Estaba en aquella edad de los “despertares”, en la secundaria, todos éramos muy compañeros y amigos, crecimos en un instituto de enseñanza mixta, desde Kinder … éramos felices !

Un día Rosa, una compañera muy querida, se me sentó en la falda, porque la grada donde estábamos todos sentados, ya estaba llena. Era algo que hacía a menudo. Yo era un gordito ñoño, con lentes, frenos y el pelo lamido de vaca, peinado hacia el costado.

Pero era muy gracioso y charlatán. Cuando me ponía a contar chistes o anécdotas, varios me prestaban el oído y la Rosi se me acercaba porque era la que más se reía con mis elocuencias. Nunca la había visto más que como una compañera, de la que era muy amigo. Pero aquella vez no pude terminar el relato. En cuanto se sentó sobre mí y me abrazó por el cuello, inmediatamente pasé mi brazo por su cintura y algo me impidió seguir de charlatán de feria.

Un calor interesante me sumió en una dulce zozobra. Una esquizoide lombriz comenzó a bucear por entre mis calzoncillos de Spiderman y a generar una reconfortante incomodidad entre mis piernas. Como el impulso del animal hacia lo desconocido, quité de inmediato la presencia de Rosita sobre mi falda y cambié rotundamente de tema, como para disimular.

Llegué a mi casa y sin dejar de pensar en la Rosi me fui al baño, me bajé los pantalones y ahí vi el motivo de la incómoda situación… el asunto estaba erecto y no tenía ganas de hacer pipí. No sabía qué hacer, le puse llave al baño, si mi mamá me veía me moría de la vergüenza.

Toqué un rato el cosito y me generó más placer aún. Pero no sabía qué hacer para que se bajase. Mi papá, conservador, católico ortodoxo y de derecha, no nos había hablado de sexo aún. Así que, como lo sentí calentito, me senté enla tina, abrí el agua fría, me puse a pensar en comida y esperé hasta que todo volviera a la normalidad. Salí del baño y el almuerzo de hot dogs con coca cola me ayudó a olvidarme del asunto. Luego de la siesta me puse a jugar al Mario Bros y por la noche ya no recordaba nada del fatídico episodio.

Pero me pasó otra vez al día siguiente, cuando María Laura, me tomó de la mano para que camináramos juntos las últimas dos cuadras hasta el Instituto.

Tenía que hablar con Iván. Iván tenía un hermano más grande y andaba todo el día con llaveros porno y almanaques de mujeres desnudas. Si mi mamá se enteraba de que andaba mirando esas cosas, me mataba, así que casi que ni me juntaba con él.

—Tenés que hacerte una paja —me dijo Iván.

—Una qué? —le pregunté a punto de reírme por lo extraño de la frase…

—     La paja, idiota, no te has masturbado nunca? —y los ojos de Iván comenzaron a abrirse enormes mientras una sonrisa de diablo le arrancó a virar la boca para reírse.

–        Sí claro que si pasmado, como no voy a haberme masturbado? —intenté zafar.

—     A ver cómo se hace? —apostó fuerte el mala leche.

—Te hacés para adelante y para atrás el cuerito del pito hasta que te hace cosquillas todo el cuerpo —saltó desde atrás como un campeón Darío, mi amigo del alma, el salvador…

—Claro, obvio —dije como un estúpido para aseverar el dicho de mi amigo.

Titubeamos un segundo y sonó el timbre…

—     No te has manoteado jamás el ganso , cierto? —me preguntó el Darío con sabiduría de un hombre milenario.

—     No… Qué carajo es eso? —respondí medio avergonzado.

—     Vamos que ya te cuento —me dijo mientras me llevaba hacia el aula de clases que tocaba entre risas cómplices.

Me explicó todo con lujo de detalles, desde la cuestión autómata, hasta el asunto de parejas y la fabricación de bebés ….

Así que me alisté, para esa noche, en mi casa, cuando todos durmieran, emprender el acto … pero fue imposible, me dio pánico … no pude.

No pude dormir, lloré toda la noche, pensé que era un fenómeno o a saber que, la madrugada me encontró envuelto en lágrimas, en estado de shock. Fue imposible que mi padre no se diera cuenta. Se acercó a mi cama, me hice el dormido…

—Martín… qué pasó? —me dijo con voz de madrugada mientras yo hacía fuerza para cerrar los ojos —No te hagas el dormido que no te sale… contame. —Yo seguía callado, pero le hice una negativa con la cabeza, entonces me hizo una caricia y fue peor, eso desató el nudo y las lágrimas brotaron a borbotones

—Vení, vamos los dos al jardín y me contás así no se despierta nadie.- me dijo Papá.

Ahí le tuve que contar todo con lujo de detalles, me palmeó el hombro y me habló tranquilo y sabiamente ….

-          Sabés que? Mañana vamos a comprar tu primera chaqueta.

-          Mi primera chaqueta? – pregunté.

-          Claro … te explico, tal vez todos esos pasos previos, te los va a explicar tu propio instinto, y vas a poder … tranquilo, ni te vas a quedar ciego ni bizco, ni te van a nacer pelos en las manos, pero esa no es la solución … va a volver la inquietud, una vez, otra vez, otra vez más, necesitás fijarte en las chicas, de otra manera, ya como señoritas, con mucho respeto, eso si, y que ellas se fijen en ti … como un joven maduro, para eso te va servir tu primera chaqueta.

Al día siguiente, mi papá me compró un blazer muy elegante gris negro, mi primera chaqueta, que con o sin corbata, con o sin jeans, me ayudó a ganar prestigio “Martín ya tiene chaqueta”, perder el miedo … y poder hablar sin vergüenzas con todas mis guapas amigas …

Así conocí en una fiesta a Ethel, fuimos novios varios años y hoy es mi esposa …

… para felicidad de ambos.

… aún conservo la chaqueta.