Braulio, músico solitario de bar en bar, veterano, pelo desmadejado, todas las canciones caben en sus acordes y todos los acordes caben en sus dedos …
Guitarrero ambulante, de mesa en mesa, de tres canciones en tres, por dos dólares tal vez, a veces la gente escucha lo que pide, a veces se olvidan de él desgarrándose la voz con las canciones de Credence y hasta se olvidan de pagar, los borrachos son los mejores clientes, cantan todos al mismo tiempo desafinado, y a veces, le pagan hasta diez dólares por seis o siete canciones, Braulio sonríe, lo mismo te canta Pedro Infante hasta One Direction pasando por Zepellin y por las dudas y con asco pero por necesidad hasta se aprendió un par de Maluma …
El hambre es terrible …
El regreso de madrugada, peor, guitarra al hombre, dos o tres pesos en la bolsa, casita de tugurio de dos habitaciones, a metros de la vía férrea, con él solo vive Antón, seis años, pasa el día en la escuela, regresa con una vecina, buena y solidaria que le da almuerzo y comparte la tarde con su padre y luego duerme cuando Braulio regresa, bien entrada la madrugada …
Alondra, como su nombre lo indica, cantaba, 27 años, y también fue ave de paso, se conocieron en uno de tantos bares, cantaron juntos, hacían buenos dúos, Braulio no sabe si se enamoraron, pero si vivieron juntos y tuvieron a Antón … pocos meses después, y sin previo aviso, Alondra voló de la vida de ambos … ave imposible de mantener en cautiverio …
Esa noche de 24 de diciembre, fue muy mala noche, los bares casi no abren, la gente pasa más en sus casas o en fiestas familiares, no hay clientes a quien cantarles … guitarra al hombro, saluda a los miembros de la pandilla que controlan el área …
- Tan temprano Freddie Mercury?? – le preguntan
- No hay clientela, no hay dinero … - contesta Braulio.
Lo quieren, lo respetan, saben que no tiene dinero, no le cobran nada, a veces Braulio les regala canciones y pasa tranquilo, incluso le echan un ojo a Antón cuando Braulio no está …
- Papá ... quien ese este señor Santa Claus? – le preguntó Antón mientras hacía una tarea de manualidades con el gordo de traje rojo – es cierto que los venados vuelan? Que les trae regalos a los niños si se portan bien?
- Son renos hijo, no son venados y es una fantasía … ese señor no pasa por acá …
- Le tiene miedo a los trenes? – pregunta Antón.
Es historia común, cada dos por tres pasa un tren de carga o una zorra y toda la tierra bajo las casas tiembla, los vecinos se aterran de que toda esa ladera se vaya a desmoronar, pero Antón no, le encantan los trenes, se emociona y excita cuando siente la tierra crujir anunciando la llegada de uno …
Un par de veces volvió la pregunta en esos días si Santa Claus los iba a visitar con regalos, y Braulio insistió que no … que no pasaba por esa zona donde ellos vivían.
Regresa esa Nochebuena, y en la puerta encuentra un huacal con grama y otro con agua y el rótulo en cartón con la letra infantil de su hijo “para losbenados”.
Sobre la mesa, un par de galletas y un vaso de leche y el rótulo “para Señor Santa” …
Braulio se rompe en ciento cuarenta partes y todas las penas de la más abyecta pobreza le caen en el lomo, llora, tenía más de treinta años probablemente de no llorar, pero como hombre, como padre, llora …
No es hombre de dudar mucho, se da la vuelta despacio y vuelve a los bares de siempre, no a cantar, sino a vender lo único que tenía … su guitarra, el “Turco”, otro de los cantantes ambulantes un día le dijo que se la compraba en “veinte bolas”.
- No jodás Turco, es una Washburn de colección … - no se vende, contestaba Braulio.
Y logra encontrar al “Turco” y se la vende, por veinte dólares, la guitarra que tenía todas las canciones que la clientela pedía …
Pero no hay tiempo para perder, corre, a ver si llega a la tienda donde pusieron la venta de pólvora con la esperanza de encontrarla abierta, llega, sin aire, y ahí lo ve … el trencito a baterías con sus vías y estaciones, y arbolitos y gente, que algún día quería, si podía, comprarle a Antón …
- Vale veinticinco dólares Braulio – le dice el “Zancudo” dueño de la tiendita.
- Dejamelo en veinte dólares Zancudo, es todo lo que tengo – a Braulio se le escapa una lágrima.
La pobreza es inmensamente solidaria, el Zancudo se lo deja en veinte y le regala las baterías, Braulio corre cuesta abajo, casi sin aire, saluda a los pandilleros, bota lejos el agua del huacal, desparrama la grama, se guarda el cartoncito, entra, se come las galletas, toma medio vaso de leche y deposita sobre la mesa el hermoso regalo …
En el segundo cartón escribe “Gracias Antón”
Braulio se acuesta, trata de recuperar el aire, cuando lo logra …. sonríe
… y piensa como seguirá la vida de ambos
… padre e hijo
… a partir de mañana.
La historia
Kuwait tuvo una sola clasificación a Campeonatos Mundiales de Futbol, España 1982, el mismo Mundial que fue nuestra segunda clasificación (aunque debió ser la tercera, pronto viene esa historia).
Leyendo los periódicos, me enteré hace días que falleció el padre de un muy buen amigo de los tiempos de escuela primaria, por ahí me lo encontraba cada dos por tres y siempre era un festejo. Resolví pasar por la funeraria que anunciaba la necrológica a darle un respetuoso abrazo.