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dcf74b0d fd50 438f aee4 d967a311a979 full“…en el instante en que Aureliano Babilona, acabara de descifrar los pergaminos, y viera que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra”

Así terminaba García Márquez, su novela máxima, pero quedaban unos cuantos cabos sueltos … cierto es que Aureliano había tenido por amor un hijo con su tía Amaranta Úrsula, sin saber que era su tía, y el hijo nació con cola de cerdo, pero en lo que Macondo se perdía en un remolino de viento, sucedió algo que no quedó escrito.

Una adinerada señora, que huía del vendaval de Macondo, al ver a la pobre criatura con cola de cerdo que se estaban comiendo las hormigas, lo sacó de ahí, lo limpió … mientras huía del Armagedón.

—Tú no tienes la culpa de esa cochinada que hicieron tus padres, y para seguir la tradición te llamarás José Amaranto—dijo quién le adoptara, y sería su madre, mientras Macondo se destruía a sus espaldas.

Aun así, y desconocedor tanto de la novela, como de la verdadera identidad de sus padres, José Amaranto, fue un niño feliz.

Tenía ya quince años la primera vez que sintió la cola. En clase de historia, tuvo la impresión de que algo se le topaba con el respaldo del pupitre. Se palpó con disimulo y encontró, sorprendido, que se le había alargado el coxis.

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Pronto, la cola había aumentado de tamaño y se vio obligado a perforar un orificio en los calzoncillos para darle salida.

José Amaranto la escondía bajo el pantalón, pero tenía que sentarse de lado, ya no era una cola de cerdo chiquita como cuando nació, era cola de meritito Diablo.
Cuando la cola empezó a hacerle cosquillas en la rodilla resolvió visitar al médico.
—Es una curiosa aparición teratogénica—dijo el médico.
—Mi madre me comentó que, cuando estaba embarazada, se sintió mal al mezclar un somnífero con una Red Bull —explicó José Amaranto— Quizás ese es el origen de todo.


Era difícil saberlo. Su madre (adoptiva, pero Amaranto no lo sabía) había muerto el año anterior.

La medicina no podía hacer nada, era la primera vez que aparecía un paciente con cola.
José Amaranto se refugió en melancólico retiro. Se negaba a ir a las fiestas de sus amigos y participar deporte por temor a que descubrieran su secreto.

No frecuentaba chicas, pues le agarró terror al matrimonio: Qué iba a decir su esposa la noche de la luna de miel cuando se bajara los pantalones y quedara al descubierto su rabo movedizo, levemente peludo, como el de los micos?

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Pero resultaron inútiles las precauciones. Alguien descubrió la cola en su silueta y regó el cuento. No pasó mucho tiempo antes de que el pueblo entero lo supiese. Un grupo de vecinos firmó una carta al alcalde en la cual pedían que le impusiera la pena de extrañamiento: no querían que sus hijas pudieran enamorarse de un señor con rabo.

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Empresarios de circo, programadores de televisión, agentes de ferias, organizadores de reinados y presidentes de carnavales lo buscaron. Le ofrecían tentadoras sumas por entregarse en brazos de la farándula.
Insistían en programarlo al lado de los Hermanos Siameses y la Mujer Barbuda. Aunque no le habrían caído mal unos cuantos pesos, pues ya casi no le quedaba nada de la herencia materna, se negó a sucumbir ante la tentación circense.

Cuando se enteró de que el alcalde pensaba encerrarlo en un manicomio debido al peligro que podía esconder su cola para la sociedad, cambió de pueblo.


Un día José Amaranto vio en un almacén a una muchacha que manejaba la caja registradora. Lo hacía a velocidades asombrosas con una sola mano, pues carecía de la otra. La imagen de esa chica que no se había escondido, y que había resuelto integrarse y competir, se le grabó en la cabeza.

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Pasó largas horas sentado en su rabo meditando. Hasta que resolvió imitar a la chica.
Fue enorme la sorpresa de sus antiguos compañeros de curso cuando apareció José Amaranto en la fiesta de celebración del décimo aniversario de bachilleres. Debajo del saco azul brotaba dichosa la cola, adornada con un coqueto lazo rojo. No fue lo único que hizo la cola de Amaranto aquella noche. También le sirvió de apoyo mientras los demás estaban de pie, y soportó el vaso de whisky para que él pudiera permanecer
con las manos libres. Los amigos vieron con creciente envidia, cómo el fiel rabo sacaba el pañuelo del bolsillo y lo sonaba, atrapaba boquitas de las bandejas, recogía objetos caídos y le sacudía la caspa de las solapas.


Un músico, fascinado, compuso un concierto de piano "para dos manos y cola".
Amaranto ganó el Concurso Internacional de Velocidad Mecanográfica, y eso que la cola se limitaba a escribir la a y la s.

Al cumplir 29 años, fue elegido personaje del año por la revista TIME. El rabo, no José Amaranto.


De entonces datan los experimentos de las casas farmacéuticas con somníferos y Red Bulls.

La nueva meta del progreso son los hombres con cola.

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