Fue un mal día para desempolvar cosas viejas y poner orden, mal día Martha, mal momento, mal lugar también ...
Eso de sacar el cofre guardado en la bodega desde hacía tantos lustros, con ayuda de tu hijo de quince años y tu esposo y ponerte a sacar todos tus papeles viejos ahí, en la sala familiar, frente a la TV, mal día, mal lugar, mala idea ... mala idea Martha.
Tu esposo leía el periódico, con el mismo desinterés por todo, típico cuando el cansancio y los treinta y ocho a cuestas pesan y fue muy lindo en un inicio, si, bien gracias, pero el amor se va diluyendo de a poco ...
Y la costumbre va tomando su lugar ...
Mala idea Martha, quién sabe si ese realmente era el hombre de tu vida, pero el tiempo apremiaba, había que casarse, salir del nudo sentimental de algún novio perdido en las espirales del tiempo y ... bueno ... así fue, rápido, un noviazgo corto, un compromiso veloz, y un matrimonio largo, casi eterno ...
Tu hijo se enfrasca en la computadora, la TV rezonga y grita una telenovela mexicana asquerosa pero que igual hay que ver con el rabillo del ojo, y comienzan a salir tesoros del cofre viejo, una invitación a una fiesta de quince, un retrato del Tío Andrés abrazando a esa Martha chiquitita que solías ser, un cassette de Tavares, y quién sabe porqué demoníaca casualidad, el carnet viejo ... con “su” foto tipo cédula.
- Tenés una foto ? - le preguntaste a Martín hace 16 años.
- No ... no soy muy de fotos ... no me gusta.
- Dale, una cualquiera ... para acordarme de vos cuando no estés - insististe.
Pero Martín era así, medio hippie, loco, rebelde, guitarra al hombro, nada de fotos, y ahí estaba en ese daguerrotipo viejo, casi sepia ... con los ojos
escondidos bajo el flequillo y una cara anti sistema que botaba todo esquema tradicional.
- Porqué nunca me decís "te quiero”? - le preguntabas a Martín.
- Por qué te quiero tanto que ni siquiera hay necesidad de decirlo - respondía ...
- Dale, un "te quiero"
- Ya te lo dije ayer ..
- Hoy, entonces no me querés?
Y venían los besos, los abrazos, el revolcarse en la grama, el parque vacío, a medianoche, el sexo que era “casi” pecado, la virginidad que se perdía pero nunca se sabía cuándo...
Pero Martín no fue eterno, tenía que desaparecer... y se fue, tenía que vivir, tenía que dedicarse a respirar vida, pavimento, asfalto, vida silvestre....
Y con su guitarra, se fue, fugaz escombro de lo que pudo ser...
Y dejó a Martha, sola, enamorada, y esa semillita en el vientre...
Y hubo que casarse rápido, de prisa, Martín nunca volvió a aparecer, y el embarazo era evidente, y al final, Felipe era un buen tipo... algo ingenuote y con un poco de pericia podías dar la idea de que el hijo... que se yo ... en realidad era suyo ...
Y ahí están los tres, Felipe lee el periódico, Martha desempolva cofres y recuerdos y tu hijo... con el mismo flequillo rebelde de Martín ...
Trae de regreso nostalgias, remordimientos, “culpas nostras” ...
y se materializa en el fugaz escombro ...
de lo que pudo ser.
En casi todas las culturas, tirarse pedos (Diccionario Real Academia: Ventosidad que se expele del vientre por el ano) se considera desagradable, incluso odioso. Y, sin embargo, ha seguido siendo una fuente de alegría sin fin durante siglos especialmente para hombres y niños.
Ven , en la noche más negra acompañada con el peor de los silencios
a invadir en medio de mi tristeza , con tu magia de hombre,
Las rebeliones y disturbios en escenarios deportivos, no son, para nada nuevos, el 13 de enero de 532, en el Hipódromo de Constantinopla, cuando estaba previsto que comenzaran las carreras de carros, miembros de los equipos Azules y los Verdes suplicaron en voz alta al emperador Justiniano, que mostrase misericordia a los dos hombres que la Diosa Fortuna había rescatado de la horca. Uno era azul, otro Verde … Justiniano no era de ninguna facción.