Benjamin Button, el personaje del cuento de F. Scott Fitzgerald … ok, para ponérselos más fácil jóvenes, el personaje que hace Brad Pitt en “El extraño caso de Benjamin Button”, ese! El que nace como un anciano y muere en su concepción … tenía razón!
El cuento, nos lo hace ver como un gran dolor, una penuria … pero no, hemos vivido equivocados, lo ideal es nacer al momento de morir … veamos:
Imagínense que nuestra vida empieza cuando morimos … de entrada, nos sacamos un trauma permanente que nos aqueja toda la vida, un miedo latente a la muerte, en el primer instante de nuestra vida … como plus, si vivimos al revés y vamos a morir de una enfermedad, desde el inicio de nuestra existencia …empezamos a recuperarnos !
Nuestro primer hogar sería una residencia para ancianos, donde todos nos vamos rejuveneciendo, sintiendo mejor, y nos llenamos de dinero en el banco … porque nos están pagando nuestra pensión, o sea que nacemos con pisto (si no se lo han “bolseado” todo nuestros últimos Presidentes) ….
Cuando ya estés demasiado bien, recuperado, un adulto joven, te echan de la residencia de ancianos, chequeás en el banco tu pisto, alquilás un apartamento bonito, si el dinero te da podés hasta comprarte un Lamborghini y dedicarte un rato a ser “viejo verde”, hasta que volvés a trabajar …en el primer día de tu trabajo (que si las cosas siguieran igual sería el último), el jefe te diría:
- Eusebio Gamero, usted le ha dado formidables 35 años de su vida a esta empresa, le hacemos un jugoso depósito en su cuenta y le regalamos este hermoso reloj de oro.
De entrada ya sabés que tenés trabajo para los próximos 35 años, otra angustia superada desde el inicio, al principio (final) un trabajo lleno de responsabilidades pero al final (principio) tranquilo, sosegado y con buena letra, hasta que te vas de ese trabajo porque resulta que sos demasiado joven para trabajar …
A esa edad te divorcias de la que, si todo siguiera igual, terminaría siendo tu viuda ….
Entonces empieza tu verdadera vida … sexo, fútbol y rock n´roll, comenzás a saltarte de fiesta en fiesta, de disco en disco, de cama en cama, te agarra la inquietud de sábana! Tomás mas de lo que debés, debés mas de lo que ganás, ganás mas de lo que perdés ….
Ningún problema es grave …
Te graduás primero, y después empezás a estudiar, sabiendo que vas a terminar tu carrera con éxito asegurado, van y vienen los romances juveniles, con compañeras de estudio, en noches de estudio …
Poco a poco tus padres comienzan a restringirte las horas de llegada y las llaves del carro, empieza la época de juegos, de conocer y aprender a tocar las canciones de The Beatles, de los besos a escondidas en funciones de cine …
Y te vas volviendo un niño, primaria y parvularia son pan comido, el kínder, una amenaza fantasma …. Tu primera maestra de kínder, termina siendo el último amor platónico de tu vida …
Ya en la guardería, todo es paz y tranquilidad, juguetes de plástico, comida de papilla y Gerbers y esas cosas … todo de gratis, al final de tu vida, ya no tenés que pagar nada más.
Y llegás a los nueve meses finales, flotando, en un ámbito confinado, todo lo que necesitás lo tenés a la mano, cálido, temperatura regulada sin peligro de resfrío por frío o stress por calor, aire acondicionado central y natural …
… hasta que tu vida termina …
… en un explosivo, sonoro y trepidante orgasmo.
… sería magnifique!
No se … digo yo ….
Al mes siguiente, Betty comenzó a soñar. Sus sueños, lo sabía, se referían a lo ocurrido en esas dos horas de desvanecimiento. Veía imágenes sueltas, algunas horrorosas.
Siendo amante como soy, de las Leyes de Murphy, nos encontramos en 1976, a un verdadero discípulo del Gran Maestro: un profesor de historia económica de la Universidad de California, Berkeley, quien publicó un ensayo que describía las leyes fundamentales de una fuerza que percibía como la mayor amenaza existencial de la humanidad: la estupidez.