-¿Vos y yo hacemos el amor o simplemente tenemos sexo? Cuestiono él.
-Creo que ninguna de las dos.
-¿Entonces? ¿Qué hacemos?
-Yo más bien diría, que deshacemos.
-¿El qué según tú?
-Deshacemos la rutinaria vida que tenemos. Cuando estamos juntos, no tenemos que preocuparnos por los recibos de la luz por pagar, ni si en la casa hay o no que comer. No tenemos padre, ni madre, ni moral, ni tareas de los hijos por hacer.
-Te pregunto, porque a veces después de vernos pienso que mi mujer no se merece esto.
-Ya vas de moralista, algunos ingenuos podría decirte que ese gusanillo que te carcome se llama conciencia, la conciencia no existe, es un invento de las mentes sin oficio simplemente para explicar algunas cosas inexplicables. ¿Acaso olvidas que yo también tengo un hogar?
-Hablando de eso, un día de estos me pregunté, por qué te he contado cosas que ni a ella le he confesado.
-Es porque a ella la amas.
-¿Crees que mintiendo demostrás a las personas que las amas?
-No he dicho que hay que mentir para demostrar el amor, lo que he dicho es que no dices la verdad por amor. La mentira es decir algo contrario a lo que es, pero mientras no abras la boca y no digas palabra alguna, no mientes; los seres humanos nos guardamos algunas cosas para nosotros, así como vos, ella también debe de guardar algo para sí misma.
-¿Vos crees que el también te oculte algo?
-¿Quién? ¿Mi esposo?
-Sí.
-Ni lo dudo, pero aquí no se trata de quien mienta o no, o quien ha mentido más que el otro. Se trata de ser nosotros y ellos, nosotros los desentendidos de responsabilidades por un segundo, ellos, los desentendidos de nosotros.
-¿Hasta dónde llegaremos con todo esto?
-Hasta donde tenga que llegar.
-Hablas como si tuviéramos una meta.
-Las mujeres somos así de tajantes y decididas. Es de conocimiento básico en esta vida, que el hombre va a llegar hasta donde la mujer lo permita.
-¿Hasta dónde me vas a dejar llegar esta vez?
-Ya lo verás.
Aquella habitación era iluminada por una luz tuerta, él bajó hasta el sexo de ella y desde ahí comenzó a jugar con su lengua. Ella lo agarraba del pelo, como no queriendo que parara. Lentamente comenzó a subir, con sus labios iba trazando una ruta que iba desde su vientre, hasta sus pechos; al llegar hasta sus pezones, comenzó a morderlos y como si se tratará de estar abriendo una válvula, de su boca comenzaron a salir unos tibios gemidos.
-Esto es lo que me encanta de vos, sabes el punto exacto donde logro explotar, me conoces tan bien que me asusta.
Las manos de ellos, se paseaban por el cuerpo del otro cual peces en el agua. En el cuarto se respiraba el denso aire de la pasión sin frenos. Afuera, el cielo hace un par de minutos que se volvió obscuro, una tímida luna sustituye un sol ya oxidado en el horizonte. La noche apenas comienza, pero el tiempo para ambos se hace corto.
Pasarán un par de semanas más, para que en esta misma habitación se desmorone toda esta telaraña de mentiras, un positivo en un resultado de examen será la consecuencia.
-Le daré la noticia a él que volveremos a ser padres. Dirá ella.
-Y si se parece a mí. Cuestionó él.
-Él será el único papá que tenga y vos el único que lo sepa. Tenemos que regresar a esa vida que por un momento rechazamos por jugar a las escondidas. Tendremos que rechazar la idea de ser nosotros y volvernos parte del montón en el paisaje de lo cotidiano. Hasta aquí se quedó la tregua que la vida nos había preparado, a partir de ahora volveremos a la guerra de la vida y sus consecuencias.
-Jugamos con fuego y de nosotros depende que no quememos a alguien más.
-Prométeme que mi hermana nunca sabrá esto, jamás me lo perdonaría. Sentenció ella.
-Puedo prometerte que de mí no lo sabrá. Mi mujer no se merece esto.
Reflexionó él ….
Augusto en Agosto (que todavía no se llamaba como tal sino Sextil, y de eso se trata esa historia), se regodeaba en su reclinatorio en el Palacio Palatino, refrescándose sus imperiales gónadas con hojas de palma que batían esclavos y esclavas númidas (por las dudas, nunca se supo bien para que lado pateaba el tal Octavio Augusto).
Él era un hombre sencillo llamado Sebastián, si nos ponemos a revisar las estadísticas no pasaba de ser un número más … bah! como lo somos todos.
Ahora bien, en la búsqueda del lugar perfecto, déjeme decirle que las playas son muy similares a los parques en muchos aspectos. En los funcionales son iguales, en eso no hay diferencias, esas hay que buscarlas en otras cosas. Un aspecto diferenciador entre la playa y el parque es que para poder ir a la playa es necesario un medio de transporte. Para llegar a un parque solo tenemos que caminar un ratito y pedirle a San Pancracio de las Guamas Cargadas que no nos roben en el camino …