La primera señal que me descontrolò por completo, sucediò un dìa que cenàbamos con mi familia en casa ....tenìamos algùn tiempo de no hacerlo reunidos, mi suegra, mi esposa, mis dos hijas ....
Todos pegados a su telèfono inteligente (inteligente?) o su ordenador en su defecto, nadie intercambiaba ni una palabra.
Un par de señoritas nos acompañaban, por algunos rasgos que todavía sobreviven en sus caras de mujeres hechas y derechas, pude que efectivamente se trataba de mis hijas.
—Me pasas la sal, por favor? —le dije a una.
—Perdón, tú quién eres? —indagó con un aire de suspicacia y precauciòn.
—Soy tu papá.
—Te ves distinto en las fotos! - tenìa años de no mirarme a la cara, sino que solo a travès de las fotos de Instagram y Facebook.
—Y tú quién eres? —le pregunté.
—Soy Paloma, tu hija menor.
— Y la mayor?
—La mayor es la que está escondida debajo de esa maraña de cabello y esos audífonos.
Hacía por lo menos cinco años que no nos hablábamos mirándonos a la cara, de modo que el impacto mutuo de conversar de semejante manera nos envolvía en una suerte de timidez que fuimos superando poco a poco.
—Nada que llega la señal? —interrumpió Griselda, mi hija mayor, mientras se quitaba los audífonos.
—Nada —dijo le dijo Paloma, mi hija menor, chequeando el celular.
El día había comenzado como dìa capitalino, tedioso y gris. Todo parecía en su puesto. En el grupo de WhatsApp de la familia, mis tías ya habían mandado una foto de la virgen pertinentes con unas oraciones escritas en letra cursiva, donde invitaban a rezar una novena para lograr los milagros y acciones nobles de ese dìa.
En el chat "Amigotes de la Escuela"circulaba el video de un ladrón al que atrapaban entre 300 peatones y lo molìan a patadas, encima le encajaban el tìpico "Jajajaja" y su emoji, como si patear a un ser humano a nivel de linchamiento, por muy ladròn que sea, fuera divertido.
Tengo, como casi todo el mundo, por lo menos seis o siete grupos de chats, en los cuales ni siquiera sè porquè estoy.
Me mandan bloopers, Tik Tocs, mujeres en cuero a la vista, videos porno, en chats que se comparten con las esposas de uno ...
A cuenta de qué asumen esa confianza?
La única persona que tiene derecho a en-viarme audios como le venga en gana es mi señor padre, dueño de una relación completamente tóxica con el WhatsApp.
Cada mensaje viene precedido por tres pequeños audios vacíos en que no se da cuenta de que está grabando, posteriormente manda un audio en que se queja de que el audio que está grabando no se esté grabando; luego en- vía un nuevo mensaje en que repite lo que acaba de decir, porque supone que el audio anterior no se grabó, o no se envió, y cuenta, de todos modos, la anécdota de que lo grabó, pero que el audio no se fue, o se borró ... seis o siete audios después, confiesa que olvidó para qué me querìa llamar. Hasta que lo re cuerda y manda un último au- dio torrencial, de 19 minutos, prácticamente un podcast que oigo agradecido mien- tras pienso que podía haber sido peor.
Fue precisamente contestando uno de los audios de mi papá cuando observé que el bendito mensaje no se iba.
Así me enteré de que Facebook, Instagram y WhatsApp hicieron lo mismo que Cucalòn, se cayeron delante de todo el mundo.
Familias del planeta entero debían almorzar mirándose a la cara, como yo hacìa en ese momento.
Para romper el hielo, las animé con un recuerdo.
—En mi época —les dije —la gente no enviaba notas de voz. Existía por entonces algo que denominábamos “el número fijo” y cada casa tenía el suyo: hoy en día solo lo usan los papás.
—Uno llamaba a la casa de una amiga —continué—, y las hermanas descolgaban el teléfono desde otro cuarto y preguntaban con absoluta indecencia si la llamada se iba a demorar mucho.
Fue en ese momento cuando mi hija se despertó.
— Y si también se cayó Google? —abrió los ojos con angustia.
—Pues si se cae Google, consultas en una enciclopedia.
"Que qué era una enciclopedia, preguntó: que dónde se descargaba?"
Durante todo el día no tuvimos más remedio que hablar. Supe de sus gustos; me enteré de sus sueños que eran, básicamente, el mismo: que reactivaran la señal de WhatsApp cuanto antes.
Cuando comenzò a caer la noche, la señal se terminó de reestablecer y las niñas se sumergieron cada una en su teléfono.
Quien sabe cuántos años pasarán para que pueda volverlas a ver.
Pero para no lagrimear por una familia ciber conectada, me cayò de repente y pude oír un audio de mi papá de 23 minutos en que pensé que me daría las gracias por enseñarle a ser papá, y me honraría.
Pero solo comentaba que había tratado en vano de mandarme mensajes todo el día. Antes de dormir mandé un chat a mis hijas ...
...dicièndoles que antes de irse a dormir, por favor apagaran la luz ....