De todos los héroes de mi infancia, nunca fui muy adepto a Supermanes ni Batmans ni Capitanes América, aunque mi incipiente pubertad me hacía un poco “fan” de la Mujer Maravilla, por razones hormonales obvias, mi “héroe” particular era mi tío Heráclito.
Tío Heráclito era policía, bah… más bien detective, policía no, porque los policías eran mal vistos por mi grupo de amigos, en cambio aquello de “detective” era más rimbombante y despertaba admiración…
Una mañana, apareció el tío Heráclito por mi casa, de repente, porque si y me preguntó a quemarropa
“Tenés una lupa ? Tráemela!”
Fui corriendo porque era casi una orden, a pesar de que a mis once años solo tenía de aquellas lupas de plástico con regla al final, inocente, amarrada en una silla mientras el sol le prendía fuego a un escarabajo …
- Vení conmigo- dijo el tío Heráclito, y yo emocionado, lo seguí presagiando alguna aventura. Llegamos al área de cabarets y burdeles de la ciudad, eran las diez de la mañana, tío Heráclito tocó en una puerta, salió una gorda con olor a ajo…
- Como andas Lolipop? Está la Polaca?
- Dormida Heráclito, pasá que ya la despierto…
Era mi primera entrada a un burdel, aunque no mostraba nervio alguno, iba con mi tío Heráclito…
Apareció al ratito una joven grandota, blanca rubia, pecosa, no era linda como yo me la imaginaba a los habitantes de estos lugares, era llamativa nomás, tenía una cara de dormida, crítica…
- Cómo estas Heráclito ?- preguntó la Polaca
- Bien, vengo por lo del abogado… el asesinato.
- Que no se solucionó eso ya? Fue Giovanni el que lo mató y anda huyendo de la policía hace un mes…
- Sí, pero como vos tenías que ver con el abogado, sólo vengo a hacer un chequeo de rutina – se justificó tío Heráclito a ver, mostrame el cuello… increíblemente tío Heráclito, sacó mi lupa escolar y empezó a revisarle el cuello a la mujer…
- Mmm… por aquí ha andado gente… dijo mi tío.
- Co…cómo ? – preguntó la Polaca.
- Son huellas, huellas digitales – mi tío siguió por los hombros.
- Son huellas de hombre, moreno 29 años, estas huellas son de anteayer por la noche…
- No puede ser-dijo la Polaca
- Y sabes qué? Estas huellas son de Giovanni, son las mismas que tengo allá en la Policía, querés verlas ?
- Pero … pero …. si yo me duché, me froté… lloraba la Polaca.
- Las huellas digitales de un hombre en la piel de una mujer duran, sin alterarse hasta setenta y dos horas, si tienen menos de 72 horas de estar marcadas, vos sabés donde está escondido desde hace un mes …. -dijo muy seguro tío Heráclito.
- Yo le dije que se pusiera guantes- lloraba la Polaca.
Mi tío habló a la policía, que pasaran a buscar a la Polaca por complicidad en ocultar al autor material de la muerte del abogado (el tal Giovanni).
Heráclito, le acarició la cabellera teñida como diciendo “tranquila, vos salís rápido” y nos fuimos…
Cuando salíamos, llegaba el carro patrulla, y sacaban a la Polaca para someterla a interrogatorios y afines.
- Tío- le dije con mi ingenuidad- pero aquí hay un error, que yo sepa las huellas digitales no se marcan sobre la piel humana, según yo sabía…
- Pero ella no lo sabía- dijo mi tío- muchas veces el éxito en esta vida detectivesca no se trata de saber más que los demás, sino hablar con los que saben menos, para hacerlos confesar y comprobar la hipótesis que uno ya tenía en la cabeza, esa es la lección de hoy sobrino …
… y dejó ir un escupitajo verde que quedo adherido en el retrovisor de un carro parqueado como recuerdo nauseabundo e indeleble de una infancia que se me escapó ….
A raíz de recordar el 29 de septiembre pasado, los casi cuarenta años de la muerte de Albino Luciani, Juan Pablo I, tras ser Sumo Pontífice solo 34 días, comienzan a reflotar dos preguntas:
Al fin tenemos una excusa distinta a “yo pasando iba y estos … a saber … la agarran con uno”, que decora los noticieros de nuestras radios y TV cada vez que atrapan a un ladrón, hoy la onda son los genes.
Ya empezaron a caer
a caer, a caer
como mangos bien maduros
a caer, a caer …