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Tal vez (y hasta quitándole el “tal vez” sirve) es una de esas cosas que surgen con los años, como el reumatismo, la temblazón de manos, la disfunción eréctil o las canas ...

 

… pero ahora me doy cuenta de que cada vez valoro más la buena educación. Digo buena educación por decir cortesía, consideración elemental. Y no en sentido clasista, porque no hay “bluff o gabanada” más grande que los nuevos ricos, los oligarcas soberbios o las señoras enjoyadas que se las pican con aires de superioridad.

La buena educación no tiene nada que ver con lo frondoso de sus cuentas bancarias, me refiero a las maneras amables, a la tolerancia social, al esfuerzo por no ser un elemento desagradable, ser lo menos Sigfrido posible. Eso, que pueden tenerlo o no, lo mismo un mecapalero de La Tiendona que el presidente del Campestre, es lo que llamo buena educación.

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Ese mechudo revolucionario que solía ser …

Hubo épocas, lo reconozco, en que consideré que los modales afables eran producto burgués de las clases dominantes en su afán de alienar al pueblo soberano.

Había que combatirlo ….

Declaré entonces la igualdad con la mujer y empecé a llamar “miembros y miembras”, saludaba hasta a mi abuela con la “V” de la victoria y jamás volví a ceder el puesto en un bus a un anciano o anciana.

Pretextando ser sincero, les decía sus defectos en la cara a los amigos; decía malas palabras deteniéndome en las sílabas tónicas para un “hijo de p … sonara a “hijo de la recontraputi …..”, me colaba en las filas de cine, empezaba a comer antes que los demás en los almuerzos oficiales, apartaba a patadas a los niños, tragaba pop corn con estruendo en el cine, me hurgaba las narices sin recato, dejé en más de una pared o un poste mi húmeda huella a la salida de una fiesta y admiraba la rebeldía de los que no se ponían de pie durante el himno nacional. Fui punk, Ramones, Rolling Stone y Sex Pistols; impregné de escupitajos el mismo edificio oligarca donde ahora trabajo.

Un patán. Un verdadero gabán, parte de un sínodo de gabanes.

orinar viapublica

No brindábamos a nadie el asiento de donde acabamos de levantarnos...y no nos refiramos "al estado de calor en que se encuentra el asiento" entonces cómo vamos a cederles el puesto a las señoras? Cortesía por cortesía: uno les deja el asiento, y que ellas se aguanten el calor calladitas.

Era un complemento irreverente, con camiseta del Che y enrazadamente Estalinista, aunque no tenía la más mínima idea quien era Stalin … todo eso sin cumplir aun los 13 años …

Eso sí, no transigí nunca en los modales de mesa. Estricto antes, estricto ahora. A diferencia de un colega mío, que se considera principesco porque critica que alguien use el mismo palillo para los dientes y para la oreja, rechacé siempre el palillo, miré mal al que corta con cuchillo papa o plátano y consideré de mal gusto sonarse con la servilleta para no hacerlo, por razones de cortesía, con el pobre mantel.

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Y de pronto uno madura …

Entonces, la vida nos encaja un par de cachetadas donde vemos que la línea de meta, no la cruza siempre el más arrebatado, sino el más prudente …

Leí por ahí … "Todo diálogo sincero acaba en pleito". Y deduje que no es preciso tomar cursos de etiqueta para aprender la norma indispensable de salud social: no joder a los demás.

Hoy doy por bueno el refrán de que "Lo cortés no quita lo valiente" y que es posible ser "Suaviter in modo, fortiter in re" ("Suave en las maneras, firme en las creencias").

Hace poco encontré a un antiguo compañero con el que en aquellos tiempos participamos en apedreos a la Embajada gringa, pitábamos en auditorios para impedir que hablara el que pensaba distinto y derramábamos mierda sobre el carro de los profesores conservadores. Hablando con él, me dijo en tono de frustración y derrota algo que me pareció muy valioso :

“Quisimos hacer la revolución, y solo logramos la mala educación !!”

 

 

 

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