El periodista se dirigió al oeste del país, haría un reportaje en un pueblo muy alejado de la capital, oyó que en ese pueblo nadie hurtaba o robaba algo, le pareció que era una buena historia y a la vez haría el reportaje, decidió desplazarse hacia allá para corroborar e investigar sobre ese hecho, recorrió en su auto varios kilómetros hacia el oeste, al cabo de 6 horas notó un letrero que anunciaba la llegada al pueblo, el letrero estaba en color verde las letras en color blanco justo debajo de éste otra inscripción que decía: “No Robarás”.
Llegó al pueblo y lo primero que notó fue que no había ningún agente policial, estacionó el auto a un lado del parque, se bajó del mismo y empezó a recorrer a pie, caminaba por entre las calles y casi todas las casas estaban hechas de la misma manera, los techos estaban hechos de tejas de barro, las puertas eran de madera de una apariencia antigua, notó una tienda de granos básicos, entro y saludo, una señora lo saludo y a la vez le dijo:
-En que le puedo ayudar viajero ?-
-Disculpe, soy del periódico La Noticia, puede decirme donde está la municipalidad-le dijo.
-Está a cuatro cuadras de acá, pero ¿qué noticia viene a realizar?-le pregunto la señora.
-Mire no sé si todo es verdad o un mito, pero he oído que en este pueblo nadie roba nada, nadie toma algo que no le pertenece-le dijo.
La señora observó al periodista con mucho recelo y dijo en voz alta: “otro que no cree”, la señora se dirigió a la entrada de la tienda y le dijo al periodista:
-Debería primero ir a esta casa, ahí el encargado le dirá mucho de lo que pasa acá-
-Pero que hay en esa casa o local, ¿no es mejor que vaya a la municipalidad?-le increpo.
-Primero vaya ahí donde le dije-dijo la señora.
El periodista salió de la tienda y se dirigió a la dirección que la había dicho la señora, camino varias cuadras y noto una casa de color blanco con una puerta de madera, arriba de esta había un rotulo que decía: “Deposito Público”, entro y un señor ya de varios años lo recibió, le pregunto:
-¿Qué deseaba?, ¿Ha perdido algo?-
-No, no he perdido nada, pero gracias por preguntar-respondió
Observo que dentro de la casa habían varios estantes con diferentes cosas entre estos bolsos de tela, zapatos, bolsas plásticas, anillos y cadenas unas de plata y otras de oro, varios relojes unos de cuerda y otros electrónicos, le pareció raro y le pregunto al señor:
-¿Para qué son esos estantes?
-Son para colocar las cosas que las personas han perdido-contesto el señor.
-¿Nadie las reclama?-pregunto el periodista.
El señor vio con recelo al periodista y a la vez observó que en una libreta anotaba lo que miraba y lo que él decía, le preguntó:
-Si no ha perdido nada, ¿Qué es lo que desea?-
-Disculpe, pero como usted ya notó soy periodista realizo un reportaje sobre este pueblo, he oído y mejor dicho dicen que acá nadie toma algo ajeno, no hay robos-le dijo.
-Así es, este es un depósito público cuando las personas pierden o extravían algo, las vienen a dejar acá, luego las reclaman y yo se les entrego-le dijo el señor.
-¿Pero cómo sabe que la gente es la dueña de esa pertenencia?-preguntó el periodista.
-Acá todos nos conocemos, además hay que tener un poco de confianza, porque alguien vendría a pedir una cosa que no es de ella-le dijo el señor.
-Se oye muy utópico, todo eso-le dijo el periodista.
-Perdón, no le entiendo lo que me dijo-dijo el señor.
-Que parece un sueño todo eso-le dijo el periodista.
En ese instante una joven entró al depósito, saludó a ambos y le dijo al señor:
-Disculpe no estará acá una bolsa de tela, la dejé olvidada en la tienda, es de color negro-
El señor empezó a buscar el bolso entre todos los estantes, camino hacia el final de uno de ellos y no encontraba el bolso, regresó donde estaba la joven y le preguntó:
-¿Cuándo perdió el bolso?-
-Fue ayer en la mañana-respondió la joven.
-Muy bien es de los últimos, el señor se agachó y debajo de un mostrador sacó un bolso color negro, lo puso en la vitrina y le dijo a la joven:
-Es éste-
-Sí, ese es-dijo la joven-gracias por entregármelo.
El periodista noto como la joven se retiró del depósito alegre por haber encontrado su bolso, anotó en su libreta el hecho y le pregunto al señor encargado del depósito:
-Así de fácil, solo vienen preguntan y se lo entrega-
-Así son las cosas por acá, ¿Cómo es allá de donde usted viene?-pregunto el señor.
