Ya son las 5:50
no te apartes de mí
Endúlzame los oídos,
Es mi hora de entregarme a ti
Porque, aunque estás ajeno, cada vez más
Puedo tomarte por un poco
y otro poco más ….
No necesitas amarme lo sabes muy bien
El amor es a veces alarde,
pero no esta vez,
tómame así despacito, pero de una vez
dentro del rinconcito …
Oscuro motel
átame con los ojos cerrados
recórreme fiel,
muérdeme despacio y apresurado
abraza con tus dedos mi tibia piel
rózame con tu aliento,
quita mi insaciable sed,
éste hirviente deseo
desencadena mi ser…
no te apartes de mí.
Ya son las 5:50
Es mi hora de entregarme
a ti ….

El día 5 de noviembre de 1811, cuando José Matías Delgado, sonó las campanas de la Iglesia La Merced para dar el Primer grito de Independencia, probablemente no gritó nada, probablemente no estaba ahí sino en el Cabildo y la torre de La Merced ni siquiera tenía campana todavía, es más, puede ser que el mentado grito no se diera nunca.
Antes de llevarle el perro de regalo a mi hija, por ser el día de su cumpleaños, le pregunté a la señora que criaba los cachorros si el animal tenía alguna preferencia especial en materia de aquello que más le gustara.
El palo del sacudidor que Eulalia, sirvienta salvadoreña en Texas, menea mientras mueve su frondosa osamenta al ritmo de “La gozadera”, pega con el florero lleno de cardos, que no cae porque se detiene en la esfinge a escala de la Estatua de Libertad que al caer, tuerce el retrato del honorable Archibald Duster Jr. Fundador de la familia cuya barba de chivo queda orientada al suroeste.