Las nuevas formas del Imperialismo, ya no requieren Ejércitos, armas, batallas, planos de conquista, infantería, marina … no. Solo requiere de payasos que tengan la habilidad de multiplicarse y atienden las indicaciones de sus jefes, de los que pagan para vender falacias que oculten la realidad.
Jesús dijo a sus seguidores: “La verdad os hará libres” (Juan 8, 31). En cambio, jamás dijo que “la libertad os hará veraces, creíbles”, “si quieren encontrar la libertad, denme follow y la libertad hará que la gente crea sus verdades”.
Jamás!
Y es porque la libertad necesita límites en su búsqueda de la verdad
Hoy cualquier rata de internet encuentra y fabrica verdades, en las cañerías hediondas de las redes sociales, y en base a algoritmos de repetición trata de convertirlas en noticias confirmadas (la ingenuidad del público ayuda).
La primera medida punitiva, es el castigo de la mentira, lo que explica que reciban sanción, que no sean libres, la calumnia, el timo, ciertas falsificaciones, la evasión tributaria, la divulgación de determinados secretos, el engaño al consumidor y otras imposturas.
Ni siquiera es absoluta la libertad de expresión, por ejemplo en buestra Centroamérica, aún siendo uno de los máximos trofeos de la civilización.
A la mentira no se le exigen virtudes; a la libertad, sí. Resulta insensato conceder a la mentira las garantías que exige y merece la verdad. No hablo de opiniones sino de hechos.
Lamentablemente, igualar mentira y verdad y opiniones y hechos es lo que están logrando los dueños de las grandes redes por donde circula la información: X, Facebook, YouTube, WhatsApp, Instagram, TikTok.... o sea los Dueños del Circo.
En los últimos días los plutócratas que se enriquecen con ellas pretenden vendernos una ecuación falsa: que mayor libertad (incluso la libertad de mentir) trae mayor veracidad.
Semejante sofisma permite a las megaplataformas multiplicar sus ingresos y reforzar su poder, razón por la cual dinamitaron los diques y el agua sucia se desparramó. X, del peligrosísimo Elon Musk, que ya cogobierna a Estados Unidos y aspira a controlar el mundo en llave con otro empresario llamado Donald Trump, renunció a todo esfuerzo por defender la verdad.
Sus competidores corrieron a imitarlo. En especial Mark Zuckerberg, pusilánime jefe de Meta (el pulpo que agrupa a Facebook, Instagram, WhatsApp y varias más) y tiene cerca de 3.500 millones de clientes.
Su rumbo conduce a un territorio donde imperan la ley de la selva (“todo vale”), la falta absoluta de escrúpulos y el dúo antisocial que conforman lucro y poder. Adiós verificación de hechos, adiós respeto a la intimidad, adiós derecho a la defensa; bienvenidos los embusteros, los pedófilos, los racistas, los violentos, los terroristas.
¿Cómo podría el periodismo contrarrestar tan abrumadora demolición que afecta de manera directa a la profesión y a la sociedad? Por lo pronto, renunciando a emplear, aunque sea en nuestra reducida escala, los métodos que usan los nuevos dueños del planeta. Debemos rescatar los principios básicos del oficio.
Transparencia y ética. Integridad personal. Autocrítica. Independencia. Formación profesional. Valor y unidad para resistir presiones de propietarios, anunciadores y políticos.
Aquí, en este post, descubrimos que simplemente preguntar sobre lo que se comparte en las redes sociales reduce significativamente el grado en que las personas discriminan la verdad de la falsedad al juzgar la exactitud de los titulares.
También encontramos evidencia de que esto ocurre porque preguntar sobre cómo compartir generalmente distrae a las personas de centrarse en la precisión, en lugar de porque es más probable que las personas crean en los titulares que quieren compartir (y viceversa).
Este efecto indirecto sugiere que el contexto de las redes sociales (y la mentalidad que produce) interfiere activamente con el discernimiento de la precisión, de la verdad.
La historia demostrará que tenemos razón, pero que estamos destinados a perder la batalla. Hoy casi todos los medios de comunicación de América Latina pertenecen a políticos, banqueros, constructores o industriales. Y, mucho más grave, la información global está en manos de magnates que anteponen sus intereses económicos a los de la sociedad.
Es la novedosa y destructiva forma de imperialismo actual que amenaza al mundo.
Leyendo los periódicos, me enteré hace días que falleció el padre de un muy buen amigo de los tiempos de escuela primaria, por ahí me lo encontraba cada dos por tres y siempre era un festejo. Resolví pasar por la funeraria que anunciaba la necrológica a darle un respetuoso abrazo.
—Estamos aquí reunidos para celebrar la… nuestro…
—“Cuarto” (susurró el vicepresidente).
—Sí, nuestro cuarto, eso, eh, nuestro cuarto… eh…
En la sala se sintió un silencio incómodo.
Al cambiar la página
la escena se desvanece
se pierde
se disuelve
hace un “fade” a azul.