Por irónico que parezca, a pesar de que a muchos quien los salva del alcoholismo es la religión, a mí la religión me llevó al alcoholismo, es más, para aumentar la ironía … del alcoholismo me sacó el mismísimo Lucifer.
Mentiría si dijera que antes de aquel Domingo de Resurrección no había probado una gota de alcohol. Mentiría …
La verdad es que en mis épocas de acólito ya había organizado grandes chupancingas de vino de consagrar con Emiliano, el monaguillo que era mi colega, y en tres o cuatro ocasiones, escondidos entre los viejos y vetustos armarios de la sacristía, habíamos sentido el delicioso asalto que produce el vino en las neuronas cerebrales.
No éramos monaguillos por vocación, hemos de ser claros, pero proveníamos de aquellas familias antiguas de pueblo chico, que todavía creían en que de varios hijos varones, el mayor iba al cuartel (o sea tenía que ser militar, recordemos que estamos hablando de las épocas donde los únicos que tenían dinero en nuestro país eran los militares, a diferencia de ahora, que los únicos que tienen dinero son los políticos y los narcos … que es casi lo mismo), y el menor para la Iglesia.
Ni Emiliano ni yo teníamos gran vocación religiosa, pero nos aumentaba las notas del colegio (católico), perdíamos clases y le mirábamos las piernas a las señoras jóvenes que llegaban de minifalda y se sentaban en primera fila de la Iglesia.
El padre Fabricio, por supuesto, en sus homilías, despotricaba contra estas “hijas de Satanás” que en vestimentas no adecuadas acudían a misa, y ellas se mataban de risa mientras veían que los dos monaguillos (Emiliano y yo) babeábamos viéndoles las piernas en evidente estado de pre embriaguez (o sea bolitos … pero no tanto).
El Padre Fabricio, capellán del colegio, era en realidad un hombre buena onda y venerable que se dormía durante las confesiones y estaba listo a perdonar cualquier pecado. Corría el cuento de que alguna vez se coló a la capilla del colegio un asesino tenebroso que sabía de la dulzura de Monseñor, con el fin de confesarle que había descuartizado a sus tíos para robarles. “Está bien, hijo —dizque le respondió Fabricio—, reza tres Padrenuestros y no lo vuelvas a hacer.”…. seguramente una de las tantas leyendas urbanas colegiales
Fabricio también se la clavaba con el vino, por eso se dormía en confesionario. Unas gotas le bastaban para el lavatorio de manos y una porción diminuta para la consagración, el resto iba a parar a su propia garganta …el resto que Emiliano y yo le dejábamos. Cuando el Padre Fabricio subió al cielo en cuerpo y alma fue reemplazado por un padre joven, dinámico, eléctrico y mucho más exigente que su antecesor en materia de vinos.
Se llama Mariano, le decíamos Padre Mariano, y él exigía que le llamáramos “Monseñor”, fuimos con Emiliano un día a la Dirección del colegio a preguntarle a San Cono (había una imagen donde él y el Director eran idénticos, de ahí el apelativo) que tan Monseñor era este Monseñor … nos dijo que nada, que era Padre Mariano y siacabuche.
Sin embargo algunas de las personas que venían a misa le llamaban Monseñor.
No solamente le entraba duro al vino, sino que fue preciso mejorarle la marca y empezar a adquirir producto español de diez años de maduración. Pero como el alza en la calidad estaba desbalanceada por el descenso en las sobras, Emiliano y yo cada vez veíamos y bebíamos menos, el Padre Mariano llevaba casi un cuentagotas encima.
El día que nos encontró Mariano con una Santa Papalina en la sacristía, Emiliano y yo muertos de risa, meta tomar vino para consagrar y boqueado con ostias y churritos, a 15 minutos de empezar la misa, nos pegó una soberana insultada canónica y nos dijo que colgáramos los hábitos y nos fuéramos.
Pero Emiliano que era un sagaz y astuto negociador, tanto así que terminó siendo un eficaz Ministro de Economía y posteriormente un millonario representante de jugadores de futbol, viendo el problema de las notas, le saltó al frente:
- Si usted nos echa, denunciamos ante la feligresía que usted no es Monseñor ni nada parecido!
- Pequeños par de enviados del Demonio …está bien, alístense! – contestó.
Ambos estábamos totalmente ebrios, pero bajo control, no hubo mayor problema, ni errores … todo iba sobre ruedas, los cánticos, las ofrendas, y todo el desarrollo normal.
A la hora de comulgar fue el problema …. Se acercó a tomar la comunión …alguien, no se quien, después me dijeron que era un funcionario de Gobierno, encargado de promover inversiones, pero yo, saturado de vino de misa, a contraluz y viendo doble, lo vislumbré como el mero cachudo!!
De un salto me puse entre él y el Padre Mariano, y dispuesto a salvaguardar el honor de la Eucaristía pegué el grito:
- Vade Retro Satanás!!
Y me desmayé
Me desperté al día siguiente en mi casa, mis padres aun me miraban con cara de escándalo. Dicen que el Padre Mariano, me levantó del suelo en medio del estupor general y dijo:
- Es un caso de posesión demoníaca transitoria, yo me encargo ….
Me llevó a un sofá de la sacristía y ahí me dejó encerrado a que se me pasara la borrachera, regresó y terminó la misa como si nada.
De ahí me expulsaron del colegio, me prohibieron la amistad de Emiliano, me bautizaron mormón … y jamás, jamás … volví a beber.
Aquello de que el cielo es el límite .... no corre para las mujeres. Suelen escucharse, opiniones de misóginos de pasillo, especialistas en nada fracasados en todo, restando importancia a la presencia femenina en el espacio … nunca han estado tan equivocados.
Hasta este momento, todo hermoso, irreal, casi intangible, me había desacostumbrado a que me quisieran, a que alguien me diera una muestra de afecto, y está bien … me encanta, es literalmente un sueño que varias veces, solo en esta cama ya había soñado ...
Hace poco inició una telenovela de los noventa, donde la protagonista es manipulada al antojo de su padre y luego de su esposo, sin hacer nada por imponer su voluntad, o por lo menos oponerse a tal represión…. Eso me hace pensar