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1200 483496168 girl self pityingCuando Magdalena tenía 14 años pensaba que el mundo no era injusto. Que íba a vivir hasta viejita y que lo peor que le podía pasar era que su mamá (mujer de carácter férreo) no la dejase ir a alguna fiesta con el “noviecito rubio de ojos azules y con dinero” que algún día habría de aparecer.

Abriendo el Messenger o el Hi 5 (única pseudo red social con la que contaban los millenials), encontraba a Maxi, a Kevin, a Pablo, y a muchos más. Todos decían que tenían entre 16-23 años y le parecía una picardía chatear, citarlos para verse en algún centro comercial, de los que empezaban a surgir en el San Salvador de los 90s.

Eran una familia clase media de buen pasar, su Papá mantenía la Ferretería en el centro, heredada de su abuelo, y vendían bien, lo necesario, tenía una hermana menor, y su mamá, mujer de temple se dedicaba a administrar el hogar

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Magdalena era ingenua, como toda adolescente a esa edad, y entre sus 14 a 18 años se encontraba con gente que conocía, desconociendo el peligro, porque pensaba que todos eran quienes decían ser, nadie actuaba de mala fe.

Pero Magdalena estaba equivocada, unas semanas después, se despertó con la noticia de que una adolescente de la misma edad de su hermana, de 14 años, fue asesinada por una pareja que la había contactado por una red social, la engañaron, la quisieron prostituir, la joven se negó y peleó .. la mataron.

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Magdalena la conocía de su escuela, se llamaba Flor, era linda, menuda, muy simpática.

Y como ella, lamentablemente muchas más han padecido su juventud: ser jóvenes, inocentes, creer en que la gente que se conocía por redes sociales no tenían dobles intenciones y eran quienes decían ser.

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Magdalena se dio cuenta que tuvo suerte. Que a sus 16 años era “genial” salir con jóvenes de 23, le decían “sos muy madura” y la realidad era que Magdalena era una joven ingenua y se aprovechaban de eso. Magdalena no era madura, ellos, tal vez, eran pedófilos.

Magdalena le mentía a su mamá y le decía que se iba a ver con una amiga para salir con algún galán. Magdalena tuvo suerte. Magdalena siempre volvió viva.

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A su abuela la violaron en el campo a sus 14, a su mamá la acosaron a sus 13, pero su carácter de Nonualco pura, espantaba a cualquiera con malas intenciones que se acercara. A Magdalena le aterra lo que le puedan llegar a hacer a su hermana menor, a quien cuidaba siempre.

Nunca llegó el noviecito rubio … pero si un “noviecito trigueño”, trabajador y muy simpático, bueno, noble, que en el momento no tenía trabajo, pero vendiendo en la ferretería de quien sería su suegro, por comisiones nada más, logró levantar ventas de tal manera, que tres años después, su suegro abría sucursal al Norte de la capital, donde el movimiento comercial se había trasladado.

Samuel “el noviecito trigueño” se casó con Magdalena, hubo fiesta, y probó ser un esposo ejemplar, cuidando a todas las mujeres de la familia …no todos los hombres son iguales ..

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El “grooming” es una de las peores cosas que trajo la era cibernética, el suplantar identidades, ese falso anonimato para buscar víctimas, abusarlas y matarlas, como a Flor.

A Magdalena, aún años después, se le deshace el alma, se le hace pedazos por Flor. Por mi abuela, por mi madre, por mi hermana, por mis amigas.

“Nosotras hemos tenido suerte, - le decía a su hermana menor - y no alardeo de ello porque es triste que tu sexo defina tus posibilidades de vivir o morir por ser joven e ingenuo.”

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“Perdón Flor, - seguía en voz baja, entrecortada Magdalena - por la sociedad en la que te tocó vivir y morir. Perdón Flor, por la llamada del 911 que algún inepto no atendió, por tus gritos que quedaron sordos y callados cuando se fue el último rayo de vida que te quedaba, porque, aunque muchos oyeron, nadie denunció …”

“Hoy es un día de mierda, hoy yo sigo saliendo como hace años con una navaja en la cartera por si “me quieren hacer algo”, porque por ser mujer camino por la calle con miedo.” – escribe Magdalena en un mail a su madre.

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“Se me parte el alma por Flor y por todas las que se fueron y no volvieron, por todas aquellas cuya vida fue arrebatada por algún psicópata escondido atrás de una pantalla, escudado en un perfil falso, un falso hombre que las golpeó, un falso esposo que les provocó tanto maltrato que al final … se las llevó a la muerte”

La culpa no es del Internet, la culpa no es de ella por salir, la culpa no es de sus padres que no les advirtieron. La culpa es de la policía que no atendió el llamado al 911, la culpa es de esta sociedad patriarcal, de los grupos de mujeres radicales que pelean por el derecho de asesinar a sus propios hijos en el vientre, o sea más violencia, combatir el fuego con gasolina, la culpa es de los que abusan y mienten.

La culpa, también es de todos.

Este es – pensó Magdalena a sus 25 años - sin dudas, un mundo injusto.

 

 

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