-¡Ni si imagina! Pero lo aseguro que no es así-le respondió.
-¿Cómo han logrado que todo sea así?-pregunto el periodista.
-Mire, lleva años, pero creo que todo empieza en el hogar y luego en la escuela, inculcar a los estudiantes buenos principios, aunque contaba mi abuelo que antes no era así-dijo el señor.
-Antes si había robos-le dijo el periodista.
-No, antes se castigaba severamente al que hurtaba o robaba algo, creo que le cortaban la mano derecha-dijo el señor.
-Eran más estrictos, entonces-dijo el periodista.
-Pero eso era antes, ahora ya no-dijo el señor.
-¿Quién mantiene esté deposito?, ¿quién le paga a usted para estar acá?, ¿lo hace sin cobrar?-pregunto el periodista.
-Todo sale de los impuestos de los contribuyes, lo administra la municipalidad-dijo el señor.
-¿Puede decirme donde esta las oficinas municipales?-preguntó el periodista.
-¿Para qué quiere ir allá?-respondió el señor.
-Me gustaría entrevistar al consejo y al alcalde, algo tiene que ver en esto-dijo el periodista.
El señor salió del depósito y le señalo hacia donde tenía que ir para llegar a las oficinas municipales, pero le dijo al periodista:
-El alcalde es una gran persona ni se imagina todas las obras que ha hecho en el pueblo-
-¿Cómo llegó a ser alcalde?-pregunto el periodista.
-Lo elegimos por mayoría, es una persona humilde pero muy humilde, imagínese que llego al pueblo sin nada, llego con el entusiasmo de servir y ayudarnos-dijo el señor.
-Pero tiene su sueldo como alcalde-dijo el periodista.
-Lo ha de tener, pero creo que lo dona para obras de caridad-dijo el señor-le mostrare donde esta las oficinas municipales.
Ambos caminaban por la calles del pueblo hacia las oficinas municipales, el periodista noto que en la afueras del pueblo se estaban realizando varias construcciones y otros edificios muy modernos, al parecer la modernidad había llegado al pueblo, justo donde estaban realizando las construcciones el periodista observo que se estaban construyendo unas casas muy lujosas, eran muy grandes y los acabados eran muy lujosos, pregunto:
-¿De quién son esas casas?-
-Son varios los dueños, una es de un pariente del alcalde y la otra dicen es de su hermano-dijo el señor.
-El alcalde no tiene propiedades acá o alguna casa lujosa de esas-dijo el periodista.
-No lo creo, ni el síndico tampoco, como ya le dije son unas personas muy humildes y honestas-recalco el señor.
-Deberás no cree que alcalde tenga alguna casa o terreno acá-insistió el periodista.
-¡Como cree! Si el síndico es de las primeras personas que se anotan para cargar la urna del santo entierro, y el alcalde hasta recoge el diezmo en la iglesia donde asiste, no creo que anden en malos pasos, ¡por favor! ellos no roban-dijo el señor.
El periodista notó como el señor creía fielmente en las autoridades del municipio, llegó al punto que hasta él lo creía, por algo en esté pueblo nadie roba o toma algo ajeno, las autoridades tendrían que dar el ejemplo, el periodista camino hacia donde había dejado su auto, ingreso a él y se dirigió rumbo a la capital, cuando iba saliendo del pueblo observo a unos empleados municipales colocando una valla publicitaria, en ésta aparecía la foto del alcalde del municipio junto con todo su consejo municipal, abajo de ésta una propaganda del partido político al cual pertenecía y más abajo otro mensaje que decía:
“Vota para reelegir a tu Alcalde Municipal, él no roba”.
No pretendo ser crítico cinematográfico, nada más alejado de eso, voy una o dos veces al cine al año, si la película me llama la atención, si no, eso de pasarme dos horas sentado viendo una enorme pantallota me suena a pérdida de tiempo …
Lluvia tropical maldita y bendita, según la época y la óptica, palabras esdrújulas con poco en común.
A saber, si llueve lindo y parejo, sin exageraciones, los campos son una fiesta y un espantapájaros para la sequía nuestra de cada día. Si llueve poco y sin ganas es una maldición para la siembra y para el termostato, porque el vapor de agua que se condensa después, vuelve la ciudad irrespirable.
Último, el peor… y lo más triste… saber que es cierto. “Sos un idiota” piensa uno y todos, y no falta el altanero ganador que palmeándote la espalda, como si fueras un pobre infeliz te dice: