Qué se le puede regalar el Día del Padre al Supremo Creador, Señor que lo tenía todo, que lo sabía todo, que lo podía todo?
Ese era el suplicio de Adán, cada año, cada vez que se acercaba el Día del Padre, los sufrimientos para tratar de imaginar lo que podía agradar al Supremo Creador, su Padre, era un verdadero dolor de gónadas para el pobre Adán.
Era lo único que realmente le molestaba del Paraíso.
Tenía frutas en abundancia con las que podía hacer tutti frutti sin pagar impuesto al valor agregado, ni tener que pagar extorsiones a los que merodeaban el mercado, dormía abrazado a tigres peludos que lo calentaban de noche; se asoleaba en playas blanquísimas donde no había turistas gringos, ni surfistas, ni latas vacías de cerveza; se echaba unas siestas divinas en los prados sin temor a que lo asaltaran las pandillas.
El Paraíso era un lugar era bastante bueno. Ambiente distinguido y atención esmerada. Cinco estrellas. Pero cuando se aproximaba el mes de junio el Paraíso se convertía en un infierno para el pobre Adán: que regalarle este año al Padre ?
Con el Día de la Madre, como es parte de la sabiduría popular, no tenía ningún problema.
En años anteriores había regalado piedras preciosas, pieles curtidas, bosques de naranjos, loras amaestradas que cantaban el hosanna, la camiseta oficial del Firpo, un par de canguros que hacían malabares al ritmo del Kyrie; todos regalos que había generado amplio regocijo en el inmenso corazón del Padre.
Pero ya la imaginación se le estaba agotando. La última vez duró casi dos meses echándole cabeza a un posible regalo y lo único que se le ocurrió fue un miserable ramo de flores. El regalo era tan obvio que equivaldría, en nuestro tiempo, a obsequiar un certificado de regalos de 5 dólares. El Padre Eterno lo recibió con fingido agradecimiento, y Adán se dio cuenta de que el Creador se molestó.
No era para menos. Adán le salía el Día del Padre con un improvisado manojo de margaritas, cuando el mundo entero estaba cubierto de flores en aquellas épocas y los dinosaurios se alimentaban de otros dinosaurios menores, boqueaban jocotes y se perfumaban el aliento con orquídeas, las panteras negras se abstenían de comer demasiado mango dulce sólo para evitarse las hilachas entre la doble hilera de colmillos.
La próxima vez —pensó el Señor— Adán tendría la desfachatez de regalarle un paquete de par de calcetines negros con pañuelo o un bote de suplemento alimenticio con zinc.
Después del ramo de flores, el Padre Eterno resolvió que Adán necesitaba una compañera. Algunos ángeles —los caídos— comentaron que se trataba de una venganza; otros dijeron que el Creador lo hacía por el principio de que dos cabezas piensan más que una.
Una tarde en que Adán dormía siesta, vino el Padre y le sacó una costilla, le hizo un par de adendas generosas, sopló con su aliento Divino y surgió una hermosa mujer, Eva, que lo primero que hizo fue venir a despertar a Adán para que le diera el dinero del gasto.
En un principio, se llevaron bien, así transcurrían los días, un par de meses después, Eva notó poco cariñoso a Adán. De ahí Eva se pasó al mal genio.
No tardó Eva en averiguar, valiéndose de artimañas femeninas, que se aproximaba el Día del Padre y que eso provocaba la neurosis de su marido.
Decidió ayudar a Adán a salir de ese embrollo.
Eva era amigable y buena onda y había armado buena relación con algunos animalitos del Paraíso, preferentemente ratas, murciélagos, alacranes, sapos, lechuzas y una serpiente platicona que acabó por convertirse en su mejor amiga.
Un día que andaban de chambre, la serpiente le preguntó:
—Es cierto que Dios les ha prohibido comer de algunos frutos del
jardín?
—El Señor nos ha autorizado para comer de todos, salvo aquel árbol que
se halla en medio del jardín y del cual nos ha advertido que moriremos si
probamos su fruto.
Ese árbol era un manzano y la serpiente, que estaba al tanto
de las preocupaciones de Adán y Eva con el Día del Padre, pues era el demonio hecho culebra, le
sugirió en voz baja a la mujer:
—Estoy segura de que el árbol prohibido solucionará el problema del
Día del Padre. Haréis con su rojo fruto un exquisito pastel (la serpiente no
dijo torta, ni “quieque”, sino pastel, porque no había tomado clases de inglés) y lo llevaréis
como obsequio al Señor tu Dios.
Eva se asustó al principio y dijo que no!! No podía desobedecer a Yavé. Pero la culebra era muy viva, tenía astucia por trabajar en la Asamblea y la convenció de que el Padre Eterno les había prohibido usufructuar el árbol aquel en provecho propio, pero en cambio no se opondría a que le hornearan un buen pastel y se lo ofrendaran en su día.
La serpiente acabó por convencer a Adán y Eva de que ese era el regalo ideal. Y fue así como el Día del Padre se aparecieron ambos ante el Señor con un rico “pie” del Bien y del Mal. Pero Dios, que se preciaba de severo en materias de disciplina y además andaba afectado de diabetes, por lo que no era dulcero, montó en cólera, les tiró el pastel, los condenó a padecer y revertir en polvo y los expulsó del Paraíso, sin siquiera haberles sacado amarilla previa.
Desde entonces es de muy mal gusto regalar pastel de manzana en el Día del Padre.
Un Gobierno es un Gobierno,
no es designio
de Dios, sino del pueblo.
El internet y los políticos nos han generado una aureola de ignorancia terrible, patética para nuestra formación cultural. Para colmo de males, lo que el internet nos cuenta, lo compartimos y las idioteces que dicen nuestros políticos, las repetimos …como si fueran verdades.
Para el primer beso, según vimos ayer en este mismo blog, todo se sabe pero nada se conoce … necesitamos un Manual de Instrucciones !