El primer caso de abducción de seres humanos por parte de extraterrestres se remonta a 1961, y tiene como protagonistas al matrimonio Hill: alucinados o abducidos? Sueño o paranoia colectiva?
El matrimonio Hill regresaba, una noche de septiembre 1961, en su propio vehículo a su hogar de Portsmouth después de unas vacaciones en Canadá.
Un detalle a tomar en cuenta, aunque pudiera no ser trascendental, Betty era blanca, Barney era negro. Algo poco usual en la época más encarnizada de la lucha por los derechos civiles de los 60s.
Regresando de este viaje, vieron una luz en el cielo, perdieron la conciencia dos horas y despertaron 50 kilómetros más tarde. Qué les pasó?
La Historia
El 19 de septiembre de 1961, mientras volvían de unas breves vacaciones, el matrimonio Hill, Betty y Barney, divisó una luz extraña en el cielo. Conducían, en esa noche despejada de luna casi llena, por una carretera de New Hampshire, que se abría entre altas montañas cubiertas de pinos, y la luz, del tamaño de un puntero láser, pudo haberse confundido con cualquier cosa: un satélite, un reflejo inesperado en el parabrisas, incluso una estrella fugaz.
Betty y Barney lo comentaron, divertidos, sin detener la marcha. Como estrella fugaz era muy rara: en vez de descender sobre las montañas, ascendía. En algún momento pareció quedarse quieta, y después comenzó a moverse junto al auto, un Chevrolet Bel Air de 1957. Los Hill descendieron la velocidad del auto para ver mejor. Delsey, su perra, que iba sentada en el asiento trasero, comenzó a ponerse nerviosa y a ladrar.
Por unos kilómetros, sin embargo, nada sucedió. O nada dentro de la anormalidad que experimentaban. El matrimonio pasó por Whitfield y por la aldea de Twin Mountain, y durante todo el trayecto la luz continuó siguiéndolos, imperturbable, con movimientos que parecían aleatorios y precisos a la vez.
A veces desaparecía detrás de un árbol o de una montaña para reaparecer al cabo de un rato. Betty, que era una aficionada a los libros de platos voladores, estaba asustada, pero Barney sostenía que era un avión comercial viajando rumbo a Canadá.
“¿Qué clase de avión hace eso?”, preguntó Betty.
Oyeron un bip, bip, y se durmieron con el auto en marcha. Cuando despertaron, no recordaban nada pero habían recorrido 50 kilómetros !
Historia de un matrimonio
Los Hill, todos coincidían en este punto, se llevaban muy bien. Betty, trabajadora social para el Estado, era la hija díscola de una familia conservadora de Nueva Inglaterra
Barney, hijo de un etíope esclavo, tenía 39 años en ese momento, traía dos hijos de un matrimonio anterior que habían congeniado con Betty muy bien, trabajaba para el servicio postal y poseía un coeficiente intelectual por encima de 140.
El y su mujer eran un extraño matrimonio mixto, con una vida social muy activa, a los que los unía intelectualmente la ferviente militancia en el campo de la lucha contra la segregación racial, por la cual habían recibido un diploma de manos de un funcionario estatal.
Calculaban llegar a su casa a las 2 o 3 de la mañana, pero cerca de las 8 30 pm, la luz comenzó a seguirlos. La perra gemía. Barney hablaba en voz baja. Betty tenía ganas de llorar.
Era el comienzo de una suave pesadilla.
De pronto, el objeto los adelantó, se detuvo, comenzó a acercárseles. Era enorme. Betty abrió la guantera del auto y sacó unos binoculares que se había llevado al viaje para ver las Cataratas.
Vio que el disco tenía una hilera de ventanas alrededor, y que había figuras detrás de los cristales. Estaban a un kilómetro y medio de distancia de Indian Head, una pequeña localidad conservadora, cuando la luz, que había desaparecido cinco minutos antes, se posó directamente encima del vehículo. Su visión cubría enteramente el parabrisas. Entonces oyeron el ruido.
Era algo como un bip, bip, que sonaba en la parte trasera del auto.
Se miraron para comprobar si el otro también lo oía, pero entonces el mundo se volvió lento. El aire, espeso. Los párpados le pesaban mucho, y cayeron dormidos ahí mismo, con el carro en marcha.
Al despertar, el coche seguía en movimiento y habían hecho 50 kilómetros de los que no recordaban absolutamente nada. Oyeron otra vez el ruido: bip, bip, pero ahora más espaciado, hasta que se detuvo.
Una luz en el cielo. Fue el comienzo de la pesadilla para los Hill.
“Fueron dos horas enteras”, diría después Betty en uno de los interrogatorios a la que lo sometió el Ejército. “Dos horas que perdimos por completo.”
El trayecto hasta su casa fue silencioso. Ni siquiera la perra, que era naturalmente bulliciosa, emitió ruido alguno. Entonces se ducharon y se acostaron y Barney le hizo prometer a Betty que no diría nada, a nadie, acerca de lo ocurrido esa noche.
Betty no le hizo caso: se lo contó a su hermana, que vivía a unos kilómetros y había tenido también una experiencia con “platos voladores”, y ella les recomendó hablar con la Policía de la Base Aérea de Pease.
Lo hicieron a regañadientes, y en poco tiempo recibieron el llamado del comandante Paul W. Henderson, bombardero y miembro de Project Blue Book, la entidad gubernamental que recogía todos los testimonios de avistamientos de ovnis en esa época. Henderson los escuchó, redactó un informe y no volvió a comunicarse con ellos.
El matrimonio evaluó la posibilidad de acudir a la prensa para hablar de lo sucedido. Pero Barney se opuso. Primero porque los tomarían por chiflados, como era común en esos casos. Segundo, porque se vería afectada su participación en el movimiento por los derechos civiles. Decidieron olvidarse del asunto.
Corría el año de 2008, un hombre de 57 años que vivía en Kasuya, Japón, soltero, minimalista, trabajador como todo japonés, creía que vivía absolutamente solo, en la más abyecta soledad … pero no era cierto.
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