Debo confesar, que soy un iluso navegante del océano del todavía…
...esa mezcla de idealismo y utopía, y sueños en exceso que nos mantiene a ciertos seres humanos aferrados a los instrumentos de navegación de embarcaciones que pueden llegar a todavías, que de hecho son casi imposibles de alcanzar… lo que equivale a decir que todavía creo que toda la gente del mundo es buena y los malos son buenos en momentos de debilidad, todavía creo que habrá una película norteamericana donde al final ganen los rusos, los àrabes o los indios apaches…
Todavía creo en las sonrisas que se me brindan y ni siquiera me refugio en el hecho de que alguna de ellas pueda estar cubierta de hipocresía, todavía creo que los grandes benefactores de la niñez donan dinero por amor a los niños y no para eludir impuestos, todavía creo en una sola China integrada y una Corea sin puntos cardinales que la divida.
Todavía creo que todos los candidatos a cargos públicos realmente nos dicen la verdad cuando arengan para cautivar nuestros votos y es más, todavía creo que son capaces de cumplir sus promesas media vez lleguen al cargo…
Todavía creo que se puede morir de amor como Romeo y Julieta, o como Marco Antonio y Cleopatra y todavía creo en el amor sincero, sin trampa ni rincones, con carácter de eterno…
Todavía creo que todo tiempo futuro será mejor, aunque el pasado fue bueno, y todavía tengo fe en el dos mil veintidos sin desastres ni desórdenes , todavía creo que todos los aviones son seguros y si alguno cae de vez en cuando son fortuitos accidentes.
Todavía creo en la honestidad, en el regalo de unos buenos días bien dicho, todavía creo en el roce de una mano de mujer sobre mi mano y creo todavía en la amistad a prueba de circunstancias diversas.
Y así sigo todavía, navegando en mi endeble barcaza, golpeada por las olas, a través del océano, haciendo lo posible para no perder el equilibrio ni la cordura con tanto vaivén que nos plantea la vida…
Tal como les decía en el encabezado, soy un iluso navegante de océano del todavía… pero sé que no soy el único…
Mientras Hamparzún (Karadayiján) transformado a Karadagián, un joven armenio con buen capital, producto de los negocios cárnicos de su padre, huía de Armenia a Buenos Aires en la Primera Guerra, Paulina Fernández, sevillana y de peor suerte en cuanto a fortuna era enviada a la misma ciudad en los albores de la revuelta civil española …