Entre vapores de sudor y óxido, un gimnasio popular –un Olimpo de la cuadra– es el escenario de la disputa diaria entre muchísimos caracteres que usted y yo conocemos, muy bien … es más, yo lo sé de buena fuente …

Por ejemplo, uno de los pesistas aficionados más extravagantes, es un tímido cajero de un banco, que me ha atendido varias veces; cuando está fuera del gimnasio es un tipo tranquilo, formal y de hablar pausado. Durante los entrenamientos usa una capa al estilo de los superhéroes, unos zapatos de suela gruesa, una camisa de malla y una pañoleta en la cabeza. En el gimnasio se acelera, se torna infantil y eufórico. “Soy un monstruo!”, grita a cada momento alzando los hombros y abriendo los brazos como si no le cupieran los dorsales.

Eso de estar escuchando “Soy un monstruo!”, cada 12 repeticiones de ejercicio, la verdad que cansa a todos los asistentes, a excepción del monstruo mismo …claro está …

Así que la mejor solución es llevar audífonos, tu playlist en mp3 escuchando la misma música electrónica del gimnasio: una música repetitiva hecha para los ejercicios …. Y de muy peculiar sonido … todas suenan igual.

 

Por ahí algún veterano lleva en sus audífonos un playlist de “The Beatles” mientras hace cardio y escudriña cuidadosamente los glúteos de las agraciadas señoritas que llegan con sus leggins, para impresionar al monstruo y sus similares, que no les hacen mayor caso, porque están muy preocupados viendo sus propios bíceps.

Claro, los glúteos de los monstruos son escudriñados por un par de distinguidas damas de las que salen en los periódicos en noticias de sociedad, que chambreando desde las caminadoras, se comen (visualmente) el nalgasterio antes mencionado.

Una pareja se habla a los gritos desde el área de pesas a la de abdominales, unos 12 metros, tratando de entablar un diálogo por encima de los gritos del monstruo y la música electrónica, todos nos damos por enterado de que el 25 pasado se les venció el recibo de CAESS y venía doble.

 

Un ciudadano (único) se clava desde una bicicleta y enciende la TV para ver un programa político, todos lo miran con cara de pasmo, porque nadie se imagina que un ser humano vea ese tipo de programas, aparte de los mismos políticos, claro está … pone la TV a todo volumen, para tratar de escuchar, y como se ve que aparte de la bulla, es medio sordo, pregunta a los de las bicicletas de atrás …

-          Pero ustedes escuchan? Oyeron lo que dice este fulano?

-          No, ni nos interesa – reaccionan los de spinning.

-          Soy un monstruoooo !

 

 

Todos han almorzado media libra de pollo y una montaña de arroz, acompañadas de un preparado multivitamínico. También se han atorado una hilera de pastillas: varias píldoras de creatina (para ganar energía anaeróbica y tamaño muscular) y un par de tabletas de hydroxycut (le ayudan a quemar la grasa y a definir los músculos). Algunos se meten un producto para resaltar las venas, Nitrix, que es efectivo pero te revientan los dolores de cabeza … y efedrinas y otras anfetaminas, por supuesto … aunque sean ilegales.

Por eso todos hablan a los gritos, se putean y desputean sin filtro alguno …

 

Las “diosas en leggins” se tantean el busto y observan las nalgas en los enormes espejos del “gym”, como que cada 5 repeticiones les fueran a crecer un poco …

El Instructor se “cuentea” a la nueva, que está gordita pero interesante, y la lisonjea … las de leggins hace rato que no le paran bola.

Un cobrador a los gritos reclama a la recepcionista tres meses de alquiler del local vencido, la recepcionista le responde – a los gritos – que el dueño no está, aunque todos sabemos que está escondido en la cochera.

La instructora de spinning se acaba de pelear con el novio y pega gritos desde su bicicleta, mientras con el “manos libres” le pide al noviezuelo que la perdone …

Y todos hacen 30 segundos de brazos y 30 minutos de pulgares dándole duro al WhatsApp ...

Y el pesista de la capa …

-          Soy un monstruoooo !

… cuando recuerda su niñez o se mira en los álbumes familiares, siempre ve un niño quebradizo metido holgadamente en un disfraz de Superman. Aunque no fuera carnaval ni noche de brujas, él solía ir vestido como el hombre de acero con su capa roja ondeando en la espalda. Desde que su mejor amigo en la escuela se cayó de un árbol y se rompió el cuello, la capa su forma de sentirse seguro.

Y un aura de inseguridad personal y falsos egos se pasean por todo el “gym”.

  

Si tuviéramos que escoger un santo patrono, creo que sería Sísifo, ese griego condenado a subir sin cesar una roca a la cima de una montaña para volverla a soltar.

Cuando Albert Camus lo definió una vez, de paso …

… bautizó a todos los pesistas: el proletariado de los dioses.

... y como dije al principio, yo lo sé, yo soy uno de ellos.