Próculo Castaño nació un 29 de febrero —fecha que solo se presenta cada cuatro años—, circunstancia que su padre, Toti Castaño, aprovechó para que en la Alcaldía, le pusieran como fecha de nacimiento el 1 de marzo, en honor al natalicio de Justin Bieber.

 

Sin embargo, Próculo desde muy pequeño se valió de este detalle para festejar su cumpleaños tanto el 1 de marzo como el 28 de febrero (y el 29 en años bisiestos), exigiendo a sus padres, familiares y amigos doble festejo de cumpleaños con doble pastel, doble regalo, doble fiesta, doble etc., volviéndose una persona abominable desde muy temprana edad.

Cuando tenía 8 años, su madre, Agripina del Monte, le contó que él había nacido por cesárea a los seis meses de embarazo. A raíz de esto, Próculo también comenzó a celebrar su cumpleaños en el mes de junio, para cumplir con la fecha en la que hubiera nacido en un proceso de embarazo y parto normal. Aunque tal situación le trajo severos conflictos cuando empezó a creer en el horóscopo, ya que no sabía con certeza de qué signo era ni cuál de sus múltiples cartas astrales era la correcta.

A los 12 años, Toti y Agripina, le confesaron que el motivo de la cesárea fue que él había desarrollado un tamaño excesivo dentro del vientre que no dejaba lugar a su hermano gemelo, el cual, obviamente, nunca llegó a nacer. Esta revelación resultó un poco traumática para Próculo, quien desde entonces en sus festejos comenzó a tomarse siempre unos minutos (antes de soplar la vela) para recordar a su hermano no-nato, al cual, sin motivo aparente, decidió llamar “Henry”, Henry Castaño.

De adolescente, Próculo se aferró a lo grotesco de su caso para desarrollar un cuestionable modus operandi a la hora de seducir chicas: a todas les preguntaba su signo zodiacal y usaba esto como trampolín para contar que él tenía tres o cuatro fechas de nacimiento y varios signos zodiacales, nació prematuro a los seis meses de embarazo. “A las mujeres les gusta lo exótico”, se justificaba el energúmeno.

A los 21 años conoció al cacique Toal Topu de una extraña tribu y probó la ayahuasca, un enervante espiritual y sensorial con gusto a caca. Próculo consideró esta experiencia sensorial y espiritual una especie de renacer, un despertar de la conciencia que era en sí misma un nuevo nacimiento, motivo por el cual empezó a celebrar este aniversario dándole ayahuasca a los invitados de su fiesta (que nunca superaba los cinco asistentes, de los cuales la mayoría nunca volvía a hablarle).

A los 26 perdió la virginidad con una dama “del oficio”, acontecimiento que también festejaba cada año llevando a sus invitados a algún prostíbulo. Un año quiso llevar a debutar a sus primos de 15 y 16 años, por lo que distintas ONGs y agrupaciones religiosas, gremiales y ambientalistas, entre otras, se organizaron para agarrarlo todos juntos a las patadas. Tras el escarmiento estuvo internado dos días, y sí, también dijo volver a nacer cuando le dieron el alta.

Pero su parto más significativo ocurriría aquella tarde en que fue a una sorbetería a aprovechar una promo de 50% descuento en una libra de sorbete de menta granizada para todos los que cumplieran años ese día. Próculo le pidió la oferta a una empleada y ésta le pidió el documento para verificar la fecha de nacimiento, a lo que él comenzó a explicarle su estrafalaria historia. La empleada insistió en pedirle el DUI. Obviamente las fechas no coincidían. La empleada se negó a darle la oferta.

“Señor, esta no es su fecha de nacimiento o este no es usted, por favor retírese o llamo a la policía”, se le plantó la empleada. Próculo se sintió ofendidísimo y furioso, nunca nadie le había negado su identidad ni había contradicho su natalicio.

 

Lleno de ira, abrió un freezer y empezó a arrojar potes de helado contra los empleados y vidrios del local, empezó a tirarle conos a los asistentes, tratando de clavarle la punta entre los ojos.

Tras el incidente en la sorbetería, Próculo fue forzado por la justicia a recibir ayuda psicológica. Es así como conoció al Lic. Chafoski (sociólogo), quien en un diagnóstico apresurado y con un tratamiento poco convencional, sugirió a Próculo que, por cada vez que él había “vuelto a nacer”, ahora debía “volver a morir”, desandando paso por paso el camino construido con sus múltiples nacimientos, velando a cada nueva identidad para volver al principio; un reset o F5 existencial, digamos …

Próculo accedió al tratamiento y, bajo autorización médica, logró alquilar una sala velatoria por dos años consecutivos, todos los días de 20:00 a 00:00. Con este ritual se despedía cada jornada de alguna nueva vida que él decía haber adquirido. Solía crear eventos de facebook para mandar la invitación a sus contactos y hasta hacía transmisiones Facebook live en vivo de sus funerales en los cuales él permanecía quieto en el cajón durante las cuatro horas del mismo. También contrataba un servicio de lloronas profesionales, que le daban a sus velorios un poco más de dramatismo. Tal vez lo más raro de esta rutina era cuando a las 00:00 todos terminaban con el velorio y se iba a algún bar a tomar algo hasta reencontrarse la noche siguiente.

Una vez concluido el ciclo de funerales en el que se presentaron más de 500 bandas, 300 artistas gráficos, 700 fotógrafos, 140 tatuadores, 80 food trucks, 20 dealers y demás emprendedores, Próculo pudo sanar y volver a su versión inicial, la de su DUI, la que su padre Toti Castaño quiso para él.

Sin embargo, su extraordinario nivel de endeudamiento a causa de estos costosísimos velorios lo forzó a hacerse de una identidad falsa y huir del país con pasaporte chafa, iniciando una nueva vida en tierras mexicanas…

… bajo el nombre de Cristian Castro.