La turbamulta, ya pasó, arrasanndo bienes, saqueando cuadros, perfumes de María Antonieta, trajes y fragancias de Louis XVI y todo lo que encontraron, la Revolución ha triunfado ...
Versalles queda en ruinas y solo ...
Los dos fantasmas, se encontraron en la esquina del Palacio abandonado y saqueado, así de repente ... de repente y sin previo aviso, ambos estaban convencidos de que habitaban solos y eran los únicos fantasmas de ese castillo medieval en ruinas, por lo cual, cada uno asustó al otro…
El uno era el fantasma de un caballero medieval muerto en Francia bajo el reinado de Felipe VI y el otro (o la otra fantasma) era la sábana de una dama de la torre de Teodora, emperatriz de Constantinopla con su esposo Justiniano, distantes unos siglos entre sí… varias centurias mayor ella que él…
Él era un fantasma blanco y ella era celeste, y comenzaron a hablar de sustos, de cuanta gente habían ahuyentado en todos esos siglos, del clima, de cómo la humedad les arruinaba las sabanas, de los estragos de la luna llena y del inmenso vacío que significaba no tener nada más que eternidad entre las manos…
Y la noche se fue habiendo más noble y más llevadera, y la fantasma celeste tuvo algo de sueño y el fantasma blanco le ofreció el hombro para que dormitara, y ella bromeó “y si me quedo dormida?” y él le contestó que él se encargaría de velar sus sueños y evitar que cualquier otro espanto viniera a despertarla… se ofreció tímidamente a cuidarla y mimarla…
Y él (fantasma blanco) sintió por primera vez después de muchos siglos el cariño de alguien apoyado en ese hombro eterno, y ella (fantasma celeste) sintió la seguridad y confianza que le brindaba ese pedazo de sabana amigo de hacía unas horas, compañero de vagancias fantasmales a través de tanto tiempo…
Y alrededor de ellos todo era ruinas y telarañas, espantos y calaveras, arcones viejos y sueños gastados…
Pero al despertar ambos, pudieron descubrir… qué poco sentido… tiene la eternidad sin alguien a quién amar y cuidar…