Siglos antes, muchos siglos antes, la barba era símbolo de sabiduría y nobleza, y siglos después, más acá de allá, es símbolo de desaseo y falta de nobleza, y más tarde volvió a serlo de elegancia. y después pasó de moda y sólo los extravagantes la usaron y después los hippies rescataron la barba y el pelo largo. Hoy, no tenemos la más mínima idea de que demonios es símbolo la barba.
Nadie, ni siquiera los que usan barba, se imagina, lo que la barba ha atravesado a lo largo de la historia y el contradictorio simbolismo que encierra según las épocas y los lugares.
Parece tan fácil dejársela crecer. Y, sin embargo, la decisión de usarla encierra tantos significados que sólo una minoría de los mortales – ·entre los cuales se encuentran unas cuantas señoras desafortunadas- pueden ostentar este luengo adorno. Los demás preferimos resignarnos a la diaria rutina del agua caliente, el jabón y la Prestobarba de 135 usos (que deberían ser solo 7).
Ajá … y que ondas con la barba si casi nadie la usa?
Algunos colegios tienen prohibido el uso de la barba a sus alumnos y hay empresas que no la aceptan entre sus altos empleados.
Ha desaparecido de los cuarteles y los pocos sacerdotes que la usan son por ello tildados de comunistas, que es malo, o de capuchinos, que es peor. Las barbas son motivo de numerosas rencillas de familia entre un padre bien afeitado y un hijo de 18 años que le ha declarado guerra a la afeitada o viceversa.
No usan barbas los ministros, ni candidato alguno a la Presidencia se atrevería a lanzarse con barba de chivo.
La barba es el mensaje. La barba tiene personalidad. La barba quiere decir cosas. La barba es un medio de comunicación de masas barato y al alcance de todos.
Aporte de los barbados al progreso del mundo
En 1970, cuando estaba en pleno auge el hipismo, un famoso político norteamericano, tuvo una discusión con sus hijos adolescentes, que habían resuelto olvidarse de las tijeras y la Gillette. Resolvieron zanjar el asunto mediante un fácil expediente: consultarían los libros de historia para conocer los antecedentes de la barba. La investigación permitió establecer que, desde las épocas de Cristo, se ha usado pelo largo y barbas durante el 90 por ciento del tiempo. Por lo tanto, los excéntricos son quienes se afeitan, no quienes se niegan a parecerse en eso a las señoras.
No ha habido revolución importante en esta tierra a la cual no estuviera vinculada una barba. Cuando Moisés descendió del monte con los Diez Mandamientos, no apestaba propiamente a loción after shave.
Tuvo barba Cristo. La habían tenido Aristóteles y Platón. La llegó a tener Mahoma. Un hilo velludo colgaba del labio inferior de Confucio. Fue barbado Galileo, como lo fueron San Pedro, San Pablo y Santo Tomás. Darwin tenía barba. Shakespeare, Cervantes y Homero también. Y Miguel Ángel. Y Leonardo da Vinci, Freud era barbado.
Y lo era en extremo Carlos Marx. Lenin imitó a Marx, pero no tanto. Fidel Castro mostró claramente cómo es discípulo de los dos anteriores en materia capilar, y no lo es menos de otro barbudo célebre: Federico Engels.
La barba en el Oriente Medio y la media barba en el Oriente
No es difícil suponer que Adán era barbado, así no lo hayan caracterizado como tal muchos ilustradores. La reflexión es obvia: Cómo habría podido afeitarse el pobre si a Dios se le olvidó crear la navaja? De allí se deduce que los hombres de las cavernas eran también de pelo en pecho… y en mejilla.
La Historia Universal debidamente registrada nos dice que 1.200 años antes de Cristo los asirios llevaban acicaladas barbas, mientras que las mujeres de los asirios usaban velos tupidos para cubrirse el rostro, por lo cual no sería raro que también ellas usaran una modesta barbistilla. Bozo al menos.
Los egipcios, en cambio, se afeitaban a diario con cuchillas de cobre, pero se dejaban la barba cuando llevaban luto o emprendían viajes hacia tierras bárbaras. Ello debido a que los habitantes de las tierras bárbaras eran los bárbaros y los bárbaros, como su nombre lo indica, usaban barbas (o sea un concepto diferente a los bárbaros contemporáneos que son los que manejan buses en San Salvador). Unas barbas bárbaras.
Pero si esto ocurría en el Oriente Medio-donde, todavía hoy, los ayatollahs exhiben poderosas barbas-, en el Lejano Oriente la tradición no era distinta. Menos voluminosa, sí porque los orientales nunca han tenido mucho pelo que digamos.
El pelo en los albores de la civilización occidental
Occidente solo ha sido ajeno a la barba en periodos relativamente breves.
En la Grecia arcaica se usaban las barbas rizadas. Después les dio a los jóvenes por afeitarse - quién comprende a los griegos jóvenes?- pese a lo cual los viejos siguieron llevándola por razones de nobleza y dignidad.
Durante muchos años los romanos también se enorgullecían de sus barbas. Sólo los esclavos se afeitaban, lo cual era considerado de pésimo gusto.
Pero dos siglos antes de Cristo apareció un señor llamado Scipio Africannus, quien contrató una legión de bárbaros y procedió a rasurar a una parte del imperio. Digo una parte porque los esclavos recibieron orden de dejarse la barba, para poderlos discriminar y molestar. Hay que decir que los barberos de Scipio Africannus descubrieron la afeitada con agua tibia. El agua tibia ya para entonces había sido descubierta, pero no podría asegurarles dónde.
Hasta la fecha de hoy
Ninguna, que se sepa , alcanzó sin embargo la longitud de la barba del francés Jules Dumont, que en 1911 medía 3 metros con 95. Ninguna fue tan famosa, tampoco, como la de Janice Deever, la mujer barbada, que en 1884 medía 28 centímetros.
Pero todas fueron resultado de un nuevo romanticismo. Porque la barba es esencialmente romántica. como las lágrimas o los sonrojos. Si es cierta la teoría de los ciclos históricos, dentro de algún tiempo volverán a reinar las mejillas rasuradas, desaparecerán las barbas y se esfumarán las patillas.
Por un rato, no más ...
Y ya lo era en aquellas doradas y convulsionadas épocas de finales de los setenta y albores de los ochenta, una Radio Femenina que proyectaba, desde el muy humilde y proletario AM (era todo lo que había ..men) …
Resulta que a la temprana edad de diez años me di cuenta que lo físico no era lo mío… era gordito, usaba lentes, brackets móviles, era pésimo jugando al fútbol y mi papá me peinaba con fleco hacia el costado con vaselina, usaba zapatos ortopédicos y carita de regalón… el combo perfecto del fracaso.