A las orillas del Rhin se encuentra el castillo de Heidelberg, en ruinas desde hace años y que más parece una obra oficial encomendada al cuidado de algún instituto salvadoreño.

Ahí moraba el gran Federico IV, uno de mis preferidos en la larga lista de reyes alemanes de provincia. El problema con Federico y familia no es fácil. Aunque era dinastía de bravos guerreros, desde Federico Barbarroja hasta el último de su estirpe —hablo de unos siete siglos—, el que fueran bravos no necesariamente los hizo vencedores.

Los “Federicos” tienen un record tipo el equipo de futbol de la Universidad Nacional, entre el año de 1300, hasta su caída, los Federicos y sus descendientes pelearon una docena de guerras … las perdieron todas.

El problema ? Se metían a pelear bien “tronados.”

Se repite el caso desde siempre, desde los antiguos faraones hasta los últimos Borbones de España, pasando por Ricardo III de Inglaterra que peleó en total estado de ebriedad, su última batalla, la de Bosworth en 1485 … murió peleando tras reinar dos años, tenía 32 y le fascinaba la “conga”.

Desde Egipto hasta Buckingham

Cada victoria, cada celebración de guerra o acontecimiento similar, era motivo de ponerse hasta atrás para las antiguas monarquías, a excepción de los normandos y germanos, los demás pueblos de la antigüedad siempre prefirieron el vino como herramienta de desquicio etílico.

Desde las épocas del Período Neolítico, ya existían registros del “hidromiel”, luego llamada “aguamiel”, una especie de miel destilada y fermentada con alcohol, así los cazadores y recolectores de la época, festejaban la caza y las buenas cosechas.

Pero los que se levantaban temprano para inventar diferentes tipos de guaro eran los egipcios, que llegaron a crear en base a la fermentación del lúpulo 17 tipos diferentes de cerveza y asimismo, lograron de sus viñas, 24 tipos diferentes de vino … claro, la cerveza era más barata que el vino en una proporción de 10 a 1, hasta los Faraones se la clavaban con cerveza !

Griegos y Romanos inventaron el brindis, se sabe que la dinastía Julia Claudia desde Augusto hasta Nerón se ponían tremendas “sirindangas”, aunque a excepción de Tiberio (“Biberio”) y Julio César, fundador de la Dinastía, ninguno condujo su propio ejército. Aun así es bien sabido, que en la peor derrota romana de todas las épocas, la del Bosque de Teutoburgo, Paulo Quintilio Varo, el general a cargo, repartió vino a raudales entre sus tropas la noche anterior porque creía que habían hecho batirse en retirada a Arminio y los germanos, pero éste solo fingió la retirada los metió al bosque y ya borrachos mató al menos a 20 000 romanos.

 

Los reyes españoles le dieron con todo al vino, por sus tierras de grandes viñedos, hasta que llegó Carlos I de España V del Imperio Germánico, hijo de Juana la Loca (que enloqueció de amor, no bebía) e introdujo la cerveza desde sus dominios Hasburgos. Carlos V tenía sed permanente que calmaba con litros de cerveza: "Durante una comida, el Emperador sumergió cinco veces la cabeza en el vaso, y en cada ocasión bebió por lo menos un cuarto de galón (unos 4 litros)", relata el historiador inglés Rogerio Asharn.

Cuando estalla la Revolución Francesa, surgen las hordas que tomaron Versalles y las Tullerías, Luis XVI y María Antonieta cayeron fáciles en mano de sus ejecutores, porque estaban engolosinados con eso llamado “champagne” (vino espumoso de la región del mismo nombre que el Rey Clovis había traído de las Galias Romanas en el siglo V), que ni alcanzaron a reaccionar.

Entre los Windsor, fueron famosas las “papalinas” de Eduardo VII Rey del Reino Unido y Emperador de la India (1841 – 1910), bisabuelo de la actual Reina Isabel II, que vivió su reinado básicamente alcoholizado, aunque “Bertie” ya no tenía enemigos contra quien pelear.

 

Volviendo a los Federicos

Como venía diciendo, ninguno de los Federicos resultó buen guerrero. Para probarlo, baste con señalar que al único de la familia que logró sacarle un empate al enemigo en 1462 se le conoce como Federico El Victorioso … Y eso que jugaba de local.

Federico IV opta por pasar a la historia como otro formidable consumidor de vino.

Si sus abuelos no lograron ser ases de espada, Federico decide ser el as de copas. Y lo logra. Las anotaciones de Federico en su diario habrían motivado en nuestra época una reunión de Alcohólicos Anónimos.

 

El 9 de julio de 1598, por ejemplo, se encuentra por todo texto la siguiente línea:
"Ayer, completamente borracho". Muchas otras veces aparecen observaciones
sobre nuevas jumas, guayabos de dragón y pesadillas atroces, producto todo
de las juergas de Federico; juergas que —según datos— solía amenizar con
damas de la corte, músicos de ocasión y alguito de pólvora.

Mientras los de su familia peleaban y perdían, Federico IV bebía. El castillo se fue convirtiendo, así, en la taberna más grande del país.

Los textos de historia, siempre tan moralistas, nos informan qué fue de Federico el Parrandero: "A la edad de 30 años Federico caminaba con bastón y seis más tarde pasó a mejor vida".

Había nacido en 1574 y murió en 1610.

Como muchos Reyes destronados, vivió … y cayó, borracho.