Su nombre es Victoria, y logra enloquecer al muchachito de esta historia, por cosas diversas …

Su relación no tiene futuro, pero si un pasado considerable para que Él, al que llamaremos en adelante Danilo, mantenga una prospera esperanza sin por eso intentar un solo avance. Victoria es una mujer moderna, y duerme con dos hombres, a veces con tres (no todos a la vez), al mes …

Danilo es enfermero y Paramédico graduado, con honores, pero ejerce poco, y lo usa más bien de hobby, por lo cual trabaja en un periódico donde es compañero de Victoria.

Un jueves Victoria llega al trabajo más nerviosa de lo usual. Rasca sus uñas, raspando la pintura. Danilo no pierde la oportunidad, y durante el break del almuerzo logra sacarle que su familia le pidió que cuidara de su padre el fin de semana largo, puesto que los encargados de tal tarea, tienen un compromiso “improrrogable”. Ella continua confesándole que no tolera estar mucho tiempo a solas con su Padre; que lo ama pero está muy enfermo, y no se mueve de su cama, pero eso no lo hace más fácil, “vos me entendés, no?”

Por supuesto, Danilo la entiende, o al menos lo suficiente para que unas horas más tarde, mientras imprime unos resúmenes, Victoria se acerque hasta él para consultar si no le molestaría acompañarla a cuidar a su padre.

Al otro día ambos concurren al trabajo con sus maletas ya listas. Su jefe los autoriza a salir temprano, para así llegar antes del anochecer.

Danilo se encarga de llevar el equipaje hasta las habitaciones. Mientras camina piensa que hay un exceso de pasillos y habitaciones, y cae en la cuenta que dormirán en habitaciones separadas.

 

 

Luego ella lo lleva a conocer a su Padre, Don Arturo, un hombre postrado por el cigarrillo, el alcohol o el trabajo. Ciertos caprichos de la enfermedad de su padre ponen incómoda a Victoria, quien hace todo su esfuerzo por mirar al suelo o al techo. Lo ama, o hace el esfuerzo suficiente por hacerlo.

D no termina por entender cuál es su dolencia, pero pareciese ser algo hepático, lo cierto es que Don Arturo se ve fatal, sobre su silla de ruedas y amarillo.

Ella pide a Danilo que lo cuide un rato mientras busca unos remedios. Intercambia algunas palabras con Don Arturo, pero se trata de una de esas personas que habla más con el silencio y los ruidos de su cuerpo que con las palabras.

A la mañana siguiente se despiertan temprano siguiendo el cronograma médico. Los doctores aconsejan que Don Arturo reciba cinco inyecciones diarias, tres dosis de crema y varias pastillas de varios colores a lo largo del día. Danilo se encarga de todas ellas, incluso de los pañales, lo que pone muy contenta a Victoria.

Para el mediodía todo parece mejorar, y comparten ciertas charlas que ilusionan a Danilo. Desgraciadamente, cuando cree estar haciendo un poco de progreso suena la alarma del reloj o del celular de Victoria, y es momento de atender a Don Arturo. Cada vez que regresa encuentra a Victoria en otro lugar de la casa y  haciendo alguna tarea del hogar.

El domingo Victoria mantiene su rutina de cambios, y Danilo se encarga de cambiarle los pañales a Don Arturo o darle su ducha de jabón hipo-alergénicos Agujas, apósitos y guantes, termómetro,  gotero y hasta lociones para la piel, y Don  Arturo no pronuncia una sola palabra.

 

Como si se tratara de magia y disfrutan de una ventana entre medicamentos que los deja compartir una cena tranquila. Será por la música o por el vino, pero tienen la necesidad de hablarse cerca, demasiado, tanto que Danilo siente como a ella le tiemblan los labios gruesos y oler ese perfume dulce que ella solo usa cuando…

… Suena la alarma, y Danilo casi golpea con el puño la mesa. Corre por el pasillo y al entrar a la habitación toma las piernas de Don Arturo y las unta con la pomada verde de las once; no pide permiso para tocarle, tampoco lo saluda o pregunta cómo se siente. Teme volver a perder a Victoria. Antes de salir nota que Don Arturo lo mira fijo, sin pestañar y con las iris oscurecidas. Danilo lo siente tieso …

Intenta alguna que otra maniobra de resucitación, hasta convencerse que no había lugar para el error. Don Arturo está muerto …

-          Tengo que decirte algo – le dice Danilo

-          Antes yo-  dice ella al verlo entrar.

