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La noche brillaba con todo su esplendor, abajo, las luces de la ciudad iluminan caminos desiertos que pareciera por un momento que dan al mismo sitio, un par de sombras invaden las aceras. Arriba, las estrellas titiritan quizás de frío. Los Domingos tienen la magia de terminar demasiado pronto. Esta conversación se lleva acabo detrás de las paredes de una casa en particular.

-¿Es cierto que amor se escribe sin “hache”?

-Depende.

¿De qué depende abuelito?

-Depende con quien lo compartas y como lo sientas, porque con tu abuela se podría decir que amor se escribía sin “hache” y con mayúsculas. Le respondía, mientras lo arropaba con la sábana.

-¿Quiere decir que amor con “hache” está mal escrito?

-No solo eso hijo, también mal vivido.

-¿Extrañas a mi abuelita?

El abuelo se sentó en la cama y sin meditar su respuesta le dijo. Todos los días.

Por la velocidad de respuesta, parecía que era una pregunta recurrente.

-¿Crees que vuelvas a encontrar un amor sin “hache"?

-Los verdaderos solo llegan una vez, de ahí solo con “hache” te aparecen.

-A veces quisiera ya ser grande y entender muchas cosas.

-Todo a su debido tiempo, no hay que forzar destinos. Además, para la edad que tienes, para mí ya eres un gigante; recuerdo el día que naciste, estábamos con tu abuela en el hospital y tú llorabas mucho, parecía no querías desprenderte de tu mamá. Que rápido pasa el tiempo, mírate hoy, ya vas a segundo grado.

-¿Te acuerdas cuando naciste abuelito? ¿También lloraste?

-No recuerdo haber llorado, pero es lo más seguro, quizás por eso dicen que el llanto es también un síntoma de vida.

-¿Por eso lloras cuando miras la foto de mi abuela?

-No, lloro porque me dejó un inventario lleno de amor por darle. Con el tiempo te darás cuenta que a veces se llora de memoria.

-Puedes darme el amor que tengas, es que no me gusta verte llorar.

-Y te lo doy hijo, no lo dudes por un momento. Lo que pasa, es que después de cada llanto, la sonrisa brilla mas, se vuelve como un arcoíris. Llorar es el mejor ejercicio para evitar nudos en la garganta.

-¿Nudos en la garganta? ¿Cómo y quién te amarra esos nudos?

-jajajajaja

-No te burles. Ya ves, por eso te digo, quisiera crecer para entender muchas cosas. Creo que es momento de confesarte un secreto abuelito.

-No me digas, ya tienes novia.

-No!. El secreto es que fue por ti que me nació la curiosidad de aprender a leer, tienes tantos libros en la casa. Un día, cuando por fin aprendí a no orinarme en la cama, salí al baño y te vi leyendo, quise saber qué era lo que te hacía permanecer sentado frente a un libro, al día siguiente abrí uno de esos libros y solo vi hileras de hormigas en sus hojas, no lograba descifrar lo que me trataban de decir, desde entonces me propuse ser como tú.

-¿Ser como yo? tú debes de ser mejor. Las palabras hijo, no solo debes de entenderlas por lo que dicen, sino que también por lo que callan. Así como hay palabras que guardan silencio, hay otras que gritan. Lo que trato de decirte, es que no solo se trata de leer, si no de interpretar y entender lo que dicen.

-¿Siempre tienes respuesta para todo?

-No, de hecho no tengo respuesta a esa pregunta jajajajaja. Anda, duérmete ya, mañana vas al colegio.

-Te amo sin "hache" abuelito.

-Y yo en mayúsculas hijo.

El abuelo se acercó a su frente y le dio un beso, se levantó de la cama y salió del cuarto, cerró la puerta con cierta delicadeza auditiva como queriendo que no lo escucharan. El niño espero un rato, se levantó de la cama y con la misma delicadeza medio abrió la puerta, vio como se sentaba su abuelo en el mismo sillón de siempre a leer sus libros. Deseo que nunca me faltes abuelito, dijo el niño aquella noche, mientras cerraba la puerta.

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