Hemos de retroceder más de un siglo atrás para tratar de entendernos a nosotros mismos, los seres humanos, y la serie de estupideces que cometemos … aun hoy a diario, con los otros miembros del mundo Animal … (mucho menos animales que nosotros).
1916: Charles Sparks y su mujer Addie eran los propietarios de un circo ambulante, Sparks World Famous Shows, que llevaba funcionando desde finales del siglo XIX. Se movían por las poblaciones rurales del sudeste de los Estados Unidos, ofreciendo un espectáculo para toda la familia que era recibido con ansia en aquellas pequeñas ciudades y pueblos donde abundaban las ocasiones para disfrutar aquel tipo de entretenimiento.
En aquellos lugares, la visita del circo constituía un acontecimiento al que acudía prácticamente todo el mundo. El circo Sparks se desplazaba en tren: en algo más de dos décadas, su modesto éxito les había permitido progresar desde viajar apretados en un pequeño vagón auxiliar hasta contar con una caravana ferroviaria formada por 15 vagones propios.
A su manera les iba bien. Tenían sus números circenses y sus animales, incluidos cinco robustos elefantes … Mary, estaba con ellos, casi desde su inicio.
1896 - 1916
Ese fue el año en que los Sparks, adquirieron a Mary, una elefante de 5 toneladas de peso, que durante 20 años, fue la atracción principal del circo, sin causar ningún problema.
Para 1916, se dio el incidente que haría que Mary saltara – infamemente – a la fama en todo USA, mientras llegaban a Tennessee tras girar por Kentucky y Virginia, se produjeron algunos cambios. El cuidador habitual de la elefanta Mary dejó súbitamente su empleo, así que tuvieron que ponerse a buscar un sustituto a toda prisa. Por aquella zona, lógicamente, resultaba imposible encontrar un cuidador de elefantes con experiencia…
Así que improvisaron, contrataron a un trabajador de un hotel donde se alojaban, sin experiencia alguna en el cuido de animales, llamado Walter Eldridge, conocido como “Red”.
Mientras llevaba al día siguiente al abrevadero a Mary, Eldridge, notó que la elefante se dirigía a un puesto de comida donde había sandías, platillo favorito del paquidermo. Como tenía que evitar que tomara alimentos ajenos, con muy poca astucia, Eldridge golpeó a Mary con el gancho, con el que usualmente se le guía … Mary, nunca había experimentado un dolor semejante, y desde luego iamás por causa de la agresión de un ser humano.
Ante las miradas horrorizadas de la multitud, agarró a Eldridge con la trompa y lo lanzó por los aires; el pobre individuo cayó sobre un puesto de bebidas y quedó tendido en el suelo. Ni siquiera tuvo ocasión de levantarse. La elefanta ya se había apresurado a completar su venganza, dirigiéndose hacia él y aplastándole la cabeza con una de sus poderosas patas. Eldridge murió en el acto.
Mary, convertida en “la elefante asesina” fue arrestada por las autoridades del poblado de Kingston, y la gente dejó masivamente de asistir al circo, horrorizada.
El trágico final
El problema era muy complicado para los Sparks, no podían llevarse a Mary, la adoraban, es cierto, pero treinta de las ciudades adonde se dirigían en su gira, cancelaron su contrato si el Circo Sparks llegaba con Mary.
El sheriff de Kingston insistía que debían ejecutarla, había matado a un ser humano, frente a todo el pueblo. No se podía matar a balazos, son muy pocos los puntos vulnerables a balas en la piel de un elefante … envenenarla? No sabían cómo ni con qué.
Pensaron en electrocutarla, como habían hecho con el Elefante Topsy, en años anteriores por la misma razón, pero en Kingston no había energía suficiente.
Así que la solución fue ahorcarla …
Lo que podía salir mal, salió mal: en el primer intento en la ciudad de Erin, donde había una grúa, la cadena de la misma cedió y se partió en dos. La elefanta, con sus cinco toneladas, cayó al suelo.
Mary quedó aturdida e inmóvil tras la caída: obviamente, los elefantes no son capaces de saltar y aquel desplome debió de resultar tremebundo para su organismo. Incluso los más morbosos espectadores empezaron a sentirse horrorizados ante el espectáculo.
El ahorcamiento de por sí ya era cruel, pero la estrepitosa chapuza estaba convirtiéndolo en un trágico esperpento. Con Mary todavía en estado de shock, a toda prisa hubo que buscar otra cadena para la grúa y así poder finalizar lo empezado. Tras sustituirla, y con la elefanta todavía estupefacta en el suelo, volvieron a proceder al ahorcamiento. Esta vez sí, la elevaron del todo …
…. y la pobre elefante murió al poco tiempo.
Y resulta que al final, los animales son ellos …
(“El día que la mierda tenga valor, los pobres nacerán sin culo” Gabriel García Márquez).
Paradójicamente, el ciclo de dos años exactos de calvario para nuestro querido Club Deportivo Luis Ángel Firpo (grábense bien el nombre …)
En el ángulo noroeste de mi habitación, en diagonal a mi cama, hay una cámara de vigilancia de marca Panasonic. Es negra y persistente como un remordimiento; sigilosa y entrometida como una suegra que sospecha algo; memoriosa y tosca como una elefanta.