Fue hace mucho tiempo…En la década de los treinta…
Fueron “novios de escuela”, de esos noviazgos efímeros que ni si quiera llegan al beso, él tenía doce años y ella once, ella era pizpireta, muy lista y muy sonriente para su edad…
Él tenía un aire de abandono y soledad absoluta, desde entonces, una extraña cara de lluvia, las mismas ojeras grises y el pelo en desorden, nunca hablaba con nadie, en los recreos se mantenía al margen de todo el mundo y solo se le acercaba a ella, la miraba de frente y le decía…
“Hola otra vez, qué lindo que es volverte a ver…”
Y se marchaba, ella quedaba fascinada con el misterio y aura de aquel preadolescente que se dedicaba a escribirle poemas en clases de algebra, se los mandaba en sobres amarillos, y aun así era el mejor alumno en algebra, siempre solo, imperturbable, con la misma cara de lluvia…
Claro, la escuela termina y de esos noviazgos entre páginas de cuaderno, nadie vuelve a escuchar más nada, los grupos de amigos se deshacen, ya bachillerato y universidad son otra cosa, ella se casó, tuvo hijos y el recuerdo del novio escolar con la misma cara de lluvia se perdió en la espuma de los días…
Ahora es casi final de siglo, ella es viuda, ya pasó los setenta y casi no guarda muchos trazos de la niña juguetona y sonriente; va a misa, y así porque si, sin darse cuenta por qué, entre el aleluya y el evangelio lo vio en una de las filas laterales…
Mucho más viejo, claro, los que antes eran cabellos en constante desorden ya casi no existían, pero si el mismo aire de soledad, de abandono, de aislamiento, él, atento a las palabras del sacerdote.
Al terminar la misa ella dijo ¨ ni pensar en ir a saludarlo, sería una locura, tantos años después¨, y entrecerrando los ojos para no dejar escapar los recuerdos de los poemas escritos en clases de algebra (sería capaz de memorizar alguno?) casi no sintió cuando una mano sutil la detuvo de frente y le dijo…
“Hola otra vez, que lindo que es volverte a ver…”
Vendo, baratos y efectivos, higiénicos, sanitarios y asépticos, eficaces, sin efectos colaterales, ni dolencias secundarias, no producen jaquecas ni sudoración excesiva, no afectan el sueño y pueden ser usados por niños y mujeres en estado de embarazo, un par de productos novedosos para los salvadoreños en el 2017. Preservativos para los oídos y reconstituyentes de paciencia.
El 24 de abril de 1854, el alto y rubio emperador de Austria, Francisco José, de 23 años, se casó con Elisabeth Wittelsbach, su prima de dieciséis años, sorprendentemente hermosa, conocida por sus amigos y en la historia como Sisi. No era ella la destinada a ser la última Emperatriz de Austria, despojos de lo que fuera el Gran Sacro Imperio Romano Germánico.
Leticio vivía desde hacía diez años con su esposa, a la que amaba con la misma intensidad que el primer día, o quizás todavía más, y con su suegra … a la que aborrecía también con la misma intensidad con la que la había venido aborreciendo todos esos años, o incluso más.