
El enamorado, despechado y abandonado, aquel que entregó su vida por amor y espera en vano el regreso de quien se fue, el que masculla versos y canciones sin sentido sin sentido y entabla pláticas con el cielo falso, mira fotos viejas y se pone a llorar …

En que cabeza cabe dejarme solo?
En que cabeza cabe dejarme así?



Permítanme que les cuente, algo que me ocurrió de niño, en un San Salvador bisoño, pueblo chico, infierno grande, y que ha marcado mi vida a fuego.

Se llamaba Sebastián, Nicolás y Pedro y eran trillizos por unanimidad, era prácticamente imposible diferenciar el uno del otro.

Por amor de Dios, pocos seres vivientes tienen una vida tan desgraciada como la nuestra, o sea me refiero a los balones de fútbol profesional (ah, que usted creía que no somos vivientes?), No. 5, que venimos a parar a las patadas en torneo burocráticos de cuarta categoría.