El día que decidiste marcharte, me reventaste literalmente el corazón, te fuiste con uno de tus acostumbrados vestidos rojos, prometiendo no volver absolutamente nunca mas…
Pero como regresaste al día siguiente, arrepentida, la alegría volvió a mi y te abracé y apreté fuerte jurándote que nunca te iba a dejar ir, pero esa misma madrugada, me despertó el portazo que diste al marcharte de nuevo y entré en un nuevo desconsuelo.
La mañana de ese mismo día regresaste, diciendo que ésta era tu casa, tu hogar, y que no me ibas a abandonar nunca mas, pero veinte minutos más tarde, empacaste tu maleta, y te fuiste
diciendo adiós para siempre, te subiste a un taxi por la puerta derecha y te bajaste por la izquierda, y bajaste las maletas del taxi diciéndome que ya estabas de vuelta y arrepentida, yo abracé tu estampa y me envolví en el aura de uno de tus múltiples vestidos rojos y tomé tus maletas para que volvieras a entrar a casa…
Pero en ese instante decidiste que te ibas y esta vez para siempre, así que te llevaste la maletas y te fuiste en otro taxi que te trajo de regreso a los cuarenta segundos con tu arrepentimiento a cuestas, que te duró menos de un minuto antes de marcharte de nuevo y yo me quedé solo, pero ni pude disfrutar mi soledad porque de repente ya habías vuelto, y te volviste a marchar, y en lo que en una radio vecina sonaba aquella ranchera ordinaria de “Volver, volver, volver…” me dejaste y volviste siete veces…
De pronto ya no supe que hacer con esa presencia y ausencia enfervorizada, tu vestido rojo era un solo entrar y salir, y yo me quedé sentado en la sala viéndote abandonarme y volver a mi, pero ya sin el tiempo de abrazarte siquiera, ni decir una palabra, porque tus idas y venidas duraban ya menos de dos o tres segundos y se volvían por el contrario cada vez mas rápidas, como si fuera una película pasada en fast forward, pero peor…
Hasta el extremo que lo que me fue quedando de ti fue una mancha roja, y te fuiste volatilizando, o atomizando, o metamorfoseando, en sabe la ciencia que extraño fenómeno, que lo único que alcancé a ver fue una gran aureola roja a lo largo del pasillo producto de tus entradas y venidas, y ya me fue imposible
distinguir tus rasgos, tus facciones, tus gestos, era como un rayo catódico de aquellos que nos enseñaban en la escuela primaria que iba y venía de la puerta de casa al dormitorio y viceversa, debes de haber superado la velocidad de la luz con tus indecisiones, pienso yo…
No sé… siempre fui medio bruto para esto de la física.
Y esto duró mas de tres días en los que yo fui incapaz de moverme del sillón de la sala y observar el fenómeno de tu abandonarme y volver a mi, incesantemente, día y noche, hasta que la mancha roja se fue reduciendo de tamaño, yo calculo que era porque la velocidad de tus indecisiones iba en aumento y se convirtió casi en una huella permanente en el corredor, que yo sabía que eras tú pero no sabia que hacer para detenerte o retenerte…
Entonces creo que me quedé dormido, y llegó la señora de la limpieza que viene los martes y sábados, y al ver la mancha roja le pasó el trapeador encima sin que yo me diera cuenta, que se yo,
confundiéndola con una mancha de pintura o algo así y al despertarme yo… la mancha que eras tu … ya no estaba y le pregunté a la señora y me dijo “no se preocupe, que es mi trabajo señor, limpiar todo para que la casa esté limpia” y aquí me quedé sentado, sin entender nada….
Y lo que es peor sin saber en cual de todas las sucias cloacas y alcantarillas de esta nauseabunda ciudad …
… fue a parar
el secreto
de tu volátil corazón…
b/u Leo Masliah
Ni la primera ni la segunda Guerra Mundial, ni la segunda “Guerra de los 100 años” entre Francia e Inglaterra (que en realidad no duró 100 años),ni la guerra de las 100 horas, ninguna de esas … las 10 guerras más largas de la Historia te darán sorpresas …
Digo yo, y dicen muchos … y si nos tranquilizamos? Si nos ponemos a pensar un segundo, y le hacemos frante a esta pandemia con calma, con Dios en nuestros corazones, con nuestra identidad salvadoreña a flote?
Es muy sencillo, comenzar por un ejemplo, lea solo el comienzo de uno de los libros más antiguos del mundo y aprenderá que hubo un tiempo .. hace mucho, mucho tiempo en que la gente, al menos dos de ellos en particular, caminaba completamente desnuda sin vergüenza alguna, hasta que la tentación de una fruta de color rubí y con forma de manzana, echa todo a perder …