Cuando alcanzo a ver el sol, a través del agujero que el tiempo implacable dejó en mi zapato, y me doy cuenta de todo lo inútil que ha sido el trayecto caminado, es entonces que me doy cuenta del éxito de mi fracaso…
Cuando las noches largas e implacables, me sorprenden dialogando con el cielo falso, y no hay un número telefónico de algún con quien hablar, ni un sitio llamado olvido.com en internet que me saque de este encierro, cuando al caminar por las calles solo, cada vez se me unen más perros, es entonces que me doy cuenta, del éxito de mi fracaso…
Cuando mi presencia molesta y mi ausencia es motivo de algarabía, cuando hasta duele respirar, cuando al corazón aprieta y ya no rebalsa de alegría como hace veinte años.
Cuando la gente que almuerza con nada me reclama mi poca disposición de ayuda, es entonces que me doy cuenta, del éxito de mi fracaso…
Cuando todo tiene precio menos mis manos que siguen siendo gratis, para quien las quiera tomar al pasar, cuando la astucia y la suciedad generan millones y la inocencia y la ética mandan seres humanos a la banca rota, cuando lo único que abunda es la escasez y escasea la honradez, es entonces que me doy cuenta, del éxito de mi fracaso…
Cuando esa utopía llamada amistad pierde vigencia, y al buscar un amigo encontramos que todos están ocupados, o no están, o el número marca se encuentra fuera del área de servicio.
Cuando no hay nadie capaz de llorar una lágrima al unísono, cuando faltan compañías y sobran soledades, es entonces que me doy cuenta, del éxito de mi fracaso…
Cuando soy el mejor solucionólogo del mundo, y tengo respuestas a todos los problemas de todo el mundo menos de los míos, y el gran solucionador no encuentra respuestas a los propios, y mucho menos alguien que ayude, entonces es que me doy cuenta, del éxito de mi fracaso…
Cuando dos más dos suman tres o menos, cuando aprietan las fechas del calendario y se apodera de mi el moustruo verde de la intranquilidad, cuando la ansiedad juega de defensa central, a la par mía, que soy lateral derecho, es entonces que me doy cuenta, del éxito de mi fracaso…
Cuando todo esto deja de tener vigencia porque lo deposito en manos de Dios, y él me enseña a cargar mis múltiples cruces, es entonces y sólo entonces, que me doy cuenta de la enorme fortaleza de mi debilidad, y presiento, en una de ésas, que voy a ser capaz de superar… el éxito de mi fracaso.