Parece absolutamente inquietante y preocupante, que el hecho de lavarnos las manos, antes o después de …. (nombre la actividad básica) tenga tan solo 180 años … aunque a nivel terapéutico, tan solo 130 años ! Y antes?
Como una de las pocas cosas que podíamos hacer para detener significativamente la propagación del coronavirus era lavarnos las manos, ok , pero de pronto para encontrar la historia de este tipo de evento pandémico hay que volver a ser un pasajero en el Titanic y ver cómo se desarrolla todo. También se descubre, como volver a principios del siglo XX, cuando las enfermedades infecciosas como la tuberculosis y la viruela eran la principal causa de muerte, y la nueva ciencia de los gérmenes había llevado a la primera obsesión masiva por la higiene de manos.
Cultura, Religión y Lavado de manos
Los rituales religiosos de lavado de manos han existido durante miles de años en las culturas islámica, judía y otras, pero la noción de que la enfermedad se propague a mano ha sido parte del sistema de creencias médicas durante solo unos 130 años. Sin embargo, el primer descubrimiento registrado del poder salvavidas del lavado de manos se produjo 50 años antes, en 1848, como un gran impacto no deseado.
El padre del lavado de manos, es Ignaz Semmelweis. Mientras trabajaba en el Hospital General de Viena, el médico húngaro estuvo a la vanguardia de un enfoque más científico de la medicina. Enfrentado a una sala de maternidad dirigida por un médico en la que las muertes maternas por la temida fiebre puerperal eran significativamente más altas que en la clínica dirigida por parteras allí, se estrujó el cerebro en busca de pistas sobre por qué.
Y los gérmenes?
Los gérmenes aún no se habían descubierto, y todavía se creía en la década de 1840 que la enfermedad se propagaba por miasma (malos olores en el aire) que emanaban de cadáveres en descomposición, aguas residuales o vegetación.
Los victorianos mantuvieron sus ventanas firmemente cerradas contra tales fuerzas malévolas.
Así que no parecía un problema que los médicos en prácticas de Vienna General pasaran el rato en la morgue diseccionando cadáveres para descubrir qué los había dejado muertos y luego aparecieran en la sala de maternidad para dar a luz sin lavarse las manos.
Luego, uno de ellos se cortó accidentalmente con un bisturí durante una disección y murió, aparentemente de la misma fiebre puerperal que habían tenido las madres. Semmelweis planteó la hipótesis de que las partículas cadavéricas de la morgue eran las culpables, y que tales partículas en las manos de los médicos se abrían paso en los cuerpos de las mujeres durante el parto.
Para probar su teoría, ordenó a los médicos que se lavaran las manos y los instrumentos con una solución de cloro, una sustancia que esperaba disiparía el olor letal de las partículas cadavéricas. Antes del experimento, dice Wahrman, “la tasa de mortalidad de las nuevas madres llegaba al 18 %. Después de que Semmelweis implementó la higiene de manos entre la morgue y la sala de partos, la tasa de mortalidad de las nuevas madres se redujo a alrededor del 1 %”.
Florence Nightingale
Florence Nightingale ayudó. A pesar de seguir trabajando bajo la teoría del miasma, intuitivamente mejoró la higiene en los hospitales militares durante la guerra de Crimea en la década de 1850 y, después de regresar al Reino Unido, se dedicó a revolucionar la enfermería. “Nightingale influyó en un nuevo interés por la limpieza del hogar como una meta que una buena esposa y madre debe inculcar en su familia”, dicen los primeros manuales de enfermería.
El cambio de siglo vio el lanzamiento de las primeras campañas populares de salud pública en torno a la tuberculosis. “Koch había demostrado que la tuberculosis no era algo que heredaste de tu abuela, sino que tu abuela te tosió encima, y por eso te contagiaste”. El movimiento antituberculoso estaba dirigido tanto a adultos como a escolares. “Realmente estabas enseñando a los niños pequeños estas reglas sobre estar limpio y lavarse las manos”.
Sexo?
Las enfermedades de transmisión sexual comenzaron a aumentar nuevamente en la década de 1970. “La gente comenzó a darse cuenta, bueno, estas cosas pueden volver si nos descuidamos”,. “Pero fue realmente con la llegada del VIH en la década de 1980, un tipo de virus novedoso, mortal y furtivo, que todos comenzaron a volverse hiperactivos sobre la limpieza personal”.
Aunque, por supuesto, el VIH se transmite a través de la sangre, el semen, los fluidos vaginales y la leche materna, por lo que la higiene de las manos no es un factor importante en la prevención, Las superbacterias hospitalarias se convirtieron en un problema, "y ahora tenemos estos nuevos virus que aparecen con bastante regularidad, pero también estamos experimentando el resurgimiento de enfermedades bacterianas debido a la resistencia a los antibióticos".
Sin embargo, el cumplimiento real del lavado de manos, antes del coronavirus, todavía era preocupantemente bajo en el ámbito público y en la atención médica. EL libro de P. Wahrman cita una investigación realizada con estudiantes universitarios en 2009, publicada en el American Journal of Infection Control. “Después de orinar, el 69% de las mujeres se lavan las manos y solo el 43% de los hombres”, dice. “Después de defecar, el 84% de las mujeres y el 78% de los hombres se lavan las manos. Y antes de comer, un momento crítico para lavarse las manos, el 10% de los hombres y el 7% de las mujeres se lavan las manos”.
Y entonces los lavamanos?
Lavamanos o sea los recipientes en donde se vierte el agua para el aseo personal, tradicionalmente se han realizado en piedra, loza o porcelana, aunque la industria moderna ya los produce en infinidad de materiales, como cerámica, vidrio o metal.
Para buscar sus orígenes hemos de remontarnos a Cartago, la Antigua Grecia y la Antigua Roma, donde están documentados arqueológica y literariamente, y en la Edad Media las iglesias disponían de pilas de agua bendita similares.
Aunque como parte del mobiliario doméstico no se ha hallado hasta antes del siglo XV (la gente no se lavaba las manos, recordemos), momento en el que destacó Venecia como principal fabricante de estos, y consistían en un trípode, más o menos adornado que sostenía un cerco de hierro o madera, en el que se colocaba un recipiente para el agua.
Etimológicamente la palabra “lavabo” procede del latín, es el futuro de indicativo del verbo lavo, y significa “me lavaré”, muy acorde con su propia función.
Una curiosidad que muy pocos conocen es que la palabra “lavabo” es el inicio de un salmo bíblico que dice así: “lavabo inter innocentes manus meas…”, que significa “me lavaré estas inocentes manos” … mal pensados.