Quedamos en reunirnos con un viejo compañero de la primaria que no veía desde los años ochenta, el “Gordo” Peláez, del que tuve noticias a través de una red social. Nos citamos en un bar, nos palmeamos con cariño falso, pedimos unas cervezas.
Le digo: “Qué increíble, para lo que acaba sirviendo Facebook”. Se ríe fuerte, como si le estuviera tomando el pelo: “Si Facebook sirviera solamente para encontrarme con vos —me dice—, yo no tendría banda ancha en casa. A mí Facebook me cambió la vida, pero de verdad”.
—Para tanto? —le pregunto.
—Mirá para la calle—me explica el “Gordo” Peláez —. Imaginate que todas las mujeres que están pasando ahora por la calle tuvieran un cartel en la espalda que dijera «estoy en una relación complicada», o «soy soltera», o «solamente busco amistad», o incluso «me interesan los hombres y también las mujeres»…
Hago lo que dice mi amigo: miro por la ventana del bar hacia la calle y veo las calles de mi ciudad en su esplendor: rubias, rubias de mentiras, rubias raíces negras,, morenas guapísimas, maduras y jóvenes, diferentes colores y tamaños; hay de todo en la viña del Señor.
Mi amigo me aprieta el brazo y me dice:
—Imaginate que aquella que está por cruzar la avenida tuviese un cartel que dijera: «Hace doce días que estoy deprimida». Tener esa data de primera mano, Chele, hacer cálculos mentales y abordarlas a todas.
—Te estás alborotando, calmate —le digo a mi amigo.
Pero él sigue con su verborrea:
—Cuánto hubiéramos simplificado el enfoque de la seducción, hace diez, hace quince años, de haber tenido esos guiños entre las conocidas del colegio, de la universidad, de las compañeras de trabajo, de las ex novias?
Me lo imagino; mi amigo tiene mucha razón.
—La mujer analógica, la del siglo pasado, esperaba que vos te dieras cuenta de ciertas cosas. ¿Te acordás las preguntas que uno se hacía antes? ¿Tendrá novio Estelita? ¿Qué música le gustará? ¿Será buen momento para acercarme a ella? —rememora “Gordo” Peláez — Ahora la mujer digital te lo indica en el perfil del Facebook.
Cualquier conocida de la oficina, cualquier amiga de una amiga, te avisa si se peleó con el novio, te explica si le gusta Neruda o si le gusta Becquer, te pone fotos de las vacaciones en Ibiza, para que la veas. Que todavía se mantiene bien …
Cierra los ojos y sonríe. Continúa:
—¿Cuánto tardábamos, en los ochenta, para ver en bikini a la chica que nos gustaba? ¡Había que esperar Semana Santa, que alguna se emborrachaba en la playa, o en alguna piscina en verano! No, Chele, la vida mejoró mucho…
—Bueno, pero supongo que tampoco será tan fácil.
—Hay desventajas, claro —matiza—. Te podés ensartar, como toda la vida. Te podés despertar con un bicho a la mañana siguiente… Pero en Facebook hay escaramuzas, hay trucos que te proporciona la experiencia.
—¿Por ejemplo?
—Alejate de las mujeres que ponen la fecha de nacimiento sin indicar el año: charros!. Escapá de las que cuelgan muchas fotos de sus mascotas: son depresivas. Ni se te ocurra encarar a las que te parecen lindas pero tienen todas las fotos en contrapicado: son gordas con complejo de papada. Si dicen estar «en una relación difícil» y tienen más de treinta fotos besando al mismo tipo, en diferentes épocas, no les escribas, siempre van a terminar llorando por el otro.
—Impresionante —le digo con sinceridad.
—Hay que estar atento a las que, en la imagen del perfil, ponen una foto sacada por ellas mismas en el baño. A ésas, les decís cuatro piropos en el Muro. Atento a las que ponen fotos viajando por el mundo con una amiga, siempre la misma amiga: son fiesteras.
Pero ojo —matiza mi amigo—: tiene que ser fotos por el mundo; si viajan por su propio país, al Cerro Verde digamos y suben foto, son exhibicionistas.
Mi antiguo amigo de la primaria me atiborró de consejos, pero sólo me acuerdo de estos pocos para compartir hoy con ustedes. Habló durante más de una hora, sin parar. Y después dijo que debía irse a una cita con una mujer que había conocido en la estación Verdaguer.
—Me tiemblan las manos —me confesó antes de salir del bar—. Esta mujer que conocí en el metro me dice que no tiene Internet. No sé nada de ella, nunca vi fotos, no sé de qué carajo le voy a hablar.
— Y para qué vas, entonces?
—Es que últimamente tengo nostalgias de aquellas mujeres analógicas ….
… tienen olor a infancia.
Hace unos días, en mi cumpleaños, mi esposa y mis hijos me regalaron un cupón válido por una semana de entrenamiento en un buen gimnasio, con promoción de 50% descuento si me enganchaba después. Independientemente de que yo pensaba que estaba en excelente forma … se ve que el espejo de ellos desenfoca, y quizás ya se dieron cuenta que me salté del pantalón talla 34 al 36 …. Y bue …
—Señorita —le dijo Virginio al ver que desenfundaba la hipodérmica—: perdóneme,
pero si es con aguja, no quiero hacerme el examen.
Todas las palabras que nunca dijimos …
Todos los “te quiero” que no nos animamos a pronunciar …
Todos los grandes proyectos que nunca iniciamos