Se da el caso de que usted tuvo vacaciones y regresa, puede entonces comprobar cuan cierta es aquella frase, según la cual, "partir es morir un poco".
Y si resuelve prolongar las vacaciones, estará en capacidad de saber que "quedarse es
morir del todo".
Es cierto: ha llegado la hora de revaluar el concepto que existe sobre las vacaciones y concluir, con entera sinceridad, que irse de descanso, por ejemplo, la primera semana de agosto es la mejor manera de terminar Semana Santa …cansado, exhausto y el sistema nervioso a la miseria.
Vacaciones eran las de antes, cuando la gente viajaba a lomo de muía en busca de una hacienda enclaustrada en el llano o la montaña. Los veraneantes desaparecían durante largas semanas y se desconectaban por completo del mundo y sus peligros, de los maleantes y ladrones, de la política, los diputados, las puti fiestas (que son básicamente lo mismo).
Cuando uno regresaba a la civilización había cambiado de piel, no recordaba bien el idioma, se perdía tomando la 101 D y éramos hombres y mujeres nuevos.
Con aquello del carro propio, los buses de excursión, aparecen las playas, los resorts all inclusive donde lo que abundan son los viejos gordos borrachos de bata estampada que se mean en la piscina; los lagos, Coatepeque, Apulo, balneario este último que siempre se presta para rimas picantes en las veladas de “rimas y arrimes” que convocan cada noche a los vacacionistas.
La invasión de los "resorts" de playa y, finalmente, los lugares colectivos de veraneo (turicentro), toparon todas las playas. Está muy bien lo de turicentros y afines, sin ellos, muchos de nosotros tendríamos pocas posibilidades de conocer el sol de cerca.
Lo que nadie puede negar es que para conseguir cupo en el turicentro, tenés que acampar en la entrada desde la noche anterior; para obtener servicio de desayuno hay que dejar a un tío o a un primo valiente y enojado cuidando la mesa dese la hora de la cena, y dar generosa “propina “a algún empleado para lograr un plato cuando llegue la hora del almuerzo.
Además, para poder ir sentado en el bus de ida y de regreso, para rescatar a su hijo menor de la multitud que compra pollo asado y para meterse a la piscina sin caer encima de una señora gorda que juega a bucear monedas de “a cora” se necesita desplegar tal afán, tal habilidad y tales cualidades de quarterback de los 49ers que cuando termina la vacación, el veraneante está mucho más cansado que cuando empezó.
La semanita de vacaciones de Semana Santa, termina con que usted ha tenido que pelear con dos chóferes de bus, cinco o seis meseros, el hombre que vende paletas en las afueras del campamento, el empleado de la farmacia que pretende especular con los remedios contra la “flojedad” de estómago, los golpes del niño de la cabaña de la zona H que le pega al suyo cada vez que se arrima a la piscina, el “entretenedor” oficial del turicentro que se recrea más que todo observando con curiosidad el bikini de su esposa y el gordo de la bata estampada que sólo se mete a la piscina un par de veces al día pero, cuando lo hace, observa una sospechosa quietud dentro del agua y luego hace olitas con las manos y se aleja del lugar.
Si el veraneo no es en un turicentro sino en una playa, las cosas pueden ser mucho peores. Aquí usted llegará a la fatiga total por culpa de la vendedora de piña que lo despierta con sus gritos cada vez que usted ha logrado dormirse en la arena; el salvavidas que casi lo deja ahogar porque estaba dedicado a contestar preguntas de unas chicas en tanga; el mercader ambulante de gafas verdes que insiste en venderle unas igualitas a las que usted le compró el año pasado; el fulano musculoso y apuesto que camina en las manos para atraer las miradas de las chicas; las chicas cuyo inquietante perfil le impide a usted cerrar mucho los ojos.
Los bichos que juegan fútbol a gritos y deciden poner una portería justo a medio metro de su toalla y se barren marcándose echándole arena a dos centímetros de su acomplejada humanidad; los vecinos de sombrilla a los cuales les mandaron de los USA un IPod cuya memoria han topado de reguetones asquerosos y conectada a un parlante hechizo, suenan esas porquerías todo el día; y otro gordo de bata estampada que se suena los mocos con insuficiente discreción en el mar.
A usted le faltará valor para confesar que no ha descansado un carajo esa semana y reincidirá el año siguiente, para al final reconocer que el único sitio donde ahora uno realmente puede descansar …
… es en el trabajo.
Por qué nuestro cuerpo toma sus propias decisiones sin siquiera consultarnos? Que acaso no somos parte de nosotros mismos? De donde y de cuando acá esta irreverencia de hacer lo que les da la santísima gana sin preguntar?
De pequeño, era mi admiración, pero en la medida que iba creciendo, fui viendo y descubriendo ciertos detalles de este ratón orejón, que me fueron haciendo perderle
Hemos vivido equivocados!
Mientras muchos se preocupan por los residuos fósiles, el agujero de ozono, las centrales nucleares y chorradas así que están destruyendo al mundo, hemos llegado por otro lado, a conclusiones alarmantes:
El efecto invernadero y sus nefastas consecuencias sobre el cambio climático, lo producen los pedos de la vaca.