El padre del espantapájaros le heredó su puesto a su hijo espantapájaros, cuando su crucera de madera y relleno de paja y su saco viejo y grande y su sombrero raído no dieron más y sucumbieron al lodazal de una tormenta de Agosto.
“Hijo mio, ahí te queda mi puesto, has de cuidar este campo de sandías así como yo lo he cuidado los últimos dieciséis años evitando que los cuervos vengan a comerse las frutas…Recuerda que si cumples bien tu trabajo, el hada de los espantapájaros vendrá para darte forma humana en noches de luna llena” – y a continuación expiró…
El joven espantapájaros era más impetuoso y le costó adaptarse a esa vida de quietud, las sandias crecían, cosechaban y se Iban, los cuervos no se acercaban, ninguna novedad.
Esto permitía al joven espantapájaros soñar día y noche con la llegada del hada que su padre le había comentado, pero ésta tampoco aparecía para romper la monotonía de aquel trabajo.
Hasta que sucedió … hubo una cosecha de sandias particularmente buena, lo que permitió comprar una decena de manzanas más de terreno y sembrarlo de sandias, claro fue necesario entonces otro espantapájaros para cubrir el área, solo que es este caso no fue un espantapájaros sino una espantapájaros.
Con su vestido rosado de muselina, su coqueto sombrero blanco con un clavel, la espantapájaros conquisto la mirada de nuestro joven espantapájaros quien en ese mismo instante se enamoró hasta los dientes (que por cierto, no tenía ninguno).
Dia a día, lluvia tras lluvia tras lluvia, sol tras sol, sin cruzar palabras nacía el amor del joven espantapájaros hacia la recién llegada, quien se limitaba a sonreír (con una sonrisa que tampoco tenia).
Pero vino una cosecha aun mejor y fue necesario otro espantapájaros porque se adquirieron dos manzanas más de terreno para sembrar mayor cantidad de sandias.
En este caso, el recién llegado, vestía de gala, con un smoking, sombrero de copa, y hasta un corbatín de pajarita en el cuello.
El flechazo fue instantáneo, la espantapájaros se volteó a verlo aprovechando una brisa de octubre y asi quedaron, frente a frente, el recién llegado y la heroína del cuento.
Entonces una noche, el hada, viendo que el amor había surgido, apareció por primera vez y dejando caer de sus manos un polvillo metálico de extraña procedencia le dio vida a esta nueva pareja, quienes al verse convertidos en humanos, se tomaron de las manos y salieron corriendo en la oscuridad a hacer el amor entre los arbustos, Y esto siguió pasando una y otra vez, noche tras noche ante la mirada enamorada del joven espantapájaros que nada podía hacer, mas que mirar el amor que se había escapado de sus dedos (que tampoco tenía).
Entonces el hada, acongojada, viendo que el joven sufría por amor, decidió aliviar su pena con un regalo, vertió sobre nuestro espantapájaros el mismo polvo metálico y lo convirtió en humano…
Y al llegar la noche, cuando la pareja corría hacia los arbustos, el joven espantapájaros, se armó de valor y fue caminando hasta la tienda de abarrotes más cercana (siete kilómetros), compró un galón de gasolina y una caja de fósforos…
Y con toda la rabia del mundo, se fue caminando amenazadoramente, y con nefastas intenciones hacia los arbustos, donde la pareja espantapájara retozaba…
Hey, ustedes se acuerdan de la primera vez? . Seguro que sí, seguro que como a mi les ha quedado un recuerdo imborrable.
Ya habíamos tratado en “El lado pérfido de Caperucita Roja” http://www.danielrucks.com/index.php/9-maneras/363-el-lado-perfido-de-caperucita-roja las conclusiones del seminario “Sociedad y cuentos de hadas” de la Universidad de Princeton.
Yo soy Timoteo Pampa
Un gaucho de donde a usted le dé la gana
Que al final pa´sustos no se gana