Y debería ser una de esas curiosidades “dobles” por eso, en mi top llega hasta aquí … porque Leónidas no solo fue el hombre que anotó el único gol que se ha marcado en los mundiales con los pies descalzos, fue también … el inventor de la ‘chilena’.
La chilena ?
Vamos a lo de la “chilena” primero, aunque es más recordado por el gol descalzo ante Polonia. Para la década de los 40´s, como todas las tardes del fútbol brasilero, ya se jugaba con estadios llenos, abarrotados de emoción y sentimiento y camino a una identidad nacional con el juego. El Sao Paulo perdía 2 a 0 frente al Palmeiras. El gol que Léonidas no logró calzar con el pecho, así que de espaldas al arco, inclinó la cabeza y le dio como venía al arco, no sirvió para el empate, tampoco le dio la victoria al equipo. Simplemente sirvió para que él, “el diamante negro”, y el resto del mundo lo recordaran para siempre … había creado “la chilena”.
El gol descalzo.
Fue llamado a la selección nacional del Brasil que lo llevaría al campeonato del mundo de 1934, en el que el equipo blanco (aún no era “verdeamarela”, eso fue hasta después del “Maracanazo 1950”) fue eliminado en la primera fase, tras una derrota 1 -3 a manos de la poderosa España.
En aquellas épocas, había que hacer todo el viaje en barco hasta Europa para jugar un tan solo partido, si lo perdías …volvías a casa.
En 1938,el mundial de Francia lo denominó “Mejor jugador del campeonato” y goleador indiscutible con ocho goles.
El recuerdo vivo y nítido, lo corona el 5 de junio de ese año, cuando, en medio de una lluvia inclemente y un barrizal que hacía pesar las piernas como si en vez de botas llevaran zapatos de cemento, la selección de Brasil jugaba contra Polonia en los octavos de final.
Leónidas enterró completamente uno de sus pies en el lodo, al levantarlo, solo se quedó con la calza de los “botines”, la suela se le descose completamente … como no puede jugar con un soo taco, sale de la cancha, el auxiliar del equipo intentaba reparar sus botas. Da Silva, angustiado por la demora, decidió entrar al campo de juego, quitándose el otro botín o sea, descalzo. El lodo cubría sus medias blancas hasta las rodillas y tal vez por eso fue que el árbitro del partido, un sueco de apellido Eckeling, no se dio cuenta que había dejado sus zapatos fuera del terreno de juego.
Recibió el balón, enganchó como sólo él lo hacía y tiró al arco para anotar el único gol que se ha marcado en un mundial con los pies descalzos. Esa tarde la inspiración le alcanzó para hacer tres goles más y participar en el juego con más goles de la historia de la Copa Mundo: Brasil 6- Polonia 5. hasta ese momento. De paso se convirtió en el primer jugador en hacer cuatro goles en un encuentro mundialista.
Brasil pasó a semifinales, pero el técnico lo “guardó” para ese partido, convencido que llegaban a la final sin él … Italia, futuro campeón, les ganó 2 a 1.
Corolario
Días después, Da Silva llegaba a Brasil en un carro convertible, saludando a miles de fanáticos que atiborraban las calles de Sao Paulo y se enteraba de que una empresa nacional había decidido lanzar una línea de chocolates que llamaría en su honor, “diamante negro”.
Siguió con sus jugadas que lo llevaron a ser el ídolo del Sao Paulo de los años 40, club al que le ayudó a conquistar cinco títulos nacionales. Se paseó por sus días en el Peñarol de Uruguay, en el Vasco Da Gama, el Botafogo y el Flamengo de Brasil. En los últimos tres alzando la copa, lo que mejor sabía con las manos.
Fueron 10 años de agonía con el Alzheimer… falleció en enero del 2004, como la gran mayoría de los futbolistas, olvidado y pobre, después de tantas glorias para su país y la historia del fútbol.
El Vaticano, se ha puesto estricto con la cuestión de las cenizas de nuestros fieles difuntos (no santos difuntos, recuerden que si bien solemos decir “no hay muerto malo” no significa que todos mueran en “olor de santidad”).
Circunstancialmente yo dejo de ser yo, me convierto en una bestia abyecta, ponzoñosa, un alacrán venenoso, sin la más mínima pretensión de dañar a nadie … y en realidad no daño a nadie, aparte de a mí mismo …
Tuve miedo de que los alienígenas aterrizaran, no lo niego, pero también vergüenza: los dos redondeles estaban sin terminar, y es más, el tráfico entre ambos, insufrible, pero eso pasó a la historia …