Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, y creo que también invocan su Divino Nombre los que se encargan sistemáticamente de destruirla ... sin hacer distinciòn.
Creo en Jesucristo, su único hijo, ante quien se santiguan los torturadores de las cárceles clandestinas latinoamericanas, antes de aplicarle la picana eléctrica o el submarino a un pobre trabajador asustado al que capturaron en una redada, en la cual no tenía nada que ver, los bancarios encargados de embargar a los pobres desposeídos de todos sus bienes, los miembros de un pelotón de "ajusticiamiento" antes de disparar y hasta lo pùblicas y conocidas que son las tràgicas fosas clandestinas.
Creo que la crucifixión de Jesucristo, que murió por nosotros para liberarnos de nuestros pecados, daría vergüenza al mismísimo Jesús si viera cuantos pecados se cometen y se limpian con Su Nombre, como el del todo terrateniente o funcionarios que se pasean en Suburbans negras sin placas por las calles de nuestro país y si le sobra una moneda la da los pobres, mientras explota a sus trabajadores, y les escatima hasta el último centavo también en nombre de los pobres.
Creo en la concepción de Nuestro Señor por obra y gracia del Espíritu Santo, y también en la total falta de escrúpulos, conciencia y moral, de los que gestan hijos por doquier y aportan, con total falta de remordimiento, mas madres solteras a las filas de ese enorme batallón de pobres niñas casi mujeres que mendigan trabajo, pan, o se prostituyen por necesidad y jamás por vocación.
Creo que el suplico que padeció Nuestro Señor bajo el poder de Poncio Pilatos, es sutilmente el inicio del suplicio que padecemos los salvadoreños día a día bajo el influjo no de un procurador romano, pero sí de el BMI, del impuesto del valor agregado, que solo agrega mas valores a los que ya tienen demasiados valores agregados, dejándonos a la población nacional con un trece por ciento menos del mendrugo de pan que nos corresponde cada día, de la mora usuraria, de la mano en la bolsa que nos meten con la energía eléctrica y sus aumentos, gasolina, partidas discrecionales todo para que los "amigos del que las puede" gocen de bienestar.
Creo en la Santa Iglesia Católica, que con sacerdotes màs o menos, abusando de feligreses, hace todo lo que puede para paliar esta serie de miserias terrenales que nos tocan vivir, invitándonos a la fe y la promesa de vida eterna, como un paliativo a esta oleada de delincuencia, asaltos, secuestros, irrespetos, faltas a la moral, atropellos y prepotencia que comenten específicamente varias de las personas que se sientan dominicalmente en las bancas de Nuestra Santa Iglesia, mientras comulgan con sus pequeños hijos tomados de la mano, y en la otra mano sostienen el celular que les puede sonar en cualquier momento para recibir la noticia a cerca de “ en que lugar nos vamos a reunir mañana”, llamada de alguien que no es precisamente su esposa o esposo ..., mientras la sagrada hostia se diluye en su lengua.
Creo que somos varios los que debemos descender a los infiernos y quedarnos ahí de una buena vez por todas y no resucitar al tercer día de entre los muertos, porque son tanto los muertos que algunos llevan en su haber, que no merecen indulgencia ninguna.
Creo en el perdón de los pecados, y por este intermedio, solicito, se me perdone el pecado de haber escrito esta columna tan injuriosa, porque hoy, Señor al igual que muchos días de mi vida, no soporto tanta injusticia y solo soy capaz de alzar mi voz pidiéndote que me ayudes a tolerar y comprender porque en tu Divina Creación hay más de cien cosas que no entiendo…
Amén