Le pregunté a la noche por tí y no me daba referencia, le di todas las referencias tuyas por si te encontraba, Al encontrarte solo le dije que te dijera que hay alguien que pregunta por tí que te recuerda a mares y que llora a océanos tu ausencia.
Que ese lugar especial se rompió de su corazón donde guardaba bellos momentos, sus sonrisas allí están guardadas esas sonrisas q disfrutaba verlas cada momento en que te veía, le recordé de tus camanaces y otras referencias que yo sabía.
Esa parte del corazón que me falta y donde tú tienes el complemento donde aun me encuentro en esta terraza esperando q la noche llegue y me diga donde te encuentras para encontrarme contigo nuevamente; pero veo que no te encontró o no me quiso decir … si te había encontrado.
Aún me encuentro en esta terraza donde le conté a la noche acerca de ti y que si te veía me diera referencias sobre tí.
La noche no me dijo nada …
y yo aquí sigo preguntándome
donde estarás?
Lo que pasa es que la culpa la tienen las rockolas, nos mintieron …
Cierto que casi no existen ya, pero re contra ametrallaban con aquello de “Dicen que los hombres no deben llorar, por una mujer que ha tratado mal …” que cantaba un tal King Clave y aparte de diez mil paradigmas herencia de las sociedades patriarcales machistas del siglo pasado … nos vendieron una realidad cambiada.
Siendo amante como soy, de las Leyes de Murphy, nos encontramos en 1976, a un verdadero discípulo del Gran Maestro: un profesor de historia económica de la Universidad de California, Berkeley, quien publicó un ensayo que describía las leyes fundamentales de una fuerza que percibía como la mayor amenaza existencial de la humanidad: la estupidez.
Por un lado, los cholos, los desposeídos, por otro lado y con todo un Atlántico de por medio, el naciente Tercer Reich, Nazi, con Austria (país natal de Adolf Hitler) semi anexionada, y con el instinto obsesivo de Hitler de demostrar ante todo, y por encima de todos, la supremacía de la raza aria.