
Llegamos, llegué, llegaste tarde a una vida que era única y exclusivamente nuestra ...
Porque fuimos creados, creado, creada para pertenecernos y nunca para ignorarnos que es una manera muy dolorosa de pertenecerse.
Pero no coincidimos, coincidí, coincidiste con el tiempo en el que te buscaba donde yo andaba perdido, pedía clemencia a la vida y suplicaba amor a las piedras.
Y apareció, aparecí, apareció alguien que no eras tú, y por aquello de la insondable, diabólica, extenuante necesidad de afecto, recaló en mis brazos con una peligrosísima tendencia a quedarse, y en efecto ... se quedó.
Entonces ahora miramos, miro, miras como el futuro pasó de largo en nuestro presente por no haber sido lo suficientemente perspicaces de coincidir en nuestros pasados, y no podemos, puedo, puedes atribuirle el error más que a nosotros mismos y nuestras mascaras... yo, la que uso para plantearle al mundo exactamente quien no soy y tú... la que usas para protegerte del mundo porque es peligroso andar por ahí mostrando como eres ...
Mostrando que eres tierna a pesar de los disimulos, expresiva a pesar de los escondites faciales, diferente a pesar de las similitudes y linda...
linda como pocas
con una belleza particular, una belleza que incomoda, una belleza que me entorpece más de todo lo torpe que soy, a la hora de decir cualquier cosa, porque no me sale o sale mal... y eso es grave.
Y grave es que nos olvidemos, me olvide, te olvides un día de la existencia del otro cada uno y un sentimiento tan dado a nacer, muera antes de siquiera ver la luz.
Es por eso que decidimos, decido, decides vivir en el escenario de los sueños,
porque la realidad ...
puede ...
y de seguro es ...
mucho más dolorosa ...
"Lo fusiló", "lo ajustició", "lo aplastó", "fue un misilazo a la portería", "cuerpo a cuerpo", "la Batalla del departamento de Santa Ana" (así los oí llamar al Metapán – FAS), "gladiadores", "lo vapuleó en la refriega", "velan sus armas", y por supuesto, estamos hablando de fútbol.

La historia es completa y absolutamente cierta. Le agrego nombres y circunstancias, pero es real de cabo a rabo.

En la Antigua Roma, tu nacimiento determinaba tu destino. Los hijos de la clase dominante ascendieron de rango para convertirse en cónsules, senadores y emperadores.