Todas las palabras que nunca dijimos …
Todos los “te quiero” que no nos animamos a pronunciar …
Todos los grandes proyectos que nunca iniciamos
Todos los impulsos que nunca seguimos …
Todas las caricias que nunca se dieron …
Todas las mujeres del más allá que nunca llegaron más acá …
Todos los “síes” que terminaron siendo “noes” …
Todos los sueños de los que nunca despertamos
Todos los besos que pegaron en el travesaño ..
Todos los litros de alcohol que tomamos desaforadamente para olvidarla y no hicimos, sin embargo, nada más que recordarla ..
Todas las andanadas de pleitos que nunca llegaron a soluciones …
Todas las citas a las que intencionalmente nunca llegamos ….
Todas la veces que dijiste “no, nunca más” y yo entendí, en mi estúpido ser interior que me decías “tal vez” …
Todos los encuentros que se volvieron desencuentros
Todas las mujeres imaginarias que llenamos de besos …
Todas las veces que no supimos superar esa necedad patológica de no saber decir “te necesito” …
Todas nuestras mentiras que terminaron en mitos …
Todos los penales a favor que no nos cobraron
Todos los minutos que perdimos dando vueltas para no llegar antes de tiempo
Todas las películas de nuestra mente donde siempre y nunca fuimos protagonistas …
Todas las musas ausentes de madrugadas eternas por las cuales casi nos descerebramos …
Todas las llamadas telefónicas que nunca se contestaron …
Se pierden en el ducto extraño del semi olvido
donde nuestros recuerdos eternos se vuelven instantes
instantes que se reducen a lo efímero
recurrentes pero poco
y que pasan siglos segundos lustros minutos
antes de perderse en el resumidero de los tiempos
como todos los goles que nunca fueron …
Aquel instante, del 16 de julio de 1950, cuando Alcides Ghiggia toma la pelota , con el marcador Brasil 1 Uruguay 1, y la clava en el ángulo derecho para subir el marcador a 2 para los celestes y pocos minutos después, consagrar a Uruguay campeón del mundo por segunda vez, varias muertes se desencadenaron ..
11 personas se suicidaron en todo Brasil, incluso una en el mismo Maracaná, solo un hombre, viviría dos muertes, después de ese suceso.
Esta es la carta de amor muy tierna, personal de un zapatero español, venido a nuestras tierras como fichaje estrella como volante ofensivo, gran número 10, que al final resultó un paquete (como todos) y sin trabajo ni pasaje de vuelta, se quedó con un changarro de venta y reparación de calzado en el Mercado …
El problema de los salvadoreños es que pasamos mucho tiempo ocupados haciendo nada, pero tratando de hacer creer a los otros de que estamos extremadamente atareados.