Se acercaba a la edad de jubilarse ya había trabajado treinta años y estaba por cumplir los sesenta años de edad, esperaba con muchas ansias su tan esmerada jubilación, pasó muchos años trabajando como un burro, “soy un esclavo del trabajo” se decía cada vez que salía de su casa hacia el mismo ….
… es un lugar encerrado entre cuatro paredes de cemento junto a él un escritorio metálico y una silla, fue testigo de cómo la modernidad se fue implantando en su trabajo, tuvo que adaptarse a los tiempos modernos, para él era un desgano ir al trabajo, ya lo hacía por inercia y por obligación, en su mente pasaba la frase: “si hubiera encontrado un trabajo que me gustara, no hubiera trabajado toda mi vida”, se la repetía una y otra vez, se comparaba con los presidiarios de las cárceles, solo que esos están encerrados de por vida o por muchos años, yo lo hago de 08: am a 05:pm cinco días a la semana, por lo menos voy a casa a descasar un poco en la noche y al día siguiente regreso al trabajo.
En varias ocasiones tuvo la intención de dejarlo, de ser una persona libre, poner un negocio para controlarlo solo él, sin ataduras, sin ordenes, sin un jefe que le pasara dando indicaciones de cómo realizar el trabajo, de cómo ser una persona más productiva, sin tanto compromiso de hacer reportes, escritos, memos, cuadros, sumas, restas, multiplicaciones para que todos los números que pasaran delante de él no estuvieran en color rojo en un estado de resultado o en un balance contable, muchas veces se comparó con un balance solo que lo adapto a su vida, este se inclinaba más al trabajo que su familia, no podía renunciar o dejarlo, de este dependían 2 hijos y su esposa, ahora que ya están grandes y se casaron, podemos descansar mi esposa y yo, mi jubilación la disfrutare con ella, muchas veces cuando iba hacia el trabajo miraba a todas las personas que caminaban junto a él como inertes como unos robots, afligidos, estresados por llegar a su lugar de trabajo, pasaban junto a él como fantasmas que nadie ve y solo se siente su presencia, una joven paso golpeándole el hombro, ésta se dio vuelta y le dijo: “disculpé pero llevo mucha prisa, voy tarde para el trabajo”, él solo la observó y siguió su camino.
A pocas cuadras de llegar al trabajo estaba un mendigo sentado en la acera, tenía sus ropas sucias, unos zapatos desgastados y con unos hoyos en la punta de los mismos, extendía su mano para que los que pasaran frente a él le dieran un par de monedas, él llego donde estaba el mendigo, sacó de su bolso un par de monedas, se las entrego y a la vez le dijo: “como te envidio, no tienes preocupaciones”; el mendigo se le quedó viendo con un poco de extrañeza y guardo las monedas que le había dado.
Cada día era una carrera contra el reloj, siempre estaba pendiente a la hora de salida, a veces se quedada para sacar trabajo rezagado, eso lo ponía de mal humor y con mucho desgano, cuando salía a la hora indicada, volvía de nuevo a caminar hacia su hogar, se encontraba con el mendigo que estaba en la mañana, lo observo y le dijo: “en la mañana te di un par de monedas”, se acordó de él y le respondió: “muchos no saben lo que tienen, las preocupaciones solo están en tu mente”, vio al mendigo un poco extrañado por lo que le había dicho, siguió su camino, mientras camina a pocas cuadras se encontró con una vendedor, le ofreció algo y él le contesto: “no quiero nada gracias”, el vendedor le volvió a insistir y él le volvió a responder: “no quiero nada”; el vendedor lo detuvo un poco y le dijo: “a veces no queremos las cosas más valiosas que están frente a nosotros, observe más detenidamente”, el solo se alejó del vendedor y camino un poco más rápido y siguió su camino.
Muchas veces maldijo el trabajo por no dejarlo disfrutar a su familia, por no compartir tiempo con ella y ellos, “soy un esclavo en esta oficina” decía cada mañana, pero reflexiono un poco y veía que de ese trabajo había sacado adelante a su familia, de esas remuneraciones quincenales junto todas las deducciones que por ley tenia habían estudiado sus hijos y se habían vuelto unos profesionales, esa dualidad lo mortificaba todos los días, era como estar atado a un árbol y no poder desatarse, “la vida es así”-pensó- toda una monotonía laboral, parezco un autómata programado para entrar y salir a trabajar, para recibir órdenes de superiores que detesto, como desprogramarme, pero ya mi mente y mi cuerpo físico descansaran ya falta poco.
Llegó a su casa, su esposa lo recibió con un beso, se puso una ropa más cómoda y se sentó en el sofá, encendió el televisor para ver las noticas de la tarde, pero solo había un escudo y una bandera, debajo de la pantalla anunciaban a todas las televisoras que era la señal para unirse a la cadena nacional de radio y televisión, él se molestó un poco y dijo: “que irá a inventar o decir este loco”; la cadena televisiva empezó y apareció el presidente de la república saludando a todos los televidentes, él dijo: “si como no”, luego del saludo empezó diciendo que implementaría unas medidas para mitigar la depresión económica que aqueja al país, entre estas anunció que aumentaría los años para jubilarse, él se quedó callado, pensativo, miro por la ventana, suspiro un poco, se levantó del sofá y apago el televisor con el control remoto, la esposa notó que se levantaba y le dijo: “no vas a cenar?”, él le respondió: “no tengo hambre, me voy a dormir, mañana tengo que ir a trabajar”.
Cuando Tía Carmela anunció, con dos meses de anticipación su cumpleaños número 50, dejó bien clara una condición:
Entre 1945 – 1950, comenzó en nuestro país, la labor – a veces institucional, como en el caso de Cihuatán, otras veces particular, como en el caso de Tazumal – de preservar, descubrir y excavar los antiguos centros y sitios ceremoniales/habitacionales arqueológicos de nuestro país.
Nos recontrafascina, ahora que está en cuartos de final nos emociona hasta los tuétanos, se juega a doce mil kilómetros de distancia, y por supuesto … no participa ningún equipo nacional (y de donde?).