Hey, ustedes se acuerdan de la primera vez? . Seguro que sí, seguro que como a mi les ha quedado un recuerdo imborrable.
Estoy hablando del primer beso, a mí, de momento me ha quedado una pequeña cicatriz en la parte de la espalda donde esta pierde su casto nombre, que se usa para sentarse y que es más comúnmente conocida como culo.
Esto de la primera vez sigue un protocolo, un orden más o menos predeterminado. Se empieza por el beso más o menos casto y más o menos mal/bien intencionado y se acaba por el más lujurioso de los “chaca chacas”. Pero para eso que solo sucede en el mejor de los casos, tenés que tener la suerte del que gana la Lotería o la astucia de un ex Ministro de Gobernación, que cuando el billete no se había vendido o no aparecía, se lo mandaba a imprimir … para sus huesos.
El primer beso suele ser fugaz. Pero fugaz fugaz. Fugaz en todos los sentidos. Tanto que a veces ni siquiera te enterás que ya diste el primer beso.
El lugar, uno cualquiera, normalmente apartado pero casi siempre el mismo, en el pasillo de salida, detrás de la puerta … y si los efectos especiales aumentaban, en el baño de visitas, pero sin encender la luz ni jadear mucho.
Estos lugares no han cambiado mucho generación tras generación. Esa es era de las razones por las que nos cachan siempre.
El primer beso acababa muchas veces en un cabezazo por pura cuestión de azar o por mi caso específico, de ser tan cabezón. El acercamiento era rápido, el alejamiento también. Con los ojos bien abiertos, si los cerrabas te rompías los dientes con la susodicha o le terminabas dejando marca indiscutible en el labio.
El beso a veces, era tan leve que ni sonaba. Otras veces sonaba demasiado, Audio High Definition por llamarlo de alguna manera más contemporánea. A veces sonaba tanto que todo el mundo miraba. Otras veces, uno de los dos se retractaba y volvía la cabeza para atrás y el otro estiraba los labios al aire buscando en vano, adelantando la cabeza tanto que a veces tenías que dar un paso adelante para no perder el equilibrio y caerte literalmente de trompa. Luego afectaba a los dos un pudoroso rubor que solía ir acompañado de un incontenible ataque de risa floja.
Esos eran primeros besos que se iban “ligeramente desviados”.
Antes de entrar en tu casa te mirabas en todos las vitrinas de los comercios, no fuera a ser que algo de tu morfología hubiera cambiado, no fuese a ser que se notase. Te sentabas a cenar y tenías la impresión de que todo el mundo te miraba.
Luego venía el beso en la boca. Ese ya era diferente. Los labios apretados, a veces tanto que se quedaban blancos. Los ojos muy abiertos. Eran también besos rápidos, apresurados, robados algunas veces. Al retirarte también te daba la risa floja pero más disimulada. Salías corriendo de la casa de tu noviecita, porque en la esquina estaba “la barra” Y estaban esperando que llegaras para contarlo.
Bien decía el poeta Roberto Cea: “Hacer el amor y no contarlo, es como ponerse traje nuevo y no salir de casa”.
A tu novia le seguía pareciendo muy poca cosa pero tú te seguías yendo a casa como caminando entre nubes. Antes de entrar en casa te restregabas bien los cachetes, no fuese a notarse algo. En la mesa, te sentabas a cenar y tenías la impresión de que todo el mundo te miraba.
Los que ya eran más espectaculares y un avance extraordinario en la experiencia sexual eran los besos con lengua. Manoseos aparte, que los podía haber en los otros besos, en estos lo que había era mucha saliva.
Una de las primeras cuestiones que aprendí del beso con lengua era la razón por la que se le llama también “de tornillo” aunque quizás hubiera sido más correcto llamarle “de taladro”. También recuerdo haberme casi asustado más de una vez al ver tan cerca de mí el ojo de ella. Sobre todo con el de una morena de ojo inmensamente grande y verde, muy verde, muy grande. No, no es que ella solo tuviese un ojo, pero es que a esa distancia solo ve uno y medio grotesco les diré.
Bueno, si te pones bizco ves los dos, pero muy borrosos y al fin y al cabo no es esa tu intención. Ver los ojos digo. Ah, se me olvidaban los ruidos que se oyen, los jadeos no son exactamente consecuencia de la pasión del momento, sino de las dificultades para respirar o tragar
Volvías a casa sonriendo de oreja a oreja, pasabas por donde te esperaba “la barra”, te mirabas en un escaparate. En la cena seguías teniendo la impresión de que todo el mundo te miraba.
Pero hubo un primer beso letal, buscamos un lugar apropiado, saliendo de su casa, cercano a su jardín, de espaldas no veía nada, su papá era militar, de alta graduación y botas de uniforme de gala, de aquellas puntudas, de charol.
Estábamos con su hija en el beso 3 plus, para ser más específicos, en silencio y en medio de la noche oscura, el Tata me pegó una patada salvaje en la zona que describo en el segundo párrafo de este relato.
En el hospital, mientras me cosían y curaban la zona …
… tenía la impresión de que todo el mundo me miraba.
Esta es la carta desesperada de amor de un Doctor, que por estar en primera línea, casi no ha tenido día libre por la emergencia del virus, para poder visitar a su amada, una enfermera (María Cetamol Carías) de otro hospital a 250 kilómetros de distancia …él se llama Dr. Hipócrates Tadeo Juro, pero firma como Dr. Hipócrates T. Juro.
Esa es la principal característica de las pilas. Que son como el papel higiénico, las toallas sanitarias, o como la paciencia de las madres; solamente nos acordamos de ellas cuando se acaban y no tenemos ninguna a la mano. Tú estás escuchando tu walkman lleno de felicidad y de repente Justin Bieber se convierte en la Just In and not Sober: se oye cantando como borracho de cuneta.
Hay personajes, que trascienden la nacionalidad y se vuelven universales, Mafalda no es solamente argentina, Condorito no es solamente chileno, Pepito es tan español como propiedad de los iberoamericanos … Chespirito (el Shakespeare chiquito) trascendió fronteras mexicanas para ser universal.