 

Lo sienta junto a ella en la cama. Danilo mantiene su silencio, primero por cobardía, y luego por pura sorpresa. Victoria no se detiene un segundo, lo marea, y Danilo solo capta que en el amor siempre hay más mérito en el accidente que en los propios aciertos. Su primer beso es como el de dos sopapas frotándose, pero terminan por acostumbrarse. Hacen el amor bajo las sabanas, sudando.

Cuando terminan se quedan dormidos más profundamente que nunca. A la mañana siguiente Danilo se levanta y sin decir una palabra camina hasta al baño. Se da una ducha fría, y hasta siente ganas de cantar. No lo hace, pero tararea.

Desayunan juntos, ambos con lentes y con un vaso de jugo. A la siguiente alarma Danilo se levanta y va a ver cómo está Don Arturo, que sigue en el mismo lugar donde lo dejo anoche, tal vez con la piel menos amarilla. Ese era el momento para que Danilo acomodará al difunto, y simular un ligero trote hasta Victoria.

Toma una decisión y al volver hacen el amor bajo la sombra, y con cierto esfuerzo, lo repiten en la habitación.

Con cada nueva alarma Danilo se dirige a la habitación, se sienta a los pies de Don Arturo, y espera. Nota que el difunto tiene los dedos rígidos, la piel gris o morada, y que cada vez se hincha más y más.

Pasa un día, y Danilo promete que ese sería el último. Sin embargo, al otro día mantiene su rutina, y hasta gana más tiempo al convencer a Victoria de que él se encargaría de todo cuanto otro problema surja, que no era necesario que entrará la habitación.

D se mantiene ocupado entre las alarmas. Cogen, copulan, fornican, y en honor a la Madre Patria, follan. Toma algo de aire, y aprovecha cualquier oportunidad; sabe que solo tiene hasta el martes a la tarde.

 

Pero Danilo es también un hombre con cabeza. Piensa, y piensa mucho cuando va al baño, a la cocina a buscar un vaso de agua, o en algún momento de soledad. Siente que quizá no debería hacerle eso a Victoria, aunque luego se justifica en su amor, y cuando este no basta recuerda que ningún de los dos sabe qué carajo son en realidad. Posiblemente esa era su única oportunidad, y con eso bastaba.

Antes de almorzar, Danilo se excusa que debe que ir hasta el pueblo a comprar unas cosas. Maneja hasta la entrada de la finca y estaciona detrás de unos árboles, con la trompa mirando hacia la casa. Enciende otro cigarro, y otro, mientras espera que sean las doce y media. Sin nadie en casa, Victoria tendría que llevar las pastillas de metronidazole a su padre. Pasan cinco minutos, diez minutos, casi media hora, y Danilo no se decide a entrar. Piensa que tarde o temprano alguna señal indicará que debe entrar: algún portazo, un silbido entre los árboles, o Victoria corriendo hasta la entrada … nada

Al entrar a la casa Don Arturo está muerto y Victoria ya llamó a la ambulancia y al resto de su familia. Danilo la abraza tímidamente, pero ella debe hacerse cargo de todo el funeral. Nadie hace preguntas por el estado de Don Arturo, dando por sentado que su enfermedad o condición aceleraría la corrupción del cuerpo. Lo velan a cajón cerrado, y durante el velatorio, Danilo se mantiene en una esquina junto a algunos compañeros de trabajo.

Al subir al carro de regreso a la ciudad … Victoria se recuesta en el hombro de Danilo y lo besa …

… piensa entonces, descaradamente, que todavía hay alguna esperanza …