No es que pueblo chico siempre sea infierno grande, sino que el más grande de los infiernos … se enciende en los pueblos más pequeños, por el incidente más chiquito.
Si el Choco Humberto hubiera tenido la delicadeza de morirse en su propia casa, no se hubiera dado ningún problema. Pero murió en casa de Paula Agüero , la “otra” de
toda la vida, y se desplomó sobre el cadáver el problema que había mantenido un equilibrio medio amarrado con alambre, a lo largo de treinta años, entre las dos familias.
La noticia corrió por las calles y no hubo quién no se enterase al cabo de un par de horas de que al “choco” Humberto lo había sorprendido el infarto en sitio equivocado. Al pueblo no le costó trabajo entender que, si la situación no se manejaba con extrema prudencia, podría armarse una guerra civil doméstica.
La familia de Emerenciana Ramos, mujer de Humberto, estaba integrada por poderosos caudillos políticos locales, alcaldes y gobernadores por años; la de Paula Agüero, la otra, era de contrabandistas de Oriente venidos a más.
Para terminar de enlodarla, la tensión acumulada a lo largo de treinta años entre ambas familias se empeoró a causa de un exabrupto: el cadáver risueño del “Choco” in memoriam, confirmaba que el infarto le agarró montando (y no a caballo precisamente) en el mero momento del coitus extremis .
Por eso hasta el propio alcalde (uno de los Ramos) se preocupó y convocó una reunión urgente de los personajes importantes del municipio (donde había varios de los Agüeros).
Se expusieron soluciones como hacer dos funerales, uno para cada familia, enterrar al “Choco” y desenterrarlo para la función siguiente, nada, el Párroco no autorizó tanta blasfemia.
Patiño, el dueño de la farmacia del pueblo, propuso una alternativa ecuánime: los restos del “Choco” Humberto serían incinerados y a cada viuda se le repartiría una cajita con la mitad de las cenizas. El señor Patiño podía garantizar con su balanza de precisión que cada señora recibiera una cantidad igual de gramos del finado.
El alcalde (Ramos) se opuso. Ningún reglamento municipal permitía la cremación de cadáveres y, por tanto, hasta que un acuerdo del Concejo lo autorizara, no se podía, aparte que sólo habría podido consumarse en el horno grande de la panadería.
El de la PNC (Agüero) pidió la palabra y fue al grano. Era miércoles de alegría porque ese día se jugaba la lotería misma tarde jugaba la Lotería. Era cuestión de asignar a una viuda si salía número par, y la otra si salía non, y dejar que la última cifra decidiera cuál iba a ser la dueña del cadáver.
La solución parecía lógica; pero el abogado se opuso, siendo tan poderosa la familia de Emerenciana Ramos, puede que les resultar fácil manipular la lotería.
Surgió Mardoqueo el Poeta con otra solución: declarar camposanto el lugar de su fallecimiento y convertirlo luego en museo. Al de la PNC no le pareció la idea y procedió a oponerse a ella: "Si la casa de Paula Agüero tiene posibilidades de volverse museo —dijo—, habría que trasladar el Vaticano a la de su legítima esposa. Esto es, para guardar proporciones".
La reunión se disolvió dos horas después sin que hubiera podido llegar a conclusión alguna.
Pero la familia Agüero no estaba dispuesta a permitir que el cadáver de Humberto saliera de la casa de quien había sido “la otra” de su vida. Y la de Emerenciana Ramos andaba armándose dizque para ir a rescatarlo y organizarle el velorio donde tocaba.
Pasada una hora, y ante el rumor de que los Ramos se aprestaban a marchar contra los Agüero , el alcalde (Ramos) decretó el toque de queda. Eran las dos de la tarde cuando el sargento (Agüero) leyó en las esquinas el decreto que declaraba gravemente amenazado el orden público. A las tres y media entraron los agentes, de la PNC a la casa de Paula Agüero y, amparados en una orden de captura , detuvieron el cadáver del “Choco”
Humberto. Esa misma noche fue enterrado el risueño cadáver sin mayor protocolo en el cementerio local.
El alcalde se acostó al alba con la satisfacción del deber cumplido y ordenó levantar el toque de queda a las siete en punto de la mañana siguiente.
A las siete y cuarto, las dos viudas se presentaron al mismo tiempo ante la tumba llevando flores y parientes armados, se desató la balacera en que murieron los primeros siete. Veinte años después la confrontación familiar sigue.
Solo quedan tres niños Agüero y un par de mellizos de los Ramos, bautizados pero sin confirmar.
Por eso cuando los habitantes del pueblo quieren hablan de cosas viejas, se refieren a "los tiempos del “Choco” Humberto".
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La primera final totalmente española, aparecería en 1999 – 2000, de ahí en adelante, las finales de la ya institucionalizada Champions League, renombrada desde 1992 como tal, vería varias finales entre equipos de un mismo país de acuerdo a las supremacías del momento.