Más allá de Pataya Beach, tres kilómetros y medio dentro de la caverna de Tham Luang, donde los jugadores del “Wild Boars” (Jabalíes salvajes), celebraban sus victorias como algo cotidiano, casi a manera de ritual, el milagro hizo historia... pero todo el proceso, el heroísmo, nos deja enseñanzas ... igual que los 33 mineros de Chile ...
Ahora hay que mirar para adelante y resta saber cómo continuará la vida de los doce niños, de entre 11 y 16 años, y de su entrenador.
La lección de vida es muy interesante y se puede aplicar a mil aspectos de nuestra vida diaria, y hasta pasa por nuestros cerrojos religiosos …. Veamos.
Nada de estrés post-traumático ni victimización
Aquí empezamos a equivocarnos, a pensar de manera meramente occidental, un fenómeno sucedido en un país de fuerte predominancia budista. Estamos hablando de un grupo, de un equipo sólido y homogéneo, con un entrenador mayor responsable que además, es monje budista.
“Debemos quitar la mirada occidental, y ponernos en la piel de gente que practica la religión budista y que se preparó para salir adelante, no entrar en pánico y mostrarse ante las cámaras con tranquilidad", palabras de Moty Benyakar, profesor emérito de la USAL, médico, psicoanalista y psiquiatra de vasta experiencia en catástrofes como el atentado a las Torres Gemelas, el incendio de Cromañón o el Tsunami que golpeó -entre otros lugares- a la costa de Tailandia en 2004.
"Allí pude advertir la fortaleza y la serenidad que desplegaron ante semejante tragedia. No es que no sientan dolor ni sufrimiento, pero sin duda cuentan con otro factor a su favor, Para ellos -los tailandeses-la religión y la vida espiritual son una herramienta vital, en cada acción de sus vidas, lo que les permite afrontar este impacto".
Pataya Beach
Los Wild Boars, terminaron su entreno el 23 de junio, y decidieron, meterse a la cueva, y recorrer 2 kilómetros y medio hasta llegar a Pataya beach, a darse un chapuzón, el entrenador, Ekaphol Chantawong, que además era su guía espiritual los acompañó para que no fueran solos, todo perfecto
Duangpetch Promtep, al que llaman “Dom”, delantero y capitán fue el primero que contó el relato:
“Habíamos planeado explorar el lugar sólo por una hora, así que no llevaba muchos snacks en su mochila. Pero el paseo se tornó peligroso cuando la lluvia cayó de repente y el agua comenzó a inundar la cueva. Todos corrimos más adentro, luchando por sacar el barro y las rocas de un agujero que el entrenador encontró: el objetivo era escapar por allí. Lo logramos y llegamos a un lugar seco.”
Esa es la razón por la que se internaron más adentro de la cueva, buscaban un terreno más alto y seguro dentro de la misma, los niños tantearon con las manos contra las paredes de pasajes estrechos. Esas huellas de manos fueron las primeras señales de dónde se encontraban, qué habían hecho para escapar de la inundación y los peligros que enfrentarían los socorristas británicos para salvarlos.
Todo era muy oscuro y había poco oxígeno, el entrenador les invitaba a permanecer sentados y quietos, no agitarse, y organizó (ojo, muy importante) la distribución de los pocos alimentos que llevaban, para sobrevivir día a día.
Hablaban mucho, cuando los rescatistas británicos, siguiendo sus huellas, llegaron hasta ellos, se alegraron mucho y se dedicaron a hablar de fútbol con ellos, intercambiando palabras comunes y nombres de jugadores …
Disciplina
El comportamiento de los niños sorprendió, también, por su disciplina y puntillosidad. Ellos cumplieron al pie de la letra las indicaciones de su entrenador apelando a la confianza hacia su líder pero también hacia los equipos de rescate (que no todos eran necesariamente budistas). Hubo un gran trabajo de meditación para la administración extrema del agua y del oxígeno.
Los jóvenes futbolistas y su entrenador rescatados de la cueva inundada Tham Luang en Tailandia perdieron peso durante los entre 15 y 17 días -fueron rescatados en tres fases, del domingo al martes- que estuvieron atrapados (en promedio 4 libras y media cada uno) y calmaron su sed durante su odisea, pudieron beber el agua que se filtraba al interior de la gruta. El Gobierno de Tailandia, y de la región, estudian darles la nacionalidad tailandesa a tres niños y el entrenador, considerados"apátridas".
"Sus familias provienen de las regiones fronterizas del norte de Tailandia que lindan con el estado Shan de Myanmar", por lo cual "son técnicamente apátridas y no se consideran ciudadanos según la ley tailandesa y sin muchos de los derechos que disfrutan sus compañeros de equipo".
El padre de “Dom” dijo que los 13 rescatados se harán monjes en homenaje a Saman Kunan, el socorrista de la Armada tailandesa que murió cuando transportaba provisiones en un tramo inundado de la ruta de escape. Hacerse monje en un templo budista por breve tiempo es una forma de ganar méritos, de acuerdo con la tradición tailandesa. "Estamos planeando la fecha y lo haremos cuando todas las familias estén dispuestas", dijo el Padre de “Dom”. Los primeros 9 días estuvieron en total oscuridad y sin comida.
Nunca perdieron la calma …
Nunca perdieron la Fe …
Mantuvieron férreos sus valores, sus principios, su arraigo a la vida, sus ganas de vivir …
Siempre obedecieron al líder, aun en la más abyecta oscuridad
No hubo llantos ni berrinches ...
Son héroes pero ellos consideran “héroes” a quienes arriesgaron sus vidas por salvarlos …
Esa es una lección de vida … que aquí nos cuesta aprender.
Internet no tenía Santo Patrono, ojo ... la Iglesia no es que estuviera muy convencida de que un medio donde hay 38.6 portales de pornografía por cada enciclopedia digital, fuera muy santo que digamos
Todo se confabuló – como insiste Coelho – para que El Salvador fuera a su primer Mundial … en 1938, jugando un tan solo partido de eliminatoria … y mire usted, por no ponernos de acuerdo (como nunca) terminamos no asistiendo a la justa mundialista (como siempre).
El padre estaba sentado leyendo el periódico matutino, oyó que el microbús escolar dejaba a su hijo en la puerta de la casa, se levantó a recibirlo y los dos se saludaron, tenía un hijo preadolescente entre los 12 y 13 años de edad, es su orgullo, como padre se sentía realizado por tenerlo, el hijo se fue a cambiar de ropa, se puso una más cómoda, bajo a la sala donde estaba el padre y le dijo: