Eres un hombre más
como cualquiera,
que se encuentra donde sea,
pero te ví en la lejanía oscura del paseo
ni siquiera observe tus pasos ligeros ...
Dicen que estabas presuroso,
que corriste con amor y sosiego,
¿Podría ser que era un reencuentro?
Mi vida ha cambiado tanto de rumbo,
es difícil recordar a todos…
Y tú, no te creas especial...
tus besos solo queman mi alma,
como elixir que salva de la prisión,
como anhelo que permite levitar al alba,
solo eres unos grados centígrados de amor,
que rebalsan en mi mirada aun en su ausencia,
eres como el amanecer sin el que no se puede vivir,
como la madrugada fresca
después de una noche caliente y desesperante,
quizá eres, solo el mejor de los amantes.
Obviamente, soy católico practicante, no creo en la reencarnación, pero fíjense que después de escuchar tantas tonterías de “celebridades” al respecto, he sacado mis propias conclusiones, solo para divertirme.
Siendo amante como soy, de las Leyes de Murphy, nos encontramos en 1976, a un verdadero discípulo del Gran Maestro: un profesor de historia económica de la Universidad de California, Berkeley, quien publicó un ensayo que describía las leyes fundamentales de una fuerza que percibía como la mayor amenaza existencial de la humanidad: la estupidez.
Usted me va a decir, que no, que no puede ser, que los japoneses, son ejemplo de método, sistema, orden, puntualidad … y les robaron tanta plata, un solo hombre, y no lo han resuelto ? “Naaaaa chele, vos me estás jodiendo!”