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madreTe nombro Madre y hablo de amor, pero te nombro Madre Salvadoreña y hablo de innumerables formas de amar, que van más allá del amor infinito de una madre a sus hijos.

Te nombro Madre Salvadoreña, digamos Leticia … y hablo de ese sacrificio diario, de bajar de la colina, donde queda tu casa, con un bebé en brazos y el chiquito de tres años, medio dormido, bien aferrado de tu mano, 3 30 am, todos los días, antes que cante el gallo, antes que duerman las pandillas, tratando de llegar a pie a la casa de esa tía que “los cuida” durante el día y se queda con la mitad de tu sueldo.

Digamos Leticia, deslomándose 14 horas diarias en la maquila, donde pagan a veces y otras no, aunque casi siempre tampoco, y cuando hay cheque es cada vez más delgado por tanto descuento … y vuelta a recoger tus niños, tus hijos, ya bien entrada la noche, colina arriba, para dormir abrazados los tres, esperando que mañana sea diferente …

… aunque nunca lo es.

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Te nombro Madre Salvadoreña, digamos Estela … y hablo de tu lucha diaria, con tres hijos, de tres padres que solo pasaron dejando semilla y desaparecieron, sola, buscando el sustento por las noches, en las calles, en el peligro cotidiano, en los besos alquilados, en el placer de mentiras y la mentira del placer, llevando el dinero necesario para cenar, educar a tus niños, aguantando las lenguas viperinas del vecindario que saben de dónde viene y hacia dónde va … no importa, importa que ellos tengan lo necesario, y digamos Estela espera que mañana sea diferente …

… aunque nunca lo es.

Te nombro Madre Salvadoreña, digamos Mabel … y hablo de la distancia que tuviste que marcar con tus propios hijos, buscar en el extranjero el dinero que en tu país nunca aparecía, y entraste ilegal, atravesaste desiertos, desafiando “migras” y atropellos, y lograste llegar, a esa habitación donde duermen de seis en seis, lavando platos de madrugada de 12 a 7, para mandar dinero a tus hijos de quince en quince, que cuidados por un padre que no es, tratan de salir adelante …

Y te extrañan horrores Mabel, pero mucho menos de lo que tu los extrañas a ellos, en esa tierra de nadie, donde cuesta tanto ser  alguien; y esperas que sea tu turno de dormir en ese metedero de baño compartido, rezas, pides a Dios que cuide a tus chiquitos, y esperas que mañana sea diferente …

… aunque nunca lo es.

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Y también hablo de la madre del exitoso ejecutivo, que pasa de país en país y su madre sigue rezando cada inicio de viaje, para que los aviones donde va su hijo no se caigan; de la madre que va a visitar semanalmente al presidio a su hijo, encerrado, por tomar en su trabajo un dinero, mínimo, que no era suyo para paliar el hambre de su familia;  hablo de la madre que fue dejada un día en un asilo, sin mayor explicación por sus propios hijos, con la promesa de que regresarían por ella, y mantiene fija la mirada en el portón de entrada esperando que vuelvan y sus hijos parecen haber olvidado el camino de regreso, y duerme esperando que mañana sea diferente …

… aunque nunca lo es.

Te nombro Madre y hablo de tus múltiples esperanzas, y la forma en que tus hijos te desesperanzamos tantas veces …

Te nombro Madre … y todo el amor, tanto amor, se me queda corto.

 

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