Lluvia tropical maldita y bendita, según la época y la óptica, palabras esdrújulas con poco en común.
A saber, si llueve lindo y parejo, sin exageraciones, los campos son una fiesta y un espantapájaros para la sequía nuestra de cada día. Si llueve poco y sin ganas es una maldición para la siembra y para el termostato, porque el vapor de agua que se condensa después, vuelve la ciudad irrespirable.

Bendición si llueve desde el ventanal de las casas amplias del área residencial - "Le hace tanto bien al jardín..." - y una tarde gris es sinónimo de siesta en paz y reflexión ...

En la quebrada, cuadras más abajo, Manuel olfatea la tormenta, veterano acostumbrado a sobrevivir con nada y hacer festejo con poco, sabe que ésta tormenta es diferente... sabe que va a ir más allá de los veintidós minutos de lluvia habitual de nuestros cielos centroamericanos, palpa la tierra y la tierra le habla...

Mira su entorno, covachas de lámina, ladrillos a veces y cartón, llantas viejas detienen los techos de mentiras y Manuel decide por enésima vez, tratar de sobrellevar la catástrofe.

Empieza con tiempo a juntar lo necesario, algo de alimento, una bolsa de granos, y comienza con sigilo, a bajar la enorme canoa que cuelga con lazo del polín de su techo de lámina de asbesto. "Viejo loco - murmura el vecindario - guardar una canoa en casa, si estamos a cien kilómetros del mar","La muerte de la mujer lo dejó así... pobre",'"Jodida la soledad... carajo" ...

Manuel empieza su ritual de cada temporal, sabe que el agua viene y viene por lo menos para setenta y dos horas, mira a su alrededor, poco que salvar ... el retrato de la Irma, mujer fiel, que se fue hace diez u once años por mala

praxis en el Seguro, un par de trapos, el perro viejo "Jeremías" empieza a buscar espacio, ya conoce este ritual de cada invierno, y sabe que hay que acostumbrarse aunque nada sea tan difícil como andar "perdido como perro en bote".

Algún vecino, que conoce el movimiento le acerca cosas, "Sálveme la tele Don Manuel que todavía la debo". Se sonríe Manuel, más urgencia por salvar un televisor que la ropa que va a hacer falta para la humedad y el frío, cuando nada quede ...

Y viene el agua, torrencial, implacable, Manuel y Jeremías pasan la noche en la canoa, aún hincada en tierra, arma un cigarro con tabaco suelto, tiene el impermeable barato puesto, y platica de cualquier cosa con el perro.

El vecindario esta en sus casas, no se inmuta, no se mueve, sigue pendiente a la TV, hoy termina la última cochinada de telenovela mexicana y eso tiene más rating que la lluvia. Ignorancia y miseria van de la mano.

A las cinco y media de la mañana del tercer día, más o menos, se viene el deslave, se viene un talud completo y con él doce casas, todos al agua, un par nadan y se salvan, Manuel enfila la canoa vieja hacia el desastre, el hijo de los Martínez se sube fiel y rápido y agarra el otro remo, contra corriente es jodido pero el viejo no puede sólo, Martínez chico es fuerte y solidario, reman y empiezan a recoger gente agarrada de los troncos y las raíces que quedaron antes que se los lleve la corriente.

Jeremías mira y ladra y aúlla, en medio de la oscuridad de la noche que acaba de morir y de los pobres que tratan de vivir, su aullido es casi como de esperanza, el hijo de los Martínez se prende de un neumático y deja su espacio para más gente, demasiada gente... once van a bordo, la canoa amenaza voltearse...”Mierda ! - susurra Manuel - y cómo llego a la orilla?”

El grito es uno y desgarrador ... "Mirtaaaaaaa" .. doña Clotilde grita porque su hijita de tres años cae al agua, se la lleva la corriente, Martínez chico titubea, doña Clotilde no, se tira a la correntada de lodo y en esfuerzo de mujer valiente agarra a su hija y la mantiene a flote ...

Manuel deja ir la canoa a favor de la corriente, todos a bordo gritan, Manuel no ... no titubea ... la canoa zozobra, es mucha gente, logra llegar hasta la Clotilde que agarra a su hija y los tres son una cadena, viejo, mujer y niña.

Manuel trata de subirlas, Martínez chico empuja desde el neumático, la canoa se voltea peligrosamente, Manuel sabe que no hay espacio, que con dos más se mueren todos ... y por matemáticas popular sabe que tienen que ser dos menos ...

- Agarralas fuerte y las subis cipote !!! - le dice a Martínez, Mira a Jeremías, que no titubea tampoco, el sabe que el perro, grande y viejo, es fiel ...

Manuel se tira a la correntada y Martínez sube a Clotilde y su hija, Jeremías se tira detrás de su dueño .

Se los ve tratar de llegar a la orilla, pero la correntada es fuerte, lo hacen sin convicción, sabiendo que no se va a poder, el vecindario grita, el sol empieza a salir ...

Manuel y el perro serán encontrados días después, debajo de un par de metros de lodo y a casi treinta cuadras del tugurio, quebrada abajo ... el vecindario llora y hace funeralito humilde ...

Martínez hijo piensa, filosofía de favela, de pobreza y tortilla salteada … "Ojalá que Dios nos ayude el próximo invierno, porque su mejor hijo ya se fue con El".