El circo llegaba a Sermeño, pequeña población del occidente nuestro, nombrada a la usanza de antes, en base a la estación de ferrocarril de los primeros dueños de esa finca … una vez cada de vez en cuando, o sea, pueblo chico, circo de pueblo …
Claro, como en Sermeño no había realmente nada que hacer, la llegada del circo generaba conmoción, pero no eran los payasos, los gemelos equilibristas, o los animales ya cansados y asoleados los que llamaban la atención …era el “clown triste” (que era el mismo animador y se convertía en tercer motociclista juntos a los gemelos en el “Globo de la Muerte”, como debe de ser en un ser en un circo) y respondía al nombre de Arístides Longobardo (seudónimo seguramente …)
Se sentaba en un banquito en medio de la pista y empezaba a hablar, contar historias, mágicas, que nadie conocía, pero pareciera que el nos conociera a nosotros, porque todos los de Sermeño estábamos integrados a su prosa, sus pausas, sus cadencias, nos dejaba embelesados, no hacía reír a nadie y esa era la intención.
A Mirelle le fascinaba el “fantoche” ese, era mi novia desde los 13 años y ya a esa altura vivía embelesada, esperando la llegada del circo.
- No puedo dejar de mirarlo – me decía, semi absorta
- Vaya – refunfuñaba yo.
Pocos meses después Mirelle se marchó, se cansó de Sermeño y se fue corriendo detrás de Longobardo.
Me afectó mucho, no solo porque la quería, sino porque éramos pareja concebida “para siempre”, no es que haya muchas opciones en Sermeño.
Un par de años después el circo volvió al pueblo anunciando a “Mirelle, Princesa de Occidente” como su gran atracción, no había nacido con talentos circenses pero hizo sus acrobacias y se veía realmente muy bonita … llegó gente de pueblos vecinos para ver a esta “hija pródiga”.
Una vez más, la atracción era Longobardo, o sea el marido de Mirelle, quien contó una historia que era mi misma vida.
Quise acercarme al área de carromatos, para ver si saludaba a Mirelle, le contaba que la extrañaba, pero del carromato de Longobardo solo escuché sus gemidos …
-Ahhh Carlos, Carlos, - lo cual probaba que Arístides era nombre artístico.
Volví la mañana siguiente, la encontré lavando ropa de la troupe del circo, me miró, la miré y se me bloqueó el discurso … se me fueron las palabras estudiadas y ensayadas
- No puedo dejar de mirarte . le susurré
- Andate que si te descubre Longobardo se va a enojar – me dijo en una sonrisa! – más tarde, yo te busco.
Después de ese día glorioso, el circo no regresó a Sermeño por varios años, es más, ni siquiera sé si volvió, pero unos cuatro años después, vi un rótulo anunciándolo en Villegas, un pueblo lejano donde hacía trámites bancarios … “Circo Longobardo y Hermanos” …
Y me quedé esa noche en Villegas, quería verla, había pasado un buen tiempo …
Lo que había cambiado del circo, eran los “Trillizos dorados”, niños idénticos entre sí, que hacían acrobacias, cantaban, bailaban y hacían chistes blancos, bonitos, con su media lengua …
Con ellos Mirelle, con unas cuantas libras de más, linda si, era la mamá de los trillizos y ellos la invitaban al acto … creo que entonces, empecé a entender y entré en pánico.
Más tarde entró el clown triste de Arístides Longobardo, la estrella, quien empezó a contar cuentos …
“ … fíjese usted mi caso, la vida es irónica, y a veces Dios nos saca la lengua, yo, moreno, con dictamen médico de insuficiente conteo de espermatozoides, termino teniendo trillizos encantadores, con mi bellísima esposa ….” y en medio de la oscuridad clavó su mirada, donde yo estaba sentado.
Las 2 horas de tren de Villegas a Sermeño,, fueron una sola pregunta, eterna, que resuena en mi mente hasta el día de hoy …
Nunca volví al circo …
Aquello de que … “Su Majestad, Señora Reina … no tenemos para darles a nuestros hijos pan!” y la repuesta de María Antonieta “Entonces dadles pasteles”, en plena vía pública de aquella ciudad de París Borbona, puede ser un mito, pero que la población parisina no la quería … es totalmente cierto.
Monstruo bicéfalo, angustia recalcitrante, repugnate creación de Satanás, criatura de saliva espesa y pegajosa, monstruo de la incertidumbre, de la intriga, del “nosequevaaserdemimañana”, bestia cruel y hedionda, te expulso y te condeno a vivir eternamente afuera de mis adentros.
Había una vez un hombre que estaba en el monte, descansando debajo de una vieja ceiba, y de pronto se le apareció el Diablo.