Valetodo, mientras el Rey Vacilo II se dedica a cazar moscas contra una ventana, tratan así de mantenerlo entretenido la mayor cantidad de tiempo posible...
Desde niños nos explicaron que para saber si un perro es joven o viejo había que multiplicar su edad biológica por 7. Con los países, entonces, hay que dividir su edad entre 14 para saber su correspondencia humana.
Me pareció siempre una verdadera falta de profundidad de investigación histórica, bah! una dejadez, que no tengamos una mitología salvadoreña que sea reconocida ya como una de las vertientes de la mitología universal, así como la griega y la nórdica.