La Historia comienza en los días de la República de Weimar, cuando la industria farmacéutica de Alemania estaba en auge (el país era un exportador líder tanto de opiáceos, como la morfina, como de la cocaína) y las drogas estaban disponibles en cada esquina.

 

 

 

Fue durante este período que el círculo íntimo de Hitler estableció una imagen de él como una figura inexpugnable que estaba dispuesta a trabajar incansablemente en nombre de su país y que no permitiría que ninguna toxina, ni siquiera el café, entrara en su cuerpo.

“Él es todo genio y cuerpo”, informó uno de sus aliados en 1930. “¡Y mortifica ese cuerpo de una manera que sorprendería a personas como nosotros! No bebe, prácticamente solo come verduras y no toca a las mujeres”.

 

 

 

No es de extrañar que cuando los nazis tomaron el poder en 1933, los "venenos seductores" fueron inmediatamente prohibidos. En los años que siguieron, los usuarios de drogas serían considerados “criminalmente locos”; algunos serían asesinados por el estado usando una inyección letal; otros serían enviados a campos de concentración.

El consumo de drogas también comenzó a asociarse con los judíos. La oficina de pureza racial del partido nazi afirmó que el carácter judío era esencialmente drogodependiente. Ambos necesitaban ser erradicados de Alemania.

 

Nazismo en pastillas …

Algunas drogas, sin embargo, tenían sus usos, particularmente en una sociedad empeñada en mantenerse al día con el enérgico Hitler ("Alemania despierta!" ordenaron los nazis, y la nación no tuvo más remedio que ponerse firmes).

 

Incluso podría recetarse una sustancia que pudiera “integrar a los holgazanes, simuladores, derrotistas y llorones” en el mercado laboral. En una compañía llamada Temmler en Berlín, el Dr. Fritz Hauschild, su químico jefe, inspirado por el uso exitoso de la anfetamina estadounidense Benzedrine en los Juegos Olímpicos de 1936, comenzó a intentar desarrollar su propia droga maravillosa, y un año después, patentó la primera. Metilanfetamina alemana. Pervitin, como se le conocía, se convirtió rápidamente en una sensación, utilizado como un refuerzo de la confianza y un potenciador del rendimiento por parte de todos, desde secretarias hasta actores y conductores de trenes (inicialmente, se podía comprar sin receta).

 

 

 

 

Se recomendó a las mujeres que tomaran dos o tres, después de lo cual podrían realizar sus tareas domésticas en un abrir y cerrar de ojos, con la ventaja añadida de que también perderían peso, dado el efecto nocivo que Pervitin tenía sobre el apetito. Ohler lo describe como nacionalsocialismo en forma de píldora.

 

1940. La drogadicción se expande de tropas a Alto Mando

En 1940, cuando se hicieron planes para invadir Francia a través de las montañas de las Ardenas, se envió un "decreto estimulante" a los médicos del ejército, recomendando que los soldados tomaran una tableta por día, dos por la noche en una secuencia corta y una o dos tabletas después. dos o tres horas si es necesario. La Wehrmacht encargó tabletas de 35 millones para el ejército y la Luftwaffe, y la fábrica de Temmler aumentó la producción. Los gustos de Böll, es justo decirlo, no necesitarían volver a pedir Pervitin a sus padres.

¿Fue la Blitzkrieg, entonces, en gran medida el resultado de la confianza del Ejército nazi en la metanfetamina? Pero la invasión de Francia fue posible gracias a las drogas. Sin drogas, sin invasión. Cuando Hitler se enteró del plan para invadir a través de las Ardenas, le encantó [los aliados se concentraron en el norte de Bélgica].

 

Pero el alto mando dijo: no es posible, en la noche tenemos que descansar, y ellos [los aliados] se retirarán y estaremos atrapados en las montañas. Pero luego se emitió el decreto de uso de estimulante, y eso les permitió permanecer despiertos durante tres días y tres noches.

 

A partir de entonces, los altos mandos consideraron que las drogas eran un arma eficaz, que podía desplegarse contra las mayores probabilidades. En 1944-45, por ejemplo, cuando estaba cada vez más claro que la victoria contra los aliados era casi imposible, la armada alemana desarrolló una gama de submarinos para un solo hombre; la idea fantástica era que estos submarinos diminutos se abrieran paso por el estuario del Támesis.

 

Pero dado que solo podían usarse si los marines solitarios que los pilotaban podían permanecer despiertos durante días seguidos, el Dr. Gerhard Orzechowski, no tuvo más remedio que comenzar a trabajar en el desarrollo de un nuevo supermedicamento: un chicle de cocaína que sería la droga más fuerte que los soldados alemanes jamás habían tomado. 

 

La descomposición y caída de Hitler

El efecto de las drogas podría parecer a los espectadores poco menos que milagroso. Un minuto el Führer estaba tan frágil que apenas podía ponerse de pie. Pero le estaban dando las mismas drogas que a Hitler. Cada semana había un informe médico”. Pasa su dedo a lo largo de las líneas escritas a máquina, traduciendo para mí a medida que avanza. “Ha mejorado, está jugando de nuevo al tenis, la inflamación del hígado es normal… Es como si fuera un caballo de carreras”.

 

Para Hitler, sin embargo, se avecinaba una crisis. Cuando las fábricas donde se fabricaban Pervitin y Eukodal fueron bombardeadas por los aliados, los suministros de sus drogas favoritas comenzaron a agotarse y en febrero de 1945 estaba sufriendo abstinencia.

Encorvado, babeando y clavándose en la piel un par de pinzas doradas, dejó un espectáculo lamentable. “Todo el mundo describe la mala salud de Hitler en esos últimos días [en el bunker de Berlín]". “Pero no hay una explicación clara para ello. Se ha sugerido que padecía la enfermedad de Parkinson.

 

 

Está bastante claro que en parte fue por abstinencia”. Él sonríe. “Sí, debe haber sido bastante horrible. Está perdiendo una guerra mundial y está saliendo de las drogas”.

Dos meses después, Hitler y su nueva esposa, Eva Braun (al igual que Leni Riefenstahl, otra de las pacientes de Morell), se suicidaron, como todo el mundo sabe. ¿Qué pasó con Morell? Sabemos que sobrevivió, pero ¿salió ileso?

 

 

La Alemania nazi era un lugar de completo caos, se caía en pedazos. La metanfetamina mantuvo a las personas en el sistema sin que tuvieran que pensar en ello.

En sus últimos días en medio de sus delirios, Hitler aún se dedicaba a replantear la forma en que se verían ciertos aspectos del Tercer Reich en el futuro.