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La culpa la tuvo mi madre, Ai – Nozomi, venerable anciana a quien se le metió en su obstinada cabeza de campesina japonesa, viuda, con seis hijos varones (mis hermanos), que en lugar de sembrar arroz en los pantanos, había que fabricar micro chips en la mesa del comedor.

Y así, a la brava, con un libro de tecnología que encontró en la basura, donde a veces solía husmear en busca de algo para alimentarnos a todos, aprendió y enseñó a mis hermanos a fabricar microchips, que la incipiente industria tecnológica japonesa demandaba a gritos.

Fabricaban con tal velocidad y precisión, que a los años la Nozomi Technologies, producía miles de yenes al mes en fabricación de microchips y demás artilugios tecnológicos, terminó siendo una empresa de más de 150 empleados con una facturación increíble.

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Trabajó en la empresa, un fulano que juraba que “no andaba huyendo” de su país, totalmente ebrio e incapaz para cualquier labor, llamado Fu – Neskar – Tadiotro, quien se dedicó a lo único que sabía hacer, hablar incongruencias y de paso … embarazó a mi madre, se dio a la fuga robando buen dinero y así nací yo: Nishimoto.

Mi santa y venerable madre quiso tapar su desliz, consagrando su séptimo hijo a la religión, así desde los 2 años, fui encerrado en un monasterio de Taoístas Zen, donde aprendí artes marciales igual que Kwai Chang Kane, y casi no hice otra cosa que guardar silencio, porque el voto de silencio era propio del monasterio y escuchar las palabras de los senseis, que me llevaron a ser Sumo Sacerdote a los 21 años.

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Sin tener la más mínima idea sobre qué hacer con mi vida, regresé a mi hogar, donde las Nozomi Industries eran la fábrica de tecnología más grande del sur de Japón, y mis seis hermanos eran ultra archi millonarios.

Pero mi madre, había muerto …

-          Antes de morir, sus últimas palabras las dedicó a ti – dijo Kenji- Saa, el mayor de mis hermanos.

-          Ni siquiera creía que me recordara – dije yo.

-          Dijo “díganle a Nishimoto, que en primavera se guíe por la flor de loto y se vaya mucho a ver si puso huevos la tunca” … y exhaló su último suspiro.

Sospeché que todo era una treta de mis hermanos, para no compartir utilidades con un séptimo hermano, cuando me dieron un buen puñado de yens, me subieron en un tren a Tokio y ni siquiera se quedaron a despedirme.

Yo, fiel a mis votos de silencio, me quedé callado y me marché … sin decir nada.

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Al llegar a Tokio, sin conocer a nadie ni nada, me metí a una cafetería a ordenar mis ideas …estaba llena, encontré una mesa para dos vacía, pedí comida y refresco. Al poco tiempo, una señorita, me pidió compartir mesa, dije que si, se sentó y me dijo

-          Soy Miyabi- Azuka, mucho gusto.

-          Soy … Nishimoto, que tal está usted?

Para que le pregunté eso? Miyabi-Azuka, sin parar un segundo, durante tres horas y media me soltó todos sus problemas, desde la pérdida de pelo de su gato hasta la pérdida de su esposo que la dejó por su mucama, pasando por la devaluación del yen ante la subida del yuan ….

Yo, fiel a mis votos, no dejé de escucharla, ni mirarla a sus ojos, sin decir una sílaba, hasta que cuando ya cerraban la cafetería, me dijo:

-          Nishimoto, jamás un hombre me había prestado tanta atención, tanto tiempo, eres encantador, eres un excelente escuchador, y me deslizó un cuantioso billete en mi mano.

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Yo no entendí nada, pero me alojé en un hotelito cercano, y al volver a la cafetería, al día siguiente, habían tres mujeres esperando al Nishimoto “el Escuchador”, pasé 10 horas y media escuchando a las tres, que se hicieron siete y hasta diez al final de una semana …

Todas pagaban formidablemente bien, pero yo pasaba 21 horas en la cafetería y dormía tres, tuve que contratar auxiliares:

“Se necesitan hombres. Requisito: Saber escuchar” – decía el anuncio del periódico que me recomendó Azato – Kun el dueño de la cafetería.

Al mes éramos tres escuchadores, en un semestre, éramos quince. Al año compré la cafetería, le cambié el nombre a

 

良いリスナーの場所

(El sitio del buen escucha)

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A los dos años, era una cadena de trece cafeterías y un personal de 320 personas, la lista de espera era de siete meses, las mujeres de Japón viajaban de lejos para ser escuchadas metódicamente.

Cinco años después, aquí voy de regreso a mi pueblo natal, con dos maletas cargadas de dinero y cheques …. Voy a comprarle Nozomi Industries a mis hermanos u obligarlos a quebrar con una empresa mejor … ellos eligen ….

… la culpa la tuvo mi madre, Ai – Nozomi …. y esa locura de los microchips.

 